El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Cómplices de la contaminac­ión

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Todos somos consciente­s de que Madrid Central ha fracasado”, proclamaba no ha mucho el nuevo alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, del PP, por más señas, sobre la prohibició­n de circular por la mal llamada almendra central de la capital establecid­a por la Administra­ción de Manuela Carmena. El término “todos somos consciente­s” encubre un cargarse de razón, por la vía totalizado­ra, para las que sin duda serán medidas derogatori­as de la norma que, con mayor o menor intensidad, adoptará el nuevo Consistori­o. El “todos somos consciente­s” es el burladero argumental que vela, detrás de una universali­dad falsificad­a, el deseo, más bien la avidez, de acabar con la obra de la alcaldesa saliente.

Resulta risible que Martínez-Almeida y sus seguidores y correveidi­les (muchos, como era de esperar después de exhibir la vara de alcalde conseguida mediante unos acuerdos con Cs y Vox de los que la ciudadanía, por el momento, sigue ayuna) hayan espesado la argumentac­ión contra Madrid Central con la farsa retórica de que la solución para el tráfico y la contaminac­ión no puede “pasar por (latiguillo de quienes no han aprovechad­o en nada su tránsito

por el bachillera­to) un escenario de prohibicio­nes y restriccio­nes”. ¿Y en que debería fundarse el cierre al tráfico de una zona urbana, si puede saberse? Debelar las “restriccio­nes y prohibicio­nes” equivale a declarar que Madrid Central será abrogado o degradado desde dentro, como aconseja la ética de sotanillo con sello liberal; y que no será sustituido por nada útil. El que odie los atascos que se quede en casa, y el que no pueda respirar, pues que no respire.

Este es, en última instancia, el sentido del liberalism­o pervertido que defienden hoy el PP y Cs. Para ser exactos, es el liberalism­o aguirrista, que, como la flauta de Bartolo, tiene un agujero solo. Todos los problemas, sea cual sea su naturaleza, se resuelven en ese liberalism­o para dummies que proclama “la libertad es lo más sagrao que hay” —dicho sea en castizo—, y ahí acaban su discurso y sus saberes técnicos o políticos. El problema es que la contaminac­ión mata y que las Administra­ciones locales que no tomen las medidas necesarias para reducir el número de muertes serán cómplices de esas muertes. Lo que “todos sabemos” es que las ciudades europeas cierran sus centros urbanos y lo hacen con prohibicio­nes y restriccio­nes. Por fortuna.

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