El Pais (Pais Vasco) (ABC)

A los pies de la torre enriscada

El Castell de Guadalest En el pueblo, mucho encanto. Y en los alrededore­s, espacios tan refrescant­es como las pozas de Fuentes del Algar. Un viaje al interior alicantino

- POR ANA ESTEBAN

En los días claros como hoy, el pantano de Guadalest llena el fondo del valle de un intenso azul turquesa, dibujado con sus orillas blancas como en esos mapas que coloreábam­os en el colegio. Así se ve desde el castillo de San José, en El Castell de Guadalest: encajado entre los fabulosos picos de las sierras de Xortà y de la Serrella, por cuyos barrancos, si ha habido lluvias durante el año, bajará resbalando el río. El paisaje interior de la Marina Baja de Alicante asombrará a quien viene desde la costa, con sus manchas boscosas y sus quebradas moles de roca que se extienden hasta donde alcanza la vista. Ciertas localidade­s del litoral alicantino disfrutan de un clima muy benigno, protegidas como están por estas cordillera­s de semblante prehistóri­co que atrapan en sus brazos las corrientes frías y que parecen esculpidas por un martillo gigante.

Este castillo de San José fue una fortaleza musulmana en el siglo XI y sufrió terremotos en 1644 y en 1748, aunque en 1708, durante la guerra de Sucesión, una voladura ya había destruido toda su ala oeste. También los seísmos desgajaron algunas masas rocosas, dejando las curiosas formacione­s afiladas que salpican la panorámica y que tienen nombre, como la Penya del Cullerot o la Penya el Castellet en la vecina localidad de Benimantel­l, que se divisa desde aquí en un puñado de casas blancas. Los restos de una torre vigía coronan la Penya de l’Alcalà, a la que solo se podía subir por una escala de cuerda. Sobre otra de las agujas se asienta, solitario y cándido, el campanario de la iglesia de la Asunción.

Restaurant­e Xorta

A los pies de los enormes riscos donde se alza el castillo, el entramado urbano que forma el Raval parte desde una placita con varias terrazas, en las que uno puede sentarse al sol y tomarse algo, y serpentea luego por calles remozadas llenas de tiendas de artesanía, recuerdos y productos de la zona, que ponen su nota de color en los muros encalados. Como otras localidade­s del interior, hasta hace unos años los habitantes de Guadalest vivían sobre todo de los cultivos que alfombran el valle: olivos, algarrobos, nísperos, almendros. Pero la construcci­ón del embalse y su relativa cercanía a destinos costeros como Benidorm, Calpe Turismo de Alicante o Altea propiciaro­n una afluencia turística que trazó nuevas perspectiv­as. Quizá por eso, este es uno de los pueblos con más museos por habitante de España: museo medieval, de miniaturas y microminia­turas, de belenes y casas de muñecas, de saleros y pimenteros —¿el único en Europa?—, de vehículos históricos, del mundo del gato o de esculturas gigantes. Y por si el visitante aún dudara de que acercarse hasta aquí merece la pena, Guadalest se precia de figurar en la asociación Los Pueblos más Bonitos de España y de haberse incorporad­o en 2016 a la federación de los más bonitos del mundo.

Al otro lado del túnel

Al salir del Raval, una suave pendiente escalonada conduce hasta la Vila, la antigua población intramuros a la que se accede por el Portal de Sant Josep: un túnel excavado en la roca sobre cuyo arco aún reposa el escudo nobiliario y un balcón de vigilancia para el cuerpo de guardia. Lo primero que se encuentra al otro lado es la fachada señorial de la Casa de los Orduña, que gobernaron la fortaleza y toda la comarca durante casi 300 años. En el interior del edificio, primorosam­ente rehabilita­do, se pueden visitar las salas nobles y las alcobas, decoradas con valiosos muebles como los dos bargueños catalanes con incrustaci­ones; el comedor y su colección de cerámica con algunas piezas del siglo XVI; la biblioteca, que atesora más de mil volúmenes catalogado­s; la cocina y la despensa, por las que se accede al patio interior con aljibe y a las ruinas de la torre del castillo de la Alcozaiba, donde se dilata el esponjoso panorama del valle y de las sierras. Junto a la casa señorial, y conecta

Venta La Montaña Oficina de turismo de El Castell de Guadalest Turismo de la Comunidad Valenciana da a ella como era habitual antaño, se encuentra la iglesia barroca de la Asunción, que se reconstruy­ó en 1753 sobre los restos originales del siglo XIII, y que fue durante cuatro siglos el templo más importante de todo el valle. En los bajos del ayuntamien­to, visible desde la calle a través de una reja, la prisión del siglo XII ocupa un primitivo aljibe que recogía el agua de las lluvias.

La oferta gastronómi­ca se reparte en numerosos restaurant­es —como, por ejemplo, Xorta— que ofrecen recetas tradiciona­les como la olleta (un guiso delicioso de arroz o trigo con verduras), la típica paella de monte con conejo, o las tartas y dulces elaborados con almendras de la cosecha local. Tras reponer fuerzas y para completar la visita, aún se puede recorrer el embalse en un barco solar para admirar a pie de agua los grandiosos perfiles de las sierras, que con sus cortados y barrancos son el paraíso de escaladore­s y montañeros. Hay un itinerario senderista que parte de Guadalest bordeando el pantano que se bifurca tras varios kilómetros, ofreciendo dos opciones: continuar camino para llegar hasta Castell de Castells o alcanzar la cumbre de la sierra de Xortà, a más de mil metros, en la fuente de Los Tejos. Pero para tocar casi el cielo, apenas unos kilómetros hacia el sur varias rutas llegan hasta el pico de Aitana, que con sus 1.557 metros es el más alto de toda la provincia. En la vecina Callosa d’en Sarrià, en las Fuentes del Algar, se puede recorrer el cauce del río y sus acequias centenaria­s por un circuito de puentes y pasarelas escalonada­s, contemplan­do las cascadas, fuentes y manantiale­s que brotan de las rocas, y que forman pequeñas pozas —o tolls— donde se remansa el agua, perfectas para un baño si el tiempo es propicio.

Ana Esteban es autora del libro de relatos ‘Peces de charco’ (Baile del Sol).

Las tiendas de artesanía y productos de la zona ponen su nota de color a los muros encalados del Raval

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GETTY IMAGES La torre vigía y el campanario de la iglesia de la Asunción en El Castell de Guadalest (Alicante).

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