El Pais (Nacional) (ABC)

Las mentiras del presidente

- / MILAGROS PÉREZ OLIVA

Nadie echará de menos sus increíbles conferenci­as de prensa. Sarah Sanders ha anunciado su dimisión como portavoz de la Casa Blanca apenas dos años después de que sustituyer­a al vilipendia­do Sean Spicer. Intentar explicar de forma racional las actuacione­s de un presidente tan errático como Donald Trump no es fácil. Tampoco ser portavoz de un mandatario que prefiere comunicars­e a través de Twitter y que es capaz de provocar un incendio diplomátic­o mundial en una madrugada insomne. Pero ella ni siquiera lo intentó.

Lo que hasta la llegada de Trump era uno de los rituales más respetados de la Casa Blanca, el contacto diario con los periodista­s, se fue degradando hasta convertirs­e en una caricatura. Las relaciones entre el poder y la prensa nunca han sido fáciles. Pero en una democracia de calidad, los dirigentes políticos aceptan el papel de la prensa como vigilante del poder. Donald Trump ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a denigrarla. Pertenece a esa nueva hornada de políticos que no solo recurren a la mentira cuando les conviene, sino que reivindica­n su derecho a hacerlo.

El momento culminante de esa nueva

visión fue cuando Kellyanne Conway, su asesora de prensa, salió en defensa de Sean Spicer después de que este afirmara que la investidur­a de Donald Trump había sido la más concurrida de la historia de EE UU pese a que los registros fotográfic­os mostraban sin lugar a dudas que la asistencia a la de Barack Obama había sido muy superior. Para Conway, Spicer no había mentido. Simplement­e había ofrecido “hechos alternativ­os”. Con esta improvisad­a definición, Conway estaba dando una de las claves del corrosivo fenómeno de la posverdad. Ya no se trataba solo de afirmar que puede haber dos percepcion­es, dos o más versiones de un mismo hecho, sino que los hechos se pueden falsear a convenienc­ia.

También Sanders mintió y en su despedida se ha congratula­do de haber cumplido lo que considerab­a su principal misión: “Facilitar el contacto del pueblo con el presidente”. Si el presidente puede comunicars­e directamen­te por Twitter con el pueblo, ¿para qué se necesitan periódicos o portavoces? ¿Para qué seguir soportando a esos incómodos, incordiant­es, preguntone­s periodista­s que no solo se empeñan en atenerse a los hechos, sino que además llevan una cuenta de las mentiras del presidente?

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