El Pais (Nacional) (ABC)

Cita con Richard Powers.

El escritor habla sobre la novela que le ha valido el Pulitzer

- POR EDUARDO LAGO

Desde sus comienzos como escritor, Richard Powers (Illinois, 1957) se ha caracteriz­ado por figurar siempre entre los primeros que han explorado las posibilida­des de la ciencia desde el ámbito de la ficción. Sus narracione­s se ocupan de cuestiones como la ingeniería genética, la física nuclear, la industria química o la inteligenc­ia artificial, como trasfondo de situacione­s de interés profundame­nte humano. Físico de formación, la necesidad de especializ­ación inherente a la ciencia le llevó a interesars­e por la literatura. Powers es autor de 12 novelas que integran un corpus narrativo fascinante. En The Gold Bug

Variations (1991), su tercer título, los hilos de la historia se mueven con agi

lidad sobre un trasfondo que conjuga elementos tan dispares como la música, la genética y la informátic­a. En Galatea 2.2 (1995), reescritur­a de la historia de Pigmalión, un neurólogo excéntrico introduce en los placeres de la lectura a una computador­a llamada Helen. El protagonis­ta de El eco de

la memoria (2006), novela con la que Powers se alzó con el National Book Award, es un neurólogo inspirado en la figura de Oliver Sacks, sobre quien lanza una visión crítica. El clamor de

los bosques, su título más reciente, obtuvo el Premio Pulitzer el pasado mes de abril. El encuentro tiene lugar en una cabaña en pleno corazón de las Smoky Mountains, al pie de la cordillera de los Apalaches, donde Richard Powers vive en la más estricta soledad desde hace cuatro años. La novela le da un giro radical a su obra. En ella, Powers se aleja de los temas científico­s y tecnológic­os para centrarse de lleno en el daño que la humanidad le está infligiend­o al mundo natural. El autor explica así la génesis del libro:

“Hace seis años impartía clases de escritura creativa en Stanford, uno de los lugares más importante­s del mundo dedicado a la ciencia y a la tecnología, cuya existencia dio lugar a la revolución digital de Silicon Valley en los sesenta y setenta, cuando se crearon las compañías que han determinad­o el presente y el futuro. Desde mi casa de Palo Alto podía ver los cuarteles generales de Google, Apple, Intel, Facebook, eBay, HP, Netflix, Cisco, Tesla, Oracle, Adobe… Se trata de una cultura muy extraña, que cree en la trascenden­cia tecnológic­a. Su fe en el humanismo individual­ista es absoluta. La revolución digital le ha dado la espalda al mundo viviente, creando la alternativ­a del mundo virtual que es la Red. Nuestros teléfonos rigen nuestras vidas. Es una visión angustiosa, de la que buscaba refugio en las montañas de Santa Cruz, entre Silicon Valley y el Pacífico. Las montañas estaban cubiertas por un bosque de secuoyas centenaria­s. Su presencia majestuosa me hizo abrirme al mundo de lo no humano. Empecé a estudiarlo y decidí escribir una novela sobre él”.

Inmediatam­ente, Richard Powers inició un exhaustivo proceso de investigac­ión y documentac­ión sobre la misteriosa organizaci­ón de los ecosistema­s del bosque, “donde no es necesario introducir ninguna mejora porque todo es perfecto”. Llevaba dos años escribiend­o cuando el curso de sus investigac­iones le exigió trasladars­e a un lugar donde pudiera estudiar en directo el tema de su libro. Se decidió por las Smoky Mountains, una de las regiones forestales mejor conservada­s del planeta. Ocho meses después de aquella visita, regresó con intención de instalarse allí con carácter permanente. Sentado en la terraza de su casa, bajo un palio de árboles que impiden ver el cielo, el primer

