Un país cada vez más armado
Brasil es un país más armado cada día y este año se espera que vuelva a batir su propio récord: hasta el 22 de agosto, según datos del Ejército, se habían vendido en el mercado civil 34.731 armas. En 2016 se vendieron en total 40.000, y el año pasado el número subió a 47.000. No todas pertenecen a la seguridad privada. En enero de este año, había 328.893 personas armadas. Un estatuto de 2003 complicó el acceso a armas de fuego: hace falta tener más de 25 años, ocupación lícita, residencia fija, no tener antecedentes, justificar la necesidad de armarse y hacer un examen psicotécnico. Bolsonaro quiere anular ese estatuto. uno de los feligreses que salió con vida del tiroteo. “La misa estaba acabando cuando este hombre, que se encontraba a unos seis bancos de donde yo estaba, apuntó a una pareja que había sentada detrás de él y empezó a disparar. Creo que el fuego no estaba dirigido solo a esa pareja. Había mucha gente de mediana edad”, agrega.
Motivos del ataque
Incluso en un país cada día más violento —más de 63.000 homicidios en 2017—, la matanza de ayer resultó algo fuera de lo común. No fueron disparos por disputas del narcotráfico, ni en medio de una guerra de bandas en las favelas, como la mayoría de asesinatos que engrosan las estadísticas año tras año en el gigante sudamericano, sino cuatro víctimas en principio inocentes en una iglesia católica en pleno centro de la tercera ciudad del Estado de São Paulo, el más grande del país.
Queda tan solo un mar de incógnitas sobre los motivos del ataque. Tampoco se sabe de dónde sacó las armas el pistolero ni si actuó en nombre de alguna organización. La única pista significativa que se conocía anoche era una mochila con documentos que le identificaban como Euler Fernando Grandolpho, analista de sistemas de 49 años.
Al margen de las intenciones de Grandolpho, el insólito tiroteo acabará influyendo casi inevitablemente en uno de los grandes debates nacionales del año: el acceso legal a las armas (obtener una en el abultado mercado negro brasileño presenta poca dificultad). El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, lleva meses prometiendo que al asumir la presidencia, el próximo mes, facilitará todavía más la compra de armamento. Según el ultraderechista, una mayor circulación de armas conlleva más seguridad y, por tanto, un freno a la espiral de violencia de la que Brasil se demuestra incapaz de salir. La idea aterra a sus detractores, que insisten en que más armas solo significan más casos como el del analista de sistemas que tiñó de sangre las paredes de la catedral.