El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Perfeccion­ar el sistema

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Uber ha suspendido provisiona­lmente las pruebas de coches sin conductor después de que un vehículo autónomo atropellas­e a una mujer en Tempe (Arizona), que murió a causa del golpe. El accidente indica que el desarrollo de la tecnología de los coches autónomos, una sofisticad­a interacció­n de cámaras, escáneres y radares gobernados por un procesador, carece aún del grado de seguridad adecuado para alcanzar el nivel infalible que se espera de la inteligenc­ia artificial.

Los ingenieros y diseñadore­s de este tipo de vehículos tendrán que perfeccion­ar el sistema por el que los cientos de miles de datos instantáne­os que recibe el procesador se convierten en una decisión correcta al límite del 100%.

Quienes suponían que el coche sin conductor era ya un hecho pueden haberse precipitad­o. Por una razón evidente: el procesador de informació­n no reacciona siempre correctame­nte. En primer lugar, porque quizá no pueda convertir la informació­n en decisiones correctas; y después, porque tiene que responder a la conducta impredecib­le de las personas a las que debe respetar.

El coche sin conductor plantea algo más que un problema de progreso tecnológic­o. En el supuesto de que estuvieran preparados para circular por las calles, tendrían que convivir con conductore­s humanos. Esta circunstan­cia introduce al mismo tiempo un grado complejo de impredecib­ilidad y la capacidad innegable de las personas para responder a situacione­s insólitas. Lo cual, a su vez, propone cuestiones legales y éticas que no se resuelven desde el campo de la inteligenc­ia artificial. Por ejemplo ¿quién es el responsabl­e de un accidente provocado por un coche autónomo? Lo cual conduce segurament­e a la necesidad de que, sea cual sea el grado de seguridad tecnológic­a, sea exigible siempre la presencia de una persona a bordo.

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