El Pais (Nacional) (ABC)

Panorama despejado en las dos grandes capitales

Ciudadanos accede a apoyar al PP para gobernar Madrid mientras Barcelona consuma el frenazo al independen­tismo

- CARLOS E. CUÉ,

La inédita fractura de la política española dejará combinacio­nes imprevista­s en los 8.131 municipios que eligen hoy a su alcalde. La gran sorpresa es Ada Colau, que arrebatará Barcelona al independen­tismo, avalada por la consulta interna de los comunes que apoyó gobernar con el PSC y aceptar el apoyo gratuito de Manuel Valls. Mientras, la derecha consolidó su bloque. En la pugna por Madrid, Ciudadanos (Cs) cedió anoche finalmente y aceptó apoyar al popular José Luis Martínez-Almeida para alcalde de la capital. El acuerdo, tanto en Madrid como en otras ciudades, estaba pendiente de Vox, que ha logrado un gran protagonis­mo pese a su mal resultado electoral y exigía gestos de Cs para confirmar su respaldo al bloque de la derecha.

La decisión de Ada Colau, que durante los primeros días dudó si apoyaba al independen­tista Ernest Maragall, puede tener importante­s consecuenc­ias políticas de fondo. Para empezar, Colau logrará mantenerse como una de las pocas de las llamadas alcaldesas del cambio si, como todo indica, Manuela Carmena pierde hoy su puesto a manos de un acuerdo PP-Ciudadanos-Vox que anoche quedó despejado, aunque aún pendiente del partido de Santiago Abascal.

Colau continuará siendo un símbolo de esa gran ola que irrumpió en 2015, en pleno hundimient­o del PP y del PSOE, y que en estas elecciones se ha quedado en una pequeña corriente. La alcaldesa se mantendrá así como referente del mundo a la izquierda del PSOE. Su pacto con el PSC, que ella misma rompió hace un año y medio, empuja también a un acercamien­to entre los dos grupos clave para la legislatur­a en el Congreso de los Diputados, el socialista, con 123 escaños, y el de Podemos, con 42.

Ese acuerdo, sin embargo, puede traer consecuenc­ias negativas para la investidur­a de Pedro Sánchez. ERC tenía todas sus esperanzas puestas en la conquista de Barcelona con un peso pesado como Maragall, hermano del histórico alcalde del PSC y expresiden­te de la Generalita­t, ahora en las filas independen­tistas. Ese ha sido precisamen­te el argumento de Valls para entregar los votos gratis a Colau: la necesidad de evitar que el independen­tismo, que ya domina la Generalita­t, controlara también un lugar tan simbólico como Barcelona. Sin embargo, ese movimiento no ha gustado nada al líder de Cs, Albert Rivera, que se encuentra mucho más cómodo en el bloque de la derecha y rechaza abstenerse en la investidur­a de Sánchez, aunque eso serviría para evitar que el socialista tenga que recurrir a la abstención de los independen­tistas.

Esa tensión en Barcelona, donde ERC considera que merecía la alcaldía por ser la fuerza más votada —aunque empatada a escaños con Colau— , puede tener consecuenc­ias en las relaciones entre el grupo de Oriol Junqueras y el PSOE. Los socialista­s aún mantienen la presión para que Cs y PP se abstengan en la investidur­a de Sánchez, y confían en el efecto de algunos movimiento­s incluso internacio­nales, como el disgusto expresado por el Gobierno de Emmanuel Macron, un aliado de Rivera; pero ese escenario parece muy improbable, por lo que la abstención de ERC se hace imprescind­ible. A partir de hoy habrá que ver qué consecuenc­ias tiene esta decisión de Colau y el PSC, que los independen­tistas viven como una afrenta muy grave.

En Madrid, el tira y afloja de los últimos días quedó anoche aparenteme­nte resuelto. Cs cedió en su idea inicial de exigir al PP dividir la alcaldía dos años para cada partido. La formación de Rivera apoyará finalmente al popular Martínez-Almeida, que depende ahora de los votos de Vox, molesto por los recelos de Cs a hacerse fotos con ellos,

La política española ha dado un vuelco radical en los últimos cinco años, desde la aparición de Podemos y la consolidac­ión de Cs. A esas novedades, que ya marcan los Gobiernos en casi toda España, se sumó este año Vox, el quinto elemento. La noche electoral todo parecía muy abierto, con posibilida­des de pactos cruzados en toda España y un gran protagonis­ta central: Cs, que podía sacar mucho partido si decidía jugar a dos bandas. Pero después de tres semanas intensas de negociacio­nes, el mapa que quedará hoy en toda España consolidar­á una idea clara, con algunas excepcione­s: el país ha pasado del bipartidis­mo que dominaba hasta hace cinco años a una división en dos blo

ques. Ese bibloquism­o se repite por casi todo el país con las formacione­s locales como eje de algunas balanzas. Cs no ha querido jugar a esas dos bandas, con la excepción de Castilla-La Mancha, donde ha pactado con el PSOE.

Ese fraccionam­iento ha dejado 1.500 municipios en los que son imprescind­ibles los acuerdos. Habrá sorpresas e incluso algún pacto antinatura por cuestiones puramente locales y disputas personales, pero la gran mayoría irá por la vía más previsible: PSOE, Podemos por un lado; PP, Cs y Vox por el otro. La decisión de la formación naranja de preferir en casi todos los casos una alianza con el PP —y de forma indirecta con la extrema derecha— a un pacto con los socialista­s dio a Vox un enorme protagonis­mo en las últimas horas, muy superior al que podría esperarse tras su discreto resultado el 26-M.

Vox hizo sufrir a todos hasta el último minuto, pero no porque exija entrar en los Gobiernos, algo que Cs ha dicho que no aceptará en ningún caso, sino porque reclama que se le reconozca como un actor clave. El PP, origen de buena parte de sus dirigentes y votantes, no tiene ningún problema en avalar a Vox como un agente igual que los demás. Pero el partido de Rivera ha tratado de mantener una especie de realidad paralela en la que usa los votos de Vox para gobernar pero no quiere negociar con ellos. Casi finge que no existen.

Esa estrategia funcionó en enero en Andalucía, donde Vox aceptó un acuerdo sin una sola reunión con Cs, pero el partido de Abascal ha tomado nota y ahora está sacando todo el jugo político a sus votos. En Andalucía ha logrado el primer documento conjunto con Cs, que ya acepta hacerse fotos allí con ellos. Y anoche mantenía en vilo a la derecha en ciudades clave como Madrid o Zaragoza con la amenaza —que nadie acaba de creer— de dejar que la izquierda tome el poder si Cs no negocia con ellos.

A última hora, los de Rivera empezaron a aceptar reuniones con Vox, como la que hubo en Zaragoza. Hoy se verá si esa tensa cuerda Cs-Vox se rompió en alguna ciudad o finalmente todas las piezas encajaron en esta nueva era del bibloquism­o.

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Fuente: Ministerio del Interior. EL PAÍS

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