Adiós al macho
a una cierta permeabilidad autobiográfica que dibujaba un potencial autorretrato del artista bajo una luz bastante conflictiva e inclemente, que apuntaba a problemáticas cuestiones de género, clase y especie. Una secuencia ambientada en un club de intercambio lograba transportar una grimosa fantasía cuckold de lo carnal a lo espiritual, de una palpable sordidez a una suerte de inasible trascendencia. Ese momento podría haber sido el germen de Nuestro tiempo, una película que, por sus imponderables de rodaje, invita a seguir pensando en un exorcismo personal.
El propio Reygadas asume el papel principal, inicialmente confiado al escritor Xavier Velasco, despedido por el director a los 10 días de iniciado el rodaje.
En Nuestro tiempo, el autor de Batalla en el cielo (2005) da vida a Juan, poeta casado, en relación abierta, con la propietaria de un negocio ganadero que se propondrá que esta consume una infidelidad con un amigo común, bajo el propósito de someter su amor a una prueba acusadamente autodestructiva.
De metraje tan imponente como los panorámicos parajes naturales que nutren su imaginario, esta suerte de respuesta charra al Relato soñado de Arthur Schnitzler (o a su relectura kubrickiana) dota a sus imágenes más perdurables de una sensorialidad cercana al poder sobrecogedor de una velada al raso en noche de tormenta: el plano aéreo que culmina en el aterrizaje de un avión, el incidente del toro desbocado... Mejor director que actor —Reygadas está especialmente desentonado en una secuencia de borrachera—, el cineasta plantea bajo su triángulo un tóxico duelo (pulso o retorcido cortejo) entre masculinidades en torno a esa figura femenina, interpretada por la compañera del cineasta Natalia López, cuya fortaleza sentimental impulsará el alegórico adiós al macho (bravío) de las contundentes imágenes finales.