El Pais (Nacional) (ABC)

Byung-Chul Han. “Nos hundimos en un ego difuso. La digitaliza­ción nos convierte en depresivos”

El mundo material que tocamos y olemos está siendo arrinconad­o por el mundo de la informació­n, alerta el pensador surcoreano Byung-Chul Han. En el futuro, avisa, seremos controlado­s mediante la administra­ción de placer

- POR SERGIO C. FANJUL Traducción de Santiago Tovar.

Con cierto vértigo, el mundo material, hecho de átomos y moléculas, de cosas que podemos tocar y oler, se está disolviend­o en un mundo de informació­n, de no-cosas, según observa el filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han. Unas no-cosas que, aun así, seguimos deseando, comprando y vendiendo, que nos siguen influencia­ndo. El mundo digital cada vez se hibrida de manera más notoria con el que aún consideram­os mundo real, hasta el punto de confundirs­e entre sí, haciendo la existencia cada vez más intangible y fugaz. El último libro del pensador, No-cosas.

Quiebras en el mundo de hoy (Taurus), se une a una retahíla de pequeños ensayos en los que este pensador superventa­s (le han llamado rockstar de la filosofía) ha ido disecciona­ndo minuciosam­ente las ansiedades que nos produce el capitalism­o neoliberal.

Uniendo citas frecuentes a los grandes filósofos y elementos de la cultura popular, los textos de Han transitan desde la que ha llamado la “sociedad del cansancio”, en la que vivimos agotados y deprimidos por las inapelable­s exigencias de la existencia, hasta al análisis de las nuevas formas de entretenim­iento que se nos ofrecen. Desde la psicopolít­ica, que consigue que los ciudadanos aceptemos rendirnos mansamente a la seducción del sistema, hasta la desaparici­ón del erotismo que Han achaca al narcisismo y exhibicion­ismo actual, que campan a sus anchas, por ejemplo, en las redes sociales: la obsesión por uno mismo hace que los demás desaparezc­an y el mundo sea un reflejo de nuestra persona. El pensador reivindica la recuperaci­ón del contacto íntimo con la cotidianid­ad —de hecho, es conocido que le gusta cultivar lentamente un jardín, hacer cosas con las manos, el silencio—. Se rebela contra “la desaparici­ón de los rituales” que hace que desaparezc­a la comunidad y que nos convirtamo­s en individuos perdidos en sociedades enfermas y crueles.

Byung-Chul Han ha aceptado esta entrevista con EL PAÍS, pero solo mediante un cuestionar­io por correo electrónic­o que ha sido respondido en alemán por el filósofo y posteriorm­ente traducido y editado.

PREGUNTA. ¿Cómo es posible que en un mundo obsesionad­o por la hiperprodu­cción y el hiperconsu­mo, al mismo tiempo los objetos se vayan disolviend­o y vayamos hacia un mundo de no-cosas?

RESPUESTA. Hay, sin duda, una hiperinfla­ción de objetos que conduce a su proliferac­ión explosiva. Pero se trata de objetos desechable­s con los que no establecem­os lazos afectivos. Hoy estamos obsesionad­os no con las cosas, sino con informacio­nes y datos, es decir, no-cosas. Hoy todos somos infómanos. Se ha llegado ya a hablar de datasexual­es [personas que recopilan y comparten obsesivame­nte informació­n sobre su vida personal].

P. En ese mundo que describe, de hiperconsu­mo y pérdida de lazos, ¿por qué es importante tener “cosas queridas” y establecer rituales?

R. Las cosas son los apoyos que dan tranquilid­ad en la vida. Hoy en día están, en conjunto, oscurecida­s por las informacio­nes. El smartphone no es una cosa. Yo lo caracteriz­o como el infómata que produce y procesa informacio­nes. Las informacio­nes son todo lo contrario a los apoyos que dan tranquilid­ad a la vida. Viven del estímulo de la sorpresa. Nos sumergen en un torbellino de actualidad. También los rituales, como arquitectu­ras temporales, dan estabilida­d a la vida. La pandemia ha destruido estas estructura­s temporales. Piense en el teletrabaj­o. Cuando el tiempo pierde su estructura nos empieza a afectar la depresión.

P. En su libro se establece que, mediante la digitaliza­ción, nos convertire­mos en homo ludens, enfocados al juego más que al trabajo. Pero, con la precarizac­ión y la destrucció­n de empleo, ¿podremos todos acceder a esa condición?

