Nicolas Sarkozy, interrogado por la financiación libia de su campaña electoral de 2007
Un jubilado muy activo
Francia vio ayer, por segunda vez en cuatro años, a su expresidente Nicolas Sarkozy bajo custodia policial e interrogado por una sospecha de ilegalidad. El arresto, que comenzó por la mañana y puede prolongarse hasta 48 horas, se enmarca en una investigación sobre la posible financiación libia de la campaña que le llevó al Elíseo en 2007. Testimonios y documentos apuntan a que recibió como mínimo cinco millones de euros del régimen de Muamar el Gadafi. El expresidente, de 63 años, hoy semirretirado pero todavía influyente en la derecha francesa, lo niega todo. La retención de Sarkozy en las dependencias de la Oficina anticorrupción de la policía judicial en Nanterre, en las afueras de París, se suma a otros casos pendientes por financiación ilegal o corrupción que le persiguen desde que abandonó el poder en 2012. En 2014 ya fue retenido e interrogado durante 18 horas.
Pero esta es la primera vez que la Justicia le interroga específicamente sobre sus relaciones con la Libia de Gadafi: la madeja de contactos, favores y maletas que, tras las revelaciones del diario Mediapart en 2012, motivaron la apertura de una investigación judicial. Todo esto, bajo el trasfondo, primero, del inicio de la normalización de las relaciones de Occidente con Libia tras los atentados de 2001, y después, de la intervención bélica de 2011 encabezada por Sarkozy. La investigación puede aportar luz sobre el papel de Francia en este momento de la historia reciente.
El único expresidente francés Nicolas Sarkozy, oficialmente retirado de la primera línea política pero muy activo, sigue siendo un referente en la derecha francesa. En febrero regañó al nuevo líder de su partido, Laurent Wauquiez, por decir que, cuando era presidente, espiaba los teléfonos portátiles de sus ministros. A principios de marzo, en Abu Dabi, reflexionó sobre la ausencia de grandes líderes en las democracias y la fortaleza de dirigentes autoritarios como el chino Xi Jinping o el ruso Vladímir Putin. “Las democracias destruyen los liderazgos”, afirmó entonces.