Dembélé despierta al Barça
El equipo azulgrana y el Tottenham se clasifican para los octavos de final en un partido presidido por el excepcional gol del delantero francés
Habrá que revisar quizá el libro de la Masia y puede que hasta el código ético del Barça. El manual de Ousmane Dembélé atenta contra La comisión deportiva, la secretaría técnica y el cuerpo técnico del Barça están de acuerdo en que los enredos de casa se quedan en casa, siempre bajo la filosofía del palo y la zanahoria. Se aplicó con Arturo Vidal, cuando reclamó en los medios más minutos y expresó su contrariedad en las redes sociales, y se ha puesto en práctica con Ousmane Dembélé, tan reiterativo la moral del propio Barcelona. También se puede triunfar en el equipo azulgrana sin ser un joven modelo de rectitud y moral ni un futbolista fichado de un equipo que juega como el barcelonista o porque se parece a Iniesta, Xavi, Busquets o Messi. No se trata de renunciar a los valores y el estilo azulgrana sino de correr el riesgo de dar cabida a un rebelde francés que abate sin remisión a los rivales y contradice el modelo Barça.
El reto es mayúsculo porque al académico, recto y racional Barça de Messi le ha salido un futbolista travieso que se llama Dembélé. Las multas que le pone el club por su impuntualidad son tan gordas y reiterativas como sus goles, punto y final de jugadas extraordinarias, propias de un velocista con piernas de gimnasta y pies de en sus faltas de puntualidad como determinante sobre el césped porque en los últimos cinco duelos ha repartido tres asistencias y marcado otros tantos goles. El último, con una colosal galopada desde el centro del campo y tras el quiebro oportuno en el área, frente al Tottenham.
Ya sabía el Barça antes de ficharlo que el francés andaba reñido con las normas, caótica su vida yudoca, en cualquier caso muy particulares por su cambio de ritmo, regate y pegada, imposibles de defender para zagueros como Walker-Peters o volantes de la talla del estupendo Winks.
El gol de Dembéle resultó tan extraordinario, por el robo atropellado de la pelota en cancha propia, la aceleración hasta el área rival, el doble recorte o si se quiere el regate largo y el tiro que al partido le costó tomar vuelo e interés por más meritoria que fuera la actuación azulgrana, y muy especialmente del meta Cillessen. Hasta Dembélé se equivocó reiteradamente y perdió el balón cada vez que intentó repetir la jugada del 1-0. Aunque evocó al tanto de Ronaldinho contra el Sevilla en la noche del gazpacho, Dembélé pareció por un momento Usain Bolt, por rápido, por exquisito, porque no va con la mejor de las compañías del mismo modo que se pirra por la PlayStation más que por una dieta sana —el club le contrató un cocinero— o por la disciplina. Pensaban en el Barça que serían capaces de ordenar su vida por la importancia de llevar el escudo. No se consiguió en el primer curso y el club le puso al secretario técnico Abidal a su vera para aconsejarle y orientarle. por disuasorio, porque parecía estar solo en la cancha, genio y figura del Camp Nou.
Tiene suerte Dembéle de que su entrenador sea Valverde. El francés es escrutado como futbolista y como fenómeno social, tal que fuera una bomba de relojería en el vestuario, un joven futbolista que pone a prueba la profesionalidad de un plantel al que se le supone una rectitud y moral contrastadas desde que es liderado por Messi. El 11 es un juvenil al que le gustan las pizzas, juega a la PlayStation, se divierte con su pandilla por la noche y por la mañana llega tarde al entrenamiento. Dembelé regatea al despertador como quebró al Tottenham.
Jugaban los ingleses con una delantera de impacto: Eriksen, Dele Alli, Son y Kane. Y defendía el Barça con un cuarteto inédito
“Pero lo que no puede ser es que también sea un despertador”, lamentan fuentes del club, contrariados por las tardanzas del 11.
Se sabe que Valverde no es un técnico dictatorial porque no es de los que busca el conflicto sino las soluciones. Tiene mano izquierda con los jugadores —se cuentan con los dedos de la mano los que le han criticado durante su carrera— y siempre recurre al diálogo para cerrar los apuros. “Pero cuando castiga, castiga”, recuerda un exjugador del Espanyol que lo tuvo como entrenador y que recuerda la sanción que le impuso a Luis García (10 días apartado) por hablar mal de uno de los preparadores físicos. Y con Dembélé, aunque mantenga un discurso público conciliador, Valverde está erosionado, hasta el punto de que desde el club se ha y experimental: Cillessen, Lenglet, Vermaelen y Miranda. Necesitaba puntuar el equipo de Pochettino. Tenía que competir el Barça, ya en el bombo de los octavos, para que no se sintiera estafado el Inter. Ya descartado Luis Suárez, no jugaba Messi, ni Ter Stegen, tampoco Piqué y Busquets y hasta descansaba Arturo Vidal. El foco estaba puesto en los jóvenes Miranda y Aleñá y, por supuesto, en Dembélé.
Y el francés, protagonista de un serial agradecido porque facilita las portadas, llena las tertulias y enciende las cámaras, abrió el partido con un golazo que dejó en el anonimato a Coutinho, a Arthur y hasta al estupendo Harry Kane. Aparentemente si había un partido en el que los ingleses tenían alguna posibilidad de ganar al Barça era el de ayer en el Camp Nou.
No le faltaban recursos a Pochettino, que recurrió a cuantos delanteros tenía después de que Valverde repartiera los minutos de medio centro entre Rakitic y Busquets. La hinchada, reivindicativa políticamente, escrupulosa con el minuto de silencio en honor de Núñez y estruendosa en su rechifla al himno de la Champions, rompió a aplaudir cuando en la última media hora compareció Messi. El 10 se descolgó mientras sus compañeros se agrupaban ante el excelente Cillessen. Los azulgrana defendían con intensidad y concentración las embestidas de un Tottenham que se encontró fuera de la Champions cuando Icardi marcó para el Inter. El partido quedó reducido por algunos instantes a un mano a mano de Lucas Moura con Cillessen. El portero se exhibía, decidido a que el encuentro acabara 1-0 para honrar la genialidad de Dembélé y la deportividad del Barça. No se podía dudar de su empeño por doblegar al Tottehham.
Y, ya sin Dembéle, apareció Kane. Aceleró el inglés por el costado izquierdo y le puso la pelota del empate a Lucas Moura después de un disparo al palo de Coutinho. A los dos les valía el empate a la espera de que no hubiera el gol agonístico de costumbre en San Siro. No marcó el Inter y por tanto el Tottenham acompañará al Barça en la Copa de Europa después de una noche protagonizada por el gol del díscolo Dembélé.
decidido imponerle una fuerte sanción económica —según el AS se cifra en 100.000 euros aunque desde el Barça se resisten a cuantificarla— para tratar de corregir de una vez por todas al futbolista.
Pero Valverde, listo y pragmático, le dio la titularidad ante al Tottenham. No le salió mal porque Dembélé volvió a dejar su huella sobre el césped, un gol que se festejó con incredulidad en el Camp Nou y con vitalidad el jugador. Así, de poder quedar sentenciado, el extremo recupera todas las vidas con la pelota. Fuentes del club advierten que se trata de la táctica del palo y la zanahoria. Multa y mimos porque le han hecho ver que le necesitan en el tapete, donde no quieren que cambie. Y por lo visto ante el Tottenham, es un tipo de costumbres. Algo que ya debía saber Valverde.