Éxtasis después del infierno del descenso
El equipo de los millonarios derrota a Boca en la prórroga y logra su cuarta Copa Libertadores tras un partido poco sutil, pero muy bravo y emotivo, y con concordia en las gradas del Santiago Bernabéu
El partido de los siglos por los siglos, que casi dura un siglo, coronó de forma monumental a River. Gloria infinita para los millonarios tras una noche apoteósica en Madrid, a 10.000 kilómetros de su hogar. Un desgarro histórico para Boca, para el que tardará en amanecer al menos hasta otra hipotética final de la Libertadores que le cruce con el irreconciliable vecino. Una rivalidad semejante, tan tremendista desde el paleolítico del fútbol, no deja consuelo a la vista, por más que Boca sume seis Libertadores por cuatro de River. Como era de esperar con una trama que comenzó hace casi un mes, la Copa no tuvo destinatario hasta la prórroga. Todo un thriller a lo argentino que al menos antes y durante el match acabó en concordia. Ojalá quede acuñado el Tratado de Madrid.
Es tal el depósito sentimental de unos y otros, hay tanto en juego en la grada, en los despachos y en las barras que para el césped apenas dejan nada. Sobre el pasto inmaculado de la Monumental Bombonera del Bernabéu, River y Boca se propusieron jugar a no jugar. Mucho pico y pala, los chicos suda que suda como una regadera y un catálogo de cargas, nudos yudocas, cates, atropellos, atascos... Un pique colosal tajantemente prohibido para monaguillos. Y una sufridora: la pelota. Cualquiera pudo ser expulsado por maltrato, por quebrarle los ligamentos en más de una ocasión. Ante la feroz rapiña del fútbol europeo, que no repara en si son parvularios, hasta los totémicos clubes argentinos tienen que apañarse con reclutar a quienes ya han caducado fuera o a quienes destacan como teloneros en su liga. Eso sí, en Madrid, emotividad no faltó en un pulso bravo y bravo, solo sedado con buenos goles.
Vaya usted a saber si por un Boca no pudo igualar las siete Copas Libertadores que ostenta Independiente, líder en solitario. Los xeneizes no se llevan el título desde 2007 y ayer sumaron su quinta final perdida. River obtuvo su cuarta corona continental, después de las logradas en 1986, 1996 y 2015, solo tres años después de volver de su descenso a la segunda categoría del fútbol argentino. Esta Libertadores es la tercera de su entrenador, Marcelo Gallardo, una como jugador y dos como técnico. miedo paralizante, por pies dislocados o ambas cosas, el caso es que el encuentro comenzó tan bacheado como un paseo lunar. El balón brincaba de la misma manera que si lo hubieran soltado en ese campo astral. Tan silvestre era el choque que captaba la atención de los neutrales (algunos de los 62.282 espectadores) cuando las pifias eran más categóricas aún que ya las de por sí llamativas. Un muestrario de tachas: un despeje de Pínola en dirección torcida casi sorprende a su camarada Armani, meta de River. En la otra orilla, un destrozo de Magallán al cuero derivó en un córner cerrado por los millonarios con un tiro de Fernández a un anfiteatro. Palacios, en la órbita de Europa, intentaba con poco éxito deshacer cada ovillo en el que se metía cualquier rojiblanco. Boca,