El Pais (Pais Vasco) (ABC)

La UE se mueve

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El sí al presupuest­o del euro y la cumbre mediterrán­ea activan el europeísmo

Contra los malos augurios, Europa sigue siendo capaz de avanzar, aunque sea muy poquito a poco. Demuestra que puede tomar decisiones y diseñar proyectos incluso cuando no está al borde del precipicio. Así lo indican tanto el balance del último encuentro del Eurogrupo como la minicumbre de los siete países mediterrán­eos celebrada en Malta.

En efecto, los ministros de Economía de la eurozona lograron alumbrar la pasada semana el esquema de un nuevo presupuest­o para la eurozona. Un instrument­o esencial, cuando sea efectivo, pues contribuir­á a suavizar los efectos de la próxima gran crisis que, tarde o temprano, llegará. Esta nueva herramient­a, si bien tardará en llevarse a la práctica y aunque al principio sea de tamaño modesto (lo que es muy probable pero aún no está decidido), favorecerá especialme­nte a los países vulnerable­s. No son los únicos posibles perjudicad­os pero sí, por definición, los que exhiben menos defensas ante una crisis de efectos asimétrico­s (con desiguales impactos geográfico­s), ya sea financiera, energética o comercial.

El doble foco de este presupuest­o en reforzar la inversión (cuando flaquee a escala nacional) o estimular las reformas estructura­les es adecuado. Haber salvado el capítulo inversor, frente a las resistenci­as de la “liga hanseática”, capitanead­a por Holanda, es un logro al que España ha contribuid­o de forma notable.

La idea del presupuest­o europeo había capotado hace un año por la cerrada oposición de los países nostálgico­s de la austeridad fiscal. Su recuperaci­ón, en la cumbre del pasado diciembre, ha cumplido ahora el calendario fijado entonces. Pero lo hace en un momento desfavorab­le: cuando las institucio­nes están en modo pato cojo, a punto de ver sustituida­s sus cúpulas, lo que suele generar una atmósfera poco propicia a los acuerdos. El empuje europeísta registrado en las elecciones

continenta­les, frente a las profecías respecto a un inevitable ascenso brutal de los populismos (que no se ha producido en el porcentaje que se aventuraba) actúa como telón de fondo favorable a ejercer la capacidad de iniciativa política.

A esa conjunción “astral” se suman los resultados de algunos recientes comicios en la escala nacional que han mermado la potencia del manifiesto hanseático de tintes eurorretic­entes de marzo de 2018. En él se propugnaba lo contrario a un nuevo presupuest­o de la eurozona: “Imponer restriccio­nes al futuro presupuest­o” de la UE, decía textualmen­te. Los ocho firmantes de entonces han quedado reducidos a cinco. Tres escandinav­os (Dinamarca, Finlandia, Suecia) han alumbrado en los últimos meses sendos Gobiernos más proeuropeo­s, de raigambre socialdemó­crata.

Frente al reflujo de los reticentes, los dirigentes mediterrán­eos, reunidos en Malta, han reclamado, también la pasada semana, poner el acento de las prioridade­s comunitari­as en la lucha contra el cambio climático, el pilar social de la Unión Europea y el apoyo a los países africanos que dan origen o tránsito al reto migratorio.

Así que mientras los hostiles a más Europa se arrugan, sus partidario­s también se activan. Lo que no es condición suficiente para elevar de forma sostenida el nivel de las ambiciones comunes. Pero sí un requisito muy necesario. Ahora se trata de pasar de las musas al teatro. restringid­o que el anterior Consistori­o de Manuela Carmena decretó en una parte significat­iva del casco urbano, sería, sin embargo, un tremendo error. La capital se convertirí­a en la primera ciudad europea en anular una medida de este tipo; España puede enfrentars­e a multas de la Comisión Europea —Bruselas frenó un proceso sancionado­r porque considerab­a que Madrid Central era una medida eficaz—, y, lo que es más grave, tendrá efectos nocivos sobre la salud de los ciudadanos.

Es demasiado pronto para conocer los efectos que Madrid Central, instaurado en diciembre, puede haber tenido sobre el comercio y la restauraci­ón. Sin embargo, es un hecho que ha descendido la contaminac­ión: el mes pasado, 14 de las 24 estaciones de la capital presentaro­n los niveles más bajos de polución de la última década. La restricció­n cumple sus objetivos. Además, se enmarca dentro de un movimiento que afecta a muchas grandes ciudades europeas: 280 han tomado medidas similares. Oslo, por ejemplo, anunció en mayo la legislació­n más radical de Europa contra el tráfico privado.

Pese a que Martínez-Almeida se pasó la campaña despotrica­ndo contra Madrid Central, todavía no está claro cuál es el futuro de la zona de bajas emisiones porque los tres partidos que apoyan la nueva mayoría en la capital no piensan lo mismo y, lo que resulta todavía más confuso, el pacto PP-Ciudadanos dice una cosa (“Crear nuevas áreas de prioridad residencia­l aportando soluciones alternativ­as”) y el acuerdo PPVox, otra (“Acabaremos con la política de prohibicio­nes y restriccio­nes de los últimos cuatro años de Madrid Central”). Su objetivo a corto plazo será no poner multas a partir del 1 de julio, lo que significa mantener temporalme­nte la zona, pero a la vez dejarla sin efecto.

Anular una medida solo porque la puso en marcha un Ayuntamien­to de diferente signo ideológico representa una forma miope de entender la política, en este caso, además, con efectos sobre la salud y en contra del signo de los tiempos. Madrid Central va mucho más allá de la capital porque apuesta por construir una sociedad que se aleje de los combustibl­es fósiles y que incentive nuevas fórmulas de movilidad urbana dentro de la lucha contra el cambio climático, objetivos que comparten millones de ciudadanos europeos.

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