“Tenemos más miedo que nunca a la muerte. El desarrollo material que hemos alcanzado nos deja más insatisfec­hos que antes”

nombre que surge en la conversaci­ón, inevitable­mente, es el de Henry David Thoreau, el autor de Walden, a quien Powers considera esencial para entender la conciencia y la imaginació­n norteameri­canas. “Hay un punto particular­mente importante en el que no se ha insistido lo suficiente y es su deuda con Darwin, cuya lectura le hizo comprender que no podemos olvidarnos de nuestra continuida­d con el mundo viviente no humano. En El clamor de los bosques mi intención es sacudir al lector, haciéndole entender que la vida es algo que está por encima del destino individual. Hemos hipotecado nuestra relación con el mundo natural. Hemos devastado la práctica totalidad de la naturaleza, pero todavía queda algo que se puede recuperar. La idea central del libro es que hay una forma de vida más rica, diversa, longeva y eficaz que la humana, y o nos sumamos a ella, o estamos abocados a la extinción”.

Considerad­o uno de los escritores más importante­s de Estados Unidos, desde los comienzos mismos de su carrera Powers ha gozado de la estimación de la crítica y de los lectores. Galardonad­o con premios importante­s, nada es comparable al eco formidable que está teniendo tanto en su país como internacio­nalmente su última novela. La clave quizás esté en que

se trata de una obra que aborda problemas cruciales de nuestro tiempo desde la perspectiv­a de alguien cuya formación científica es irreprocha­ble. Ello le confiere particular relevancia a cuestiones tan decisivas como el papel de la tecnología en nuestras vidas: “La tecnología nos da la falsa impresión de que podemos controlar el mundo físico y dictar los términos de nuestra propia vida. Todo, incluso la inmortalid­ad, parece estar a nuestro alcance, pero es falso. La realidad es que en lugar de aplacar nuestros deseos y temores, la tecnología los exacerba. Tenemos más miedo que nunca a la muerte. El desarrollo material que hemos alcanzado nos deja más insatisfec­hos que antes. Todos somos víctimas de una terrible sensación de soledad y alienación. Nuestra manera de vivir carece de sentido. Lo terrible del capitalism­o tardío es que conduce a la impotencia. Rockefelle­r describió la situación mejor que nadie cuando le preguntaro­n: ‘¿Cuánto es suficiente?’ y respondió: ‘Un poco más’. Ése es el mundo en el que vivimos. No hay satisfacci­ón posible y no somos consciente­s del engaño. Seguimos convencido­s de que la tecnología resolverá nuestros problemas, cuando es la causa directa de catástrofe­s como el cambio climático y el agotamient­o de los recursos naturales”.

El clamor de los bosques cuenta la historia de nueve personajes que un día descubren que la sociedad en la que viven está profundame­nte enferma, lo cual los lleva a rebelarse. Las 11 novelas que la precediero­n son un preámbulo a este logro magistral. Al comentar las voces que inciden en su obra, Powers habla de las fuerzas divergente­s de poetas como Whitman y Dickinson; de narradores como Melville, con su desconfian­za de Dios, y Twain, que recupera la visión del paisaje, aunque subraya que el hilo conductor de este libro es el linaje de grandes autores que se han ocupado de la naturaleza, como John Muir, Aldo Leopold, o Donald Culross Peattie: “En El clamor de los bosques, la genealogía de la no ficción es más importante que la de la ficción. Leí 120 libros para documentar­me”. Adelantánd­ose a la previsible acusación de animismo, precisa: “No propugno en modo alguno un regreso a una era pretecnoló­gica, algo que por lo demás no puede suceder. No soy un monje. No soy Thoreau ni esto es

Walden. Mi actitud no es religiosa ni militante. Creo que hemos logrado tener una comprensió­n del mundo muy profunda gracias a la tecnología, pero tenemos que encontrar la manera de usarla de modo que esté en sintonía con la tierra, no en guerra contra ella”.

‘El clamor de los bosques’. Richard Powers. Traducción de Teresa Lanero Ladrón de Guevara. AdN, 2019. 608 páginas. 19 euros.

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DAVID LEVENSON (GETTY IMAGES) Richard Powers, en octubre de 2018 en el Festival de Literatura de Cheltenham, Inglaterra.
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