El brutal choque entre dos antiguos aliados
“Acababa de dejar a mi hija en la escuela. De pronto, una persona se plantó delante de mí en la calle y comenzó a insultarme y a gesticular con las manos. Mientras intentaba comprender lo que pasaba, dos o tres personas aparecieron por detrás de mí, me agarraron y me metieron en un vehículo”, relata Tolga (nombre ficticio), sentado en un café con vistas a una amplia plaza. “Me cubrieron la cabeza con un saco. Me ataron de pies y manos con bridas”, cuenta este opositor turco, que asegura haber sido secuestrado en Ankara en mayo de 2017 por agentes del servicio secreto de aquel país, el MIT (por sus siglas en turco). Cuando una furgoneta negra cruza la plaza, se sobresalta. Explica que, desde su secuestro, tiene miedo de ese tipo de automóviles.
Tolga, del que por razones de seguridad no se pueden ofrecer detalles personales que faciliten su identificación, pertenece al movimiento islamista liderado por el clérigo Fetulá Gülen, a quien el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, considera responsable del intento de derrocarle en un fallido golpe de Estado en julio de 2016. Una vez recuperado el pleno control del aparato estatal, Erdogan puso en marcha una brutal campaña de represión contra los gülenistas que se ha saldado, de momento, con la detención de más de 160.000 personas, 50.000 de ellas aún están a la espera de juicio, de acuerdo con cálculos de Naciones Unidas.
Además, se ha destituido a más de 130.000 empleados y empleadas del sector público por presuntos lazos con grupos terroristas, según denunciaba Amnistía Internacional el pasado octubre. Turquía ha solicitado también en repetidas ocasiones a Estados Unidos la extradición de Gülen, que reside en Pensilvania. Washington, por el momento, no lo ha concedido.
Sin contacto con su familia, Tolga fue retenido durante tres meses en una cárcel secreta. Allí, según explica a un grupo de nueve medios europeos en una investigación liderada por la organización alemana Correctiv, le torturaron con el fin de que delatase a sus supuestos compinches del movimiento gülenista. “El primer día recibí electrochoques, golpes y patadas. Me amenazaron con un juguete sexual”, recuerda. “Durante las dos primeras semanas, los interrogatorios tenían lugar una o dos veces al día. Después, cada dos o tres días”.
La celda de aproximadamente 1,5 por 2 metros en la que le retuvieron permanecía iluminada día y noche. Recibía órdenes a través de un altavoz y era permanentemente vigilado mediante una cámara. La alimentación era escasa. “Después de llevar allí 10 días, pude ducharme”, recuerda Tolga, que adelgazó 20 kilos durante su cautiverio. “Entonces vi mi cuerpo por primera vez: estaba negro y azul”. Calcula que al menos había otras cuatro o cinco celdas como la suya en el hangar en el que le retuvieron.
Apenas dos semanas después del intento de golpe de Estado de julio de 2016, el entonces ministro El movimiento organizado alrededor de la figura del clérigo residente en Estados Unidos Fetulá Gülen, que aboga por una versión moderada del islam, tiene centenares de miles de seguidores en todo el mundo. Se calcula que esta organización gestiona casi medio millar de centros educativos en más de 130 países, como la Escuela Mehmet-Akif de Pristina (Kosovo).
A comienzos de este siglo, Gülen era un aliado del actual presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Tras el éxito electoral del AKP, el partido de Erdogan, los gülenistas incrementaron su acceso a puestos en la Administración, la justicia, el sistema educativo, los servicios de seguridad y los medios, algo que ya venía produciéndose desde finales de los años ochenta, aunque a un ritmo menor. Sin embargo, tras las protestas del Parque Gezi en la primavera de 2013, los medios próximos a Gülen no defendieron al Gobierno del AKP en su actuación contra los manifestantes y el clérigo, desde su residencia en Pensilvania, criticó la falta de diálogo con quienes expresaban su descontento en las calles. Unos meses después, el Ejecutivo anunció un plan para cerrar las escuelas de preparación universitaria, una de las principales fuentes de financiación de los gülenistas, a lo que fiscales y policías cercanos al movimiento respondieron iniciando una investigación por corrupción contra el círculo íntimo de Erdogan.
Este, a su vez, comenzó la purga y el procesamiento de seguidores de Gülen en las fuerzas de seguridad y la justicia, y el cierre de medios de comunicación alineados con las tesis del líder religioso exiliado en EE UU. En julio de 2016 tuvo lugar el fallido golpe de Estado contra Erdogan y se desató la represión a gran escala de los gülenistas.