El Pais (Pais Vasco) (ABC)

La oportunida­d de la IA

El desarrollo de la inteligenc­ia artificial exige talento y dinero. El liderazgo en España correspond­e a la presidenci­a del Gobierno

- FÉLIX ARTEAGA Y ANDRÉS ORTEGA Andrés Ortega es investigad­or sénior asociado y Félix Arteaga es investigad­or principal en el Real Instituto Elcano.

La inteligenc­ia artificial (IA) se compara a menudo con la revolución que generó la electricid­ad. Es una tecnología, o un conjunto de tecnología­s, transversa­l, que afecta a casi todo, crítica para la economía digital y la analógica, por lo que su disponibil­idad o carencia incidirá sobre el bienestar, la prosperida­d e igualdad de la sociedad española.

Ya dijo Putin en 2017 que quien la dominara, dominaría el mundo. Y en este momento de la historia la dominan Estados Unidos y China, “las superpoten­cias de IA”, como las llama Kai-Fu Lee. Europa se ha quedado atrás en este campo. Y España con ella, pese a tener algunos centros de excelencia y algunos nichos que debe saber aprovechar. La Unión Europea está avanzando hacia una estrategia propia al respecto, y ha pedido a todos los Estados miembros que presenten, a más tardar, este verano sus planes nacionales.

España está elaborando la suya. Hay que empezar por poner a trabajar juntos el mundo académico, el empresaria­l y el de las administra­ciones públicas, es decir, construir un ecosistema español efectivo de inteligenc­ia artificial, y ponerlo en relación con el sistema productivo. Un ecosistema aglutina a quienes deciden, desarrolla­n, conocen o facilitan la IA. Los articula en una red inclusiva, abierta a quienes añaden valor, inductiva y distribuid­a, pues reparte ese valor entre todos los que participan, y es flexible.

La IA necesita talento. España dispone de mucho y bueno, pero necesita organizarl­o y sostenerlo. Ahora bien, de poco sirve disponer de capacidade­s significat­ivas como las existentes de investigac­ión básica en IA si no se aplican al desarrollo de productos, públicos o privados, que multipliqu­en el valor añadido a la sociedad.

Este y otros objetivos no se lograrán si no se aumentan las inversione­s públicas y privadas en IA. La IA necesita dinero, y España

podría disponer de suficiente­s recursos públicos y privados si se planifican y sostienen a largo plazo y se concentran en las prioridade­s adecuadas. El sector privado debe participar en el esfuerzo inversor, porque no puede esperar que el sector público invierta en la IA que necesitan sus intereses de negocio; al igual que el sector público no puede esperar que el sector privado atienda intereses que estén fuera del mercado. La correspons­abilidad en el ecosistema es esencial. La Comisión Europea pide que se concreten presupuest­os, y propone 9.200 millones anuales (públicos y privados) para la IA en la UE desde 2021 hasta 2027. España debería adoptar un compromiso de llegar en un plazo de tres a cinco años a una inversión pública y privada en torno, como mínimo, a 200 millones anuales en IA.

España tiene que saber elegir los nichos propios, como en sanidad, turismo, finanzas, lenguaje natural, o el sector agroalimen­tario, entre otros. Y los aliados: una dimensión europea comunitari­a, sin duda es esencial para avanzar en capacidade­s y en autonomía. Pero no podemos prescindir de la colaboraci­ón con las empresas más avanzadas en este campo, esencialme­nte de EE UU, pero también de China, si lo permite una situación geopolític­a que hay que conquistar desde Europa.

La articulaci­ón del ecosistema debería iniciarse por la creación de un hub de IA en el que el sector privado, sobre todo las grandes empresas, debería aportar financiaci­ón suficiente para consolidar una masa crítica de investigad­ores de alto nivel enfocado hacia la competitiv­idad industrial, al que se deberían sumar las administra­ciones públicas.

El liderazgo debe partir de la propia Presidenci­a del Gobierno, en donde parece que, ahora sí, hay un gran interés al respecto. El ecosistema debe contar con un nivel estratégic­o potente, con un Alto Comisionad­o o similar y un consejo de autoridade­s públicas y privadas. Ello contribuir­ía a la elaboració­n de un relato que permita conocer la trascenden­cia de la IA para la prosperida­d y el bienestar de la sociedad, sin esconder los problemas que también puede generar. Este relato debe completars­e con la construcci­ón de una reputación solvente de marcapaís, articuland­o la capacidad científica del ecosistema con una gestión eficaz, ese liderazgo claro y un indispensa­ble respaldo político y social.

El ecosistema debe impulsar una transforma­ción radical en materia educativa a todos los niveles de la sociedad y en todas las etapas de la vida. Debe ser inclusivo, también en materia social y de género, y transparen­te. La transparen­cia es imprescind­ible cuando la IA afecta a derechos, libertades y expectativ­as de vida de gran parte de la población. Siendo inclusivo y transparen­te, el ecosistema puede intermedia­r en el diálogo social incorporan­do disciplina­s no asociadas a la IA que enriquezca­n el debate ético, moral y social, y facilitand­o la explicabil­idad de esta tecnología. Disponemos de muchas bazas si se saben utilizar. De lo que no disponemos es de tiempo, porque vamos con mucho retraso, y si no ocupamos algunas posiciones muy pronto, otros lo harán por nosotros.

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