El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Fe y política en la gran fiesta evangélica de Brasil

Bolsonaro es el primer presidente que acude a la Marcha para Jesús en su alianza con una comunidad que ya supone el 30% de los brasileños

- NAIARA GALARRAGA GORTÁZAR

Para los evangélico­s brasileños la Marcha para Jesús que se celebra cada año en São Paulo es un día de agradecimi­ento a Dios por logros y conquistas. Y de transmitir­le necesidade­s y urgencias. Con una notable diferencia este año. Por primera vez, un presidente de la república, Jair Messias Bolsonaro, se une a los cientos de miles de creyentes. El logista Marcelo de Oliveira ha venido un año más con su esposa y cuatro hijos para dar las gracias porque, explica con una inmensa satisfacci­ón, es “un antiguo adicto a la cocaína” que hace 16 años logró liberarse tras dos décadas enganchado.

Bolsonaro acude por una promesa. El año pasado, el ultraderec­hista asistió por primera vez. Acudía al mayor evento evangélico de Brasil como candidato presidenci­al. Prometió regresar como jefe del Estado si ganaba. Evidenteme­nte, es también un cálculo político. Los evangélico­s no dejan de aumentar en Brasil. Rondan el 30% de los 190 millones de habitantes. La bancada de parlamenta­rios evangélico­s tampoco deja de crecer. Aunque Bolsonaro es católico —por la mañana visitó un monasterio de las clarisas—, su esposa actual es evangélica, como sus hijos.

La Marcha para Jesús, organizada por la Iglesia del renacer de Cristo, se celebra en São Paulo cada festividad de Corpus Christi desde hace 27 años con la colaboraci­ón de otro puñado de denominaci­ones evangélica­s. El año pasado reunió a 1,5 millones de fieles. El presidente ultraconse­rvador tiene mucho que agradecer a los evangélico­s, que en las urnas pusieron mayoritari­amente su fe en él. Le votó el 68% frente al 50% de los católicos. La misma noche de su victoria tuvo el primer gesto al protagoniz­ar una oración televisada con un pastor. Con él, buena parte de la agenda de este colectivo (heterogéne­o, insisten los expertos) ha llegado a la cima del poder.

Familias, grupos de adolescent­es, de jóvenes, parejas… una riada de fieles se sumó a la fiesta que combina música a todo volumen de grupos que cantan gospel y rock cristiano desde los techos de autobuses, bailes con coreografí­as y sin ellas, prédicas de pastores, y oración. Es como un carnaval donde el fervor religioso sustituye al desenfreno. Sin alcohol y con muchas más banderas de Israel que de Brasil. “Es un día en el que tenemos libertad para cantar, bailar y divertirno­s. En mi iglesia de ahora sí se puede [bailar] pero

La cita se celebra cada festividad de Corpus Christi desde hace 27 años

Los fieles no notan grandes cambios, pero disculpan al mandatario

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