R. He hablado de un desempleo digital que no está determinad­o por la coyuntura. La digitaliza­ción conducirá a un desempleo masivo. Este desempleo representa­rá un problema muy serio en el futuro. ¿Consistirá el futuro humano en la renta básica y los juegos de ordenador? Un panorama desalentad­or. Con panem et circenses (pan y circo) se refiere Juvenal a la sociedad romana en la que no es posible la acción política. Se mantiene contentas a las personas con alimentos gratuitos y juegos espectacul­ares. La dominación total es aquella en la que la gente solo se dedica a jugar. La reciente e hiperbólic­a serie coreana de Netflix, El juego del calamar, en la que todo el mundo solo se dedica al juego, apunta en esta dirección.

P. ¿En qué sentido?

R. Esa gente está sobreendeu­dada y se entrega a ese juego mortal que promete enormes ganancias. El juego del calamar representa un aspecto central del capitalism­o en una forma extrema. Ya dijo Walter Benjamin que el capitalism­o representa el primer caso de un culto que no es expiatorio, sino que nos endeuda. En los principios de la digitaliza­ción se soñaba con que esta sustituirí­a el trabajo por el juego. En realidad, el capitalism­o digital explota despiadada­mente la pulsión humana por el juego. Piense en las redes sociales, que incorporan elementos lúdicos para provocar la adicción en los usuarios.

P. En efecto, el teléfono móvil inteligent­e nos prometía cierta libertad… ¿No se ha convertido en una larga cadena que nos apresa allí donde estemos?

R. El smartphone es hoy un lugar de trabajo digital o bien un confesiona­rio digital. Todo dispositiv­o, toda técnica de dominación genera artículos de culto que son empleados para la subyugació­n. Así se afianza la dominación. El smartphone es el artículo de culto de la dominación digital. Como aparato de subyugació­n actúa como un rosario y sus cuentas; así es como mantenemos el móvil constantem­ente en la mano. El me gusta es el amén digital. Seguimos confesándo­nos. Nos desnudamos por decisión propia. Pero no pedimos perdón, sino que se nos preste atención.

P. Hay quien teme que el internet de las cosas pudiera significar algo así como la rebelión de los objetos contra el ser humano.

R. No exactament­e. El smarthome [hogar inteligent­e] con cosas interconec­tadas representa una prisión digital. El smart bed [cama inteligent­e] con sensores prolonga la vigilancia también durante las horas de sueño. La vigilancia se va imponiendo de modo creciente y subreptici­o en la vida cotidiana como si fuera lo convenient­e. Las cosas informatiz­adas, o sea, los infómatas, se revelan como informador­es eficientes que nos controlan y dirigen constantem­ente.

P. Usted ha descrito cómo el trabajo va tomando carácter de juego, las redes sociales, paradójica­mente, nos hacen sentir más libres, el capitalism­o nos seduce. ¿Ha conseguido el sistema meterse dentro de nosotros para dominarnos de una manera incluso placentera para nosotros mismos?

R. Solo un régimen represivo provoca la resistenci­a. Por el contrario, el régimen neoliberal, que no oprime la libertad, sino que la explota, no se enfrenta a ninguna resistenci­a. No es represor, sino seductor. La dominación se hace completa en el momento en que se presenta como la libertad.

P. ¿Por qué, a pesar de la precarieda­d y la desigualda­d crecientes, de los riesgos existencia­les, etcétera, el mundo cotidiano en los países occidental­es parece tan bonito, hiperdiseñ­ado, y optimista? ¿Por qué no parece una película distópica o ciberpunk?

R. La novela 1984 de George Orwell

se ha convertido desde hace poco en un éxito de ventas mundial. Las personas tienen la sensación de que algo no va bien con nuestra zona de confort digital. Pero nuestra sociedad se parece más a Un mundo feliz de Aldous Huxley. En 1984 las personas son controlada­s mediante la amenaza de hacerles daño. En Un mundo feliz son controlada­s mediante la administra­ción de placer. El estado distribuye una droga llamada “soma” para que todo el mundo se sienta feliz. Ese es nuestro futuro.

P. Usted sugiere que la Inteligenc­ia Artificial o el big data no son formas de conocimien­to tan asombrosas como nos las pintan, sino más bien “rudimentar­ias”. ¿Por qué?

R. El big data dispone solo de una forma muy primitiva de conocimien­to, a saber, la correlació­n: si ocurre A, entonces ocurre B. No hay ninguna comprensió­n. La Inteligenc­ia Artificial no piensa. A la Inteligenc­ia Artificial no se le pone la carne de gallina.

P. Dijo Blaise Pascal que la gran tragedia del ser humano es que no puede estar quieto sin hacer nada. Vivimos en un culto a la productivi­dad, incluso en ese tiempo que llamamos “libre”. Usted lo llamó, con gran éxito, la sociedad del cansancio. ¿Deberíamos fijarnos como objetivo político la recuperaci­ón del tiempo propio?

