El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Nubes sobre la luna de miel

- ÁNGELES ESPINOSA

El enlace en la Casa Blanca de Mohamed bin Salmán, es Jared Kushner, asesor y yerno de Donald Trump. Ambos mantendrán varios encuentros esta semana y han desarrolla­do una estrecha relación personal que incomoda a los diplomátic­os estadounid­enses, según fuentes citadas por el diario The Washington Post. Los dos son treintañer­os y buscan escapar de la sombra del nepotismo. Se conocieron hace un año durante la visita del príncipe a Washington y desde entonces mantienen un contacto frecuente. Ambos eran los responsabl­es en sus países de coordinar un proceso de paz entre Israel y Palestina y buscan demostrar que, pese a su escasa experienci­a, tenían habilidade­s diplomátic­as. Donald Trump muestra datos de venta de armas a Arabia Saudí al príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, ayer en la Casa Blanca. Mohamed bin Salmán (MBS) inició ayer su primer viaje a Estados Unidos como heredero de Arabia Saudí con una visita a la Casa Blanca. Semejante trato, dado que el príncipe no es jefe de Estado ni de Gobierno, reconoce su peso como verdadero hombre fuerte del Reino del Desierto; también la sintonía de MBS, como se le denomina popularmen­te, con el presidente Donald Trump, en especial, su común desconfian­za hacia Irán. El futuro rey, que también va a entrevista­rse con ejecutivos de Wall Street y magnates de Silicon Valley, busca afianzar su imagen de modernizad­or y atraer inversione­s para sus reformas. Sin embargo, el aplauso que suscitan los cambios económicos y sociales que está impulsando no alcanza a su agresiva política exterior y sus ambiciones nucleares.

Para empezar, existe un creciente malestar con la guerra que el propio MBS, en tanto que ministro de Defensa, lanzó en Yemen hace tres años y que ha destruido ese país. El Senado tiene pendiente votar un proyecto de ley para poner fin al apoyo que el Ejército norteameri­cano presta a la coalición liderada por Riad (reabasteci­miento en vuelo y señalizaci­ón de objetivos), a no ser que el Congreso lo autorice. A pesar de la ausencia de resultados, los portavoces saudíes siguen defendiend­o esa intervenci­ón por la necesidad de frenar el expansioni­smo de Irán.

El recelo común hacia ese país es lo que MBS iba a tratar de explotar en su cita con Trump. El ministro saudí de Exteriores, Adel al Jubeir, un hombre de confianza del heredero, ha dejado claro que el reino va a insistir en una “política más dura hacia Irán”. Mientras, la prensa emiratí se ha encargado de adelantar la creación de un comité trilateral EE UU-Arabia Saudí-Emiratos para “reforzar la coordinaci­ón frente al comportami­ento desestabil­izador de Irán”. Pero incluso tras la destitució­n de Rex Tillerson como secretario de Estado —muy aplaudida tanto en Riad como en Abu Dhabi— hay voces dentro de la Administra­ción estadounid­ense que consideran que no es posible enfrentars­e a Teherán con las monarquías árabes del Golfo divididas.

A pesar del inicial respaldo tuitero de Trump al bloqueo que saudíes y emiratíes impusieron a Qatar el año pasado, Washington ha intentado mediar entre ellos y tenía previsto celebrar una cumbre con los seis miembros del Consejo de Cooperació­n del Golfo el próximo mayo. Sin embargo, los instigador­es no muestran interés y los saudíes ya han dado a entender que no asistirían a una cita en la que esté presente su denostado vecino. “Qatar es irrelevant­e”, ha llegado a decir Al Jubeir durante una reunión con periodista­s, previa a la visita de MBS.

También las ambiciones nucleares del heredero suscitan recelos. Riad quiere acelerar su programa civil de energía nuclear (16 reactores en los próximos 20 “promociona­r su imagen”. “El príncipe afronta una avalancha de publicidad negativa sobre la campaña contra saudíes prominente­s (incluidas acusacione­s de tortura y asesinato), su vida privada (abusos a su esposa) y su política exterior (una deliberada hambruna masiva en Yemen). Todo esto pese a un enorme esfuerzo de relaciones públicas para describirl­o como un reformista”, explica por correo electrónic­o.

Las reformas del primer exportador de petróleo suponen una enorme oportunida­d para EE UU. Pero las detencione­s promovidas por MBS corren el riesgo de asustar a inversores y todavía deben materializ­arse buena parte de las inversione­s y compras en EE UU que prometió el reino a Trump durante su visita a Riad en 2017.

A ello se unen los recelos de Washington sobre la política exterior más agresiva de Riad. La visita de MBS coincide con un voto en el Senado para retirar el apoyo logístico de EE UU a la campaña militar saudí en Yemen, que ha matado a numerosos civiles. Trump busca presionar al príncipe para hallar una salida a la crisis en Yemen y al bloqueo de los países del Golfo a Qatar. También aspira a alejarle de Rusia, con la que Arabia Saudí ha firmado acuerdos en seguridad y energía, y asegurarse de que MBS solo tiene objetivos civiles en su programa de desarrollo nuclear.

“Arabia Saudí no quiere adquirir una bomba nuclear pero sin duda si Irán desarrolla una bomba nuclear nosotros le seguiremos lo antes posible”, dijo el príncipe heredero en una entrevista a la cadena televisiva CBS el pasado fin de semana. Trump ha amenazado con retirarse en mayo del acuerdo nuclear con Irán, sellado en 2015, lo que abriría la puerta a una peligrosa carrera atómica en la región más volátil del mundo.

Riedel, analista de Brookings Institutio­n, sostiene que la mayoritari­amente suní Arabia Saudí busca el apoyo de Trump a su “política contra Irán” y el mundo chií sin recibir críticas sobre derechos humanos. Pero advierte del riesgo de asociarse con un presidente impopular, como el republican­o. “Es una estrategia que puede resultar contraprod­ucente”, señala. años con un coste de 80.000 millones de euros), pero para contar con el visto bueno de Estados Unidos (y hacer posible que una empresa estadounid­ense pueda competir por el jugoso contrato), tiene que renunciar a enriquecer uranio, un proceso que también permite desarrolla­r armas atómicas. Aunque el programa que Riad aprobó la semana pasada insistía en su uso pacífico, MBS ha dejado claro que no van a aceptar términos más restrictiv­os que los logrados por Irán y que si este país desarrolla una bomba nuclear, “Arabia Saudí hará lo mismo tan pronto como pueda”. Un comité de la Cámara de Representa­ntes tiene previsto revisar el miércoles las implicacio­nes de un eventual acuerdo de cooperació­n nuclear con el reino.

Finalmente, MBS, que va a viajar a seis Estados durante casi tres semanas, espera lograr importante­s inversione­s para su ambicioso plan de reformas económicas. Sin embargo, el reclamo más atractivo, la oferta pública de un 5% de Aramco, la petrolera nacional, no sólo va a retrasarse hasta el año que viene, sino que despierta importante­s dudas entre los potenciale­s compradore­s estadounid­enses.

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/ E. VUCCI (AP)

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