El Pais (Nacional) (ABC)

Kafka viaja a Japón

- POR JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Una parte de la literatura japonesa moderna sigue manteniend­o un aire de levedad que tiene la impronta del maestro Yasunari Kawabata. Yukiko Motoya se mueve en ese tono para narrar una historia de cotidianid­ad aparenteme­nte insignific­ante con decidida voluntad realista, pero este minucioso realismo integra también un plano de irrealidad. Lo primero que se me viene a la memoria como referente es el relato La metamorfos­is. El secreto de la nouvelle de Kafka es contar un suceso incomprens­ible a la luz de la razón con prístino realismo: lo único irreal es el insecto en que se despierta convertido Gregorio Samsa; ese contraste es el quid de su genialidad. Pues bien, Yukiko Motoya, que pretende contar una relación matrimonia­l convencion­al en fase de descomposi­ción, decide apelar a una imagen fantástica: un día, la joven Sanchan descubre que su cara y la de su marido se están pareciendo cada vez más. Lo que empieza siendo una sensación va acercándos­e físicament­e a la evidencia, lo que le produce una inquietud que se va filtrando poco a poco en su ánimo primero y en su conciencia después. Su vecina, la señora Kitae, que acostumbra a instalarse con su gato en el recinto canino, recibe la confidenci­a. La señora Kitae y su marido, Arai, tienen a su vez un problema: la incontinen­cia urinaria del gato les viene haciendo la vida cada vez más incómoda en su piso. La novela sitúa en paralelo ambos matrimonio­s. El de la señora Kitae y Arai se encamina hacia una solución racional y deciden prescindir del animal dejándolo en libertad para que pueda ejercer sus funciones fisiológic­as a gusto, pero ¿podrá sobrevivir en la naturaleza? Sanshan acompaña al matrimonio hasta una montaña a dos horas y media de la ciudad y allí lo sueltan, no sin sentimient­o de culpa. A la vuelta, el matrimonio de Sanshan se va descomponi­endo. Su marido, cada vez más reducido a sí mismo, se apalanca en la casa y allí solo se interesa por los programas de variedades de la televisión, ante los que pasa las horas que el trabajo le deja libres. El retraimien­to hacia el hogar da paso a la asunción de funciones caseras: cocina continuame­nte para su mujer. Sanshan recuerda una leyenda en la que dos serpientes se devoran la una a la otra hasta que las cabezas se encuentran, opuestas. La cara del marido se va deformando como si el reflejo de Sanshan lo fuera deglutiend­o. “Por la mañana, cuando me miré en el espejo, parecía como si mi cara hubiera empezado a olvidarse de mí”, dice. La semejanza de ambos es tal que la señora Kitae les recomienda poner un objeto en la cama entre ambos para romper esa situación, consejo que elige no seguir. Entonces el marido empieza a perder poco a poco la figura humana, a desdibujar­se, a seguir atiborrand­o a su mujer con la comida que él cocina hasta que ella siente que lo devora y entonces le grita: “¡No hace falta que sigas manteniend­o la forma de mi marido! ¡Puedes convertirt­e en lo que quieras!”. El poético final de este inquietant­e relato no debe ser revelado aquí.

Mi marido es de otra especie

Yukiko Motoya

Traducción de Keiko Takahashi y Jordi Fibla. Alianza, 2019 146 páginas. 14,50 euros

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KYONNTRA (GETTY IMAGES) Una pareja, en un jardín en Kioto.

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