Una mujer murió tras una terapia con picaduras de abeja
Los médicos califican la práctica de insegura y desaconsejable
Una mujer española de 55 años falleció en 2015 en Madrid tras recibir una picadura programada de abeja durante una sesión de apiterapia, según informan ahora dos médicos vinculados al Hospital Universitario Ramón y Cajal en un estudio anonimizado del caso. La paciente, sin antecedentes de alergias, era clienta habitual de un centro que vendía el veneno de abeja viva como tratamiento para las contracturas musculares y el estrés.
La muerte de la mujer “podría haberse evitado si el centro hubiera contado con personal entrenado en identificar y tratar una anafilaxia [sobrerreacción del organismo a una sustancia]”, lamenta Ricardo Madrigal, coautor del trabajo junto a Paula Vázquez Revuelta.
La mujer fallecida estuvo en coma durante semanas, hasta que murió a consecuencia de un fallo multiorgánico.
Los autores del estudio subrayan que las pruebas sobre la eficacia y seguridad de la terapia con toxinas de abejas son “limitadas, escasas y heterogéneas”, a pesar de que durante los últimos años ciertas figuras públicas —como la actriz estadounidense Gwyneth Paltrow y el actor escocés Gerard Butler— la hayan popularizado. A juicio de los médicos que firman la investigación, “los riesgos de someterse a apiterapia pueden exceder los supuestos beneficios”, lo que los lleva a concluir que “esta práctica es insegura y desaconsejable”. Su trabajo se acaba de publicar en la revista especializada The Journal of Investigational Allergology and Clinical Immunology.
El caso se presentó por primera vez en un simposio de alergología celebrado en Sevilla entre el 22 y el 24 de octubre de 2015, cuando la mujer todavía agonizaba en el Hospital Ramón y Cajal. El equipo médico alertó de que, “aunque son poco frecuentes, las reacciones adversas por veneno de himenópteros [abejas, abejorros, avispas] pueden ocurrir y algunas de ellas conllevan resultados graves, como la anafilaxia o la muerte”. Y “dado el potencial peligro para la salud que suponen las terapias con venenos”, los investigadores concluyen que es precisa “una correcta regularización de los centros que ofrecen este tipo de prácticas”.
La mujer fallecida, que en principio no presentó reacciones alérgicas, llevaba dos años recibiendo una sesión mensual de apiterapia. “El riesgo de sensibilización aumenta tras un cierto número de exposiciones repetidas”, detalla Madrigal, que hoy trabaja en el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido. Según los autores, se trata del primer caso conocido de muerte de una persona que previamente era tolerante a la apiterapia.