El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Que duren hasta el infinito y más allá

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TOY STORY 4

Dirección: Josh Cooley.

Con las voces de Tom Hanks, Annie Potts, Tim Allen, Tony Hale. Género: drama. EE UU, 2019. Duración: 100 minutos.

Durante una cena con un amigo y su hijo mayor, un crío inteligent­e, natural, con diversas y sanas aficiones, el padre y yo hablamos con arrobo y admiración de Toy Story 4, de la saga de esos juguetes con vida propia, de Pixar, ese invento maravillos­o que revolucion­ó tantas cosas en el cine de animación. Veo que el chaval presta más atención al sushi que a nuestra elegía del vaquero Woody y el astronauta Buzz Lightyear. Y le pregunto si a él, a su hermano pequeño, a sus amigos no les apasionan Toy Story y las películas de Pixar. Con tanta educación como sinceridad, me responde que sí le gustan, unas más que otras (los varones están colgados ante todo con la serie de Cars), pero que no son las películas que más les interesan.

La conclusión es más obvia que arriesgada. Pixar, ahora absorbida por la factoría Disney, crea una obra que, aunque su oferta parezca estar destinada a la infancia, en realidad está pensada para el disfrute del público adulto. Los mayores tienen el inmejorabl­e Una imagen de

pretexto de acompañar a sus hijos para ver cine de animación, pero el gran colocón está garantizad­o para los padres. A veces, ni siquiera necesitan coartada. Van en soledad y con la certidumbr­e de que van a encontrar agua de mayo en Wall-e, Up, Ratatouill­e, Buscando a Nemo, Monstruos S. A., Los Increíbles, Del revés, Toy Story y otras que recuerdas con sonrisa tierna.

Conozco a una criatura que desde que era bebé, cuando empezó a parlotear, su mayor ilusión era que le regalaran animales de goma o de plástico. Con cuatro años ya posee un zoológico completo al que cuida con amor e infinita dedicación. Pero sospecho que aquel mundo inagotable de muñecos, coches, soldaditos, trenes, fuertes (de fortaleza militar y a ser posible de madera), chapas, canicas, peonzas, mecanos y demás artilugios pertenecen a un

Los filmes de Pixar están pensados para que los disfrute el público adulto

La lógica lleva a creer que la saga termina aquí, en un final muy bonito

pasado muy remoto. Que ahora los anhelos de la infancia están más concentrad­os en videojuego­s, tabletas, móviles y otros aparatos electrónic­os. Cada uno se divierte como quiere o puede.

Y no sé cuánto tiempo le puede quedar a los entrañable­s protagonis­tas de Toy Story 4, esos juguetes con alma, con nuevos dueños, miedo, sensación de abandono. Unos supervivie­ntes. También generosos y solidarios. Hasta el punto de adoptar a un tenedor, carne de basurero, del que se ha encapricha­do la niña que es ahora la dueña del grupo. Y retorna toda la familia, con el eterno protagonis­mo de ese vaquero tan imaginativ­o, sensible y noble llamado Woody y del disparatad­o astronauta Buzz Lightyear. Y regresa la pastora Bo Peep, que aparecía en la segunda. Allí comenzó un idilio de complicado final feliz entre ella y Woody. La pastora sigue igual de brava y la llama con el vaquero modélico vuelve a surgir. O no se apagó nunca. Y hay sorpresas gratas en el desenlace.

Será memorable alguna nueva incorporac­ión como el fantástico motorista canadiense Duke Caboom. También una muñeca inquietant­e y sus temibles ayudantes, cuatro marionetas antiguas que me recuerdan a Chucky, el muñeco diabólico. La lógica te induce a creer que la saga termina aquí. En un final muy bonito. Pero estos muñecos pueden provocar mono en los adictos si les perdemos de vista. Y somos muchos los enganchado­s.

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Toy Story 4.

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