El coloso del Congo
En los años ochenta, antes de que la mercadotecnia inventara la categoría de world music, cuando algún europeo intentaba acercarse a la música africana, se enfrentaba a frustraciones. Podía hallar elepés en la sección de Importaciones de la cadena británica HMV o en tiendas periféricas de París.
Poco sabíamos de los creadores. Con el tiempo, aprendimos que existían al menos dos modelos de artistas. Uno, el Rebelde, enfrentado con las autoridades de su país: el paradigma era Fela Kuti, en Nigeria. Pero abundaba más el Acomodado al Poder, como Franco Luambo, leal al dictador congoleño Mobutu Sese Seko.
Ya pueden imaginar qué prototipo fue mejor aceptado en Europa. Fela lucía fibroso e indignado; atraía al público blanco amante de emociones fuertes. Franco era un hombre corpulento, que a veces tocaba sentado, ante africanos devotos. Ambos llenaban el escenario con bailarinas, instrumentistas, animadores. Sacaban discos sin parar, aunque Franco demostró mayor productividad: editó unos 90 elepés.
La música de Franco Luambo revelaba un extraordinario viaje a la semilla. El son cubano retornó a una de sus tierras ancestrales, inspirando a los músicos locales, que generaron formidables variantes, cantadas en lingala, a veces con frases en español, y distinguidas por torrentes de guitarra.
Con el tiempo, el invento se difundió como soukous, aunque Franco siempre prefirió la denominación primigenia: rumba.
No se obsesionen por los nombres: su banda se llamaba TP OK Jazz, sin que se detecten elementos jazzísticos. El acrónimo correspondía a la Tout Puissant Orchestre Kinshasa. Una formación en verdad potente, al servicio de la imaginación de su director. Franco ejercía de crítico del Congo moderno, atizando con igual deleite a hombres vagos como a mujeres malvadas. Y si el precio era adecuado, podía dedicar una canción (Azda) al concesionario de Volkswagen en Kinshasa o incluso al presidente: Candidat na biso Mobutu terminaba con una recomendación a los encarcelados para que también votaran por el Mariscal. Su mordacidad no siempre pasaba inadvertida; aseguran que pasó breves temporadas de cárcel o exilio.
Maestro del sebene, el arrebato guitarrero que hacía delirar a las multitudes, Franco no mostraba interés por conquistar al público blanco: viajaba para actuar ante la diáspora. Sin embargo, esa authenticité también tiene sus inconvenientes: a diferencia de Fela, jamás se han hecho reediciones cuidadas de su inmensa obra. En Europa hasta cuesta encontrar las recopilaciones introductorias lanzadas por Rough Guide, Manteca o Stern’s. Por el contrario, se pueden escuchar numerosas referencias en Spotify, aunque sin información.
Y es indispensable conocer la historia completa. Franco falleció hace ahora 30 años. Fela Kuti le siguió en 1997. Las familias no dieron muchos detalles, pero hoy se asume que los dos fueron víctimas del sida.