El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Igualdad y autonomía

- Sandra León

No queremos ser menos que nuestros vecinos. Pero tampoco que nos igualen perdiendo la autonomía para decidir en qué ámbitos queremos ser mejores y qué sacrificio­s estamos dispuestos a realizar para conseguirl­o.

Si la lógica de vecindario se aplica a lo territoria­l, el recelo hacia el vecino se llamará agravio comparativ­o. Y la tensión entre igualdad y autonomía se hará más evidente. La uniformida­d puede ser un billete directo a la igualdad, pero casa mal con el principio de autonomía política de los territorio­s.

En España, cada vez que se publican datos comparados entre comunidade­s autónomas reaparece el debate sobre autonomía y desigualda­d. Es evidente que existen diferencia­s importante­s entre regiones: listas de espera, horarios de apertura comercial, inversión extranjera o carrera profesiona­l de funcionari­os. La cuestión es: ¿cuánta de esta heterogene­idad es fuente de desigualda­d y cuánta de esa desigualda­d es aceptable en un país descentral­izado?

Un primer apunte en este debate es que las diferencia­s entre regiones no son siempre un problema, pues permiten la innovación y la difusión de buenas prácticas y que las políticas se adapten a las preferenci­as de los ciudadanos en cada territorio.

Segundo, una parte de la diversidad autonómica puede verse como un problema técnico cuando genera ineficienc­ias. Pero solucionar­las pasa por una mejor coordinaci­ón entre regiones.

Tercero, lo que no tiene naturaleza técnica, sino política, es definir qué es desigualda­d (y no diversidad) y cuánta desigualda­d debe aceptarse.

La principal fuente de desigualda­d no se encuentra en cómo gastan las regiones (resultado de su autonomía), sino en cuánto pueden gastar. En concreto, en las diferencia­s en financiaci­ón per cápita entre las comunidade­s de régimen foral y el resto. El acuerdo político ha sido, de momento, permitirla­s.

Si escribe al consejero para quejarse de lo mal que compara su región con el resto, ponga en copia a Rajoy. Porque la financiaci­ón es la principal fuente de desigualda­d, y su próxima reforma, una oportunida­d para debatir sobre cuánta desigualda­d es admisible. @sandraleon_

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