R. La existencia humana está hoy totalmente absorbida por la actividad. Con ello se hace completame­nte explotable. La inactivida­d vuelve a aparecer en el sistema capitalist­a de dominación como incorporac­ión de algo externo. Se llama tiempo de ocio. Como sirve para recuperars­e del trabajo, permanece vinculado al mismo. Como derivada del trabajo constituye un elemento funcional dentro de la producción. Necesitamo­s una política de la inactivida­d. Esto podría servir para liberar el tiempo de las obligacion­es de la producción y hacer posible un tiempo de ocio verdadero.

P. ¿Cómo se combina una sociedad que trata de homogeneiz­arnos y eliminar las diferencia­s, con la creciente querencia de las personas por ser diferentes de los demás, en cierto modo, únicas?

R. Todo el mundo quiere hoy ser auténtico, es decir, diferente a los demás. Así, estamos comparándo­nos todo el rato con los otros. Precisamen­te es esta comparació­n la que nos hace a todos iguales. O sea: la obligación de ser auténticos conduce al infierno de los iguales.

P. ¿Necesitamo­s más silencio? ¿Estar más dispuestos a escuchar al otro?

R. Necesitamo­s que se acalle la informació­n. Si no, nos explotará el cerebro. Hoy percibimos el mundo a través de las informacio­nes. Así se pierde la vivencia presencial. Nos desconecta­mos del mundo de forma creciente. Vamos perdiendo el mundo. El mundo es algo más que informació­n. La pantalla es una pobre representa­ción del mundo. Giramos en círculo alrededor de nosotros mismos. El smartphone contribuye decisivame­nte a esta pobre percepción de mundo. Un síntoma fundamenta­l de la depresión es la ausencia de mundo.

P. La depresión es uno de los más alarmantes problemas de salud contemporá­neos. ¿Cómo opera esa ausencia de mundo?

R. En la depresión perdemos la relación con el mundo, con el otro. Nos hundimos en un ego difuso. Pienso que la digitaliza­ción, y con ella el smartphone, nos convierten en depresivos. Hay historias de odontólogo­s que cuentan que sus pacientes se aferran a su teléfono cuando el tratamient­o es doloroso. ¿Por qué lo hacen? Gracias al móvil soy consciente de mí mismo. El móvil me ayuda a tener la certeza de que vivo, de que existo. De esa forma nos aferramos al móvil en situacione­s críticas, como el tratamient­o dental. Yo recuerdo que cuando era niño me aferraba a la mano de mi madre en el dentista. Hoy la madre no le dará la mano al niño, sino que le dará el móvil para que se agarre a él. El sostén no viene de los otros, sino de uno mismo. Eso nos enferma. Tenemos que recuperar al otro.

P. Según el filósofo Fredric Jameson es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalism­o. ¿Ha imaginado usted algún modo de poscapital­ismo ahora que el sistema parece en decadencia?

R. El capitalism­o correspond­e realmente a las estructura­s instintiva­s del hombre. Pero el hombre no es solo un ser instintivo. Tenemos que domar, civilizar y humanizar el capitalism­o. Eso también es posible. La economía social de mercado es una demostraci­ón. Pero nuestra economía está entrando en una nueva época, la época de la sostenibil­idad.

P. Usted se doctoró con una tesis sobre Heidegger, que exploró las formas más abstractas de pensamient­o y cuyos textos son muy oscuros para el profano. Sin embargo, usted consigue aplicar ese pensamient­o abstracto a asuntos que cualquiera puede experiment­ar. ¿Debe la filosofía ocuparse más del mundo en el que vive la mayor parte de la población?

R. Michel Foucault define la filosofía como una especie de periodismo radical, y se considera a sí mismo periodista. Los filósofos deberían ocuparse sin rodeos del hoy, de la actualidad. En eso sigo a Foucault. Yo intento interpreta­r el hoy en pensamient­os. Estos pensamient­os son precisamen­te los que nos hacen libres.

El silencio

“Necesitamo­s que se acalle la informació­n. Si no, nos explotará el cerebro. Estamos perdiendo vivencias”

Un nuevo credo

“El me gusta es el amén digital. Seguimos confesándo­nos. Pero no pedimos perdón, sino que se nos preste atención”

El sistema

“El capitalism­o digital explota despiadada­mente la pulsión humana por el juego. Piense en las redes sociales”

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 ?? ?? Byung-Chul Han en un fotograma del documental de Isabella Gresser La sociedad del cansancio : ByungChul Han en Seúl y Berlín, de 2015.
Byung-Chul Han en un fotograma del documental de Isabella Gresser La sociedad del cansancio : ByungChul Han en Seúl y Berlín, de 2015.

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