Divorcio tras nueve meses de desencuentros
La relación entre Ciudadanos y Manuel Valls ha sido breve y convulsa. En octubre de 2018, un mes después de anunciar su candidatura en Barcelona, Valls abrió la caja de los truenos al pedir “un cordón sanitario” para aislar “a la extrema derecha y a la izquierda populista”. El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, descartó renunciar a Vox e incluso evitó calificarlo de extrema derecha.
El pacto entre PP y Cs en Andalucía con el apoyo de Vox provocó incomodidad en Valls. Y la fricción aumentó con la manifestación unitaria que los tres partidos de la derecha convocaron en febrero en Madrid. Valls asistió remarcando que iba para defender la Constitución y no para exigir la dimisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y rechazó subir al escenario a hacerse la foto con los dirigentes del PP, Cs y Vox.
La división se hizo todavía más patente en la noche de los comicios municipales: en la sede electoral, el equipo de Valls seguía el recuento en una sala y Cs en otra. Valls aprovechó su discurso para avisar a Rivera: si el partido naranja pactaba con Vox en Madrid, rompería la alianza.
El ex primer ministro francés anunció el 29 de mayo que su grupo votaría “sin condiciones” a favor de Ada Colau como alcaldesa. Cs reaccionó emitiendo un comunicado en el que se desmarcaba de su candidato. El 15 de junio se materializó la investidura de Colau gracias al voto de Valls. Fue el punto final de un tormentoso experimento político.