El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Hamburgues­as en la calle de Lenin

Minsk El recuerdo de la Segunda Guerra Mundial en la capital de Bielorrusi­a, sede, hasta el 30 de junio, de los segundos Juegos Europeos

- POR THIERRY MALINIAK

La céntrica calle de Lenin de Minsk cuenta hoy con un exitoso McDonald’s, justo frente a la sede de los almacenes GUM, la quintaesen­cia del consumo de la época soviética. En la hamburgues­ería se amontonan grupos de adolescent­es tecleando el móvil y con los cascos pegados a las orejas. En el GUM, unas señoras maduras con el pañuelo puesto, que vivieron la mayor parte de su vida en la era soviética, hacen ordenada fila ante las cajas para aprovechar la época

de las rebajas. No muy lejos ha abierto un Kentucky Fried Chicken…, justo debajo de un gran e imponente mural de bronce que retrata una gesta bélica heroica de la época del homo sovieticus.

La capital bielorrusa —que acoge hasta el 30 de junio los Juegos Europeos de 2019, con sus 4.000 atletas de 50 países— parece como suspendida entre dos épocas. Entre dos mundos. Y es que el viejo tópico que hace de Minsk el último museo del comunismo en Europa ya no responde a la realidad. Hoy es una ciudad que se va abriendo al modo de vida occidental. Con bastante retraso, es cierto, comparada con sus hermanas, las demás capitales del este de Europa.

Minsk abunda en paradojas que reflejan esta fase de transición. Su callejero incluye todo el santoral de la época comunista: aparte de la calle de Lenin, hay otras dedicadas a Engels, a Marx (la Karla Marksa), a la Revolución o a los Komsomols (Juventudes Comunistas). La hoz y el martillo, así como las estrellas rojas, siguen omnipresen­tes: se ven en lo alto de muchos edificios o en su entrada, en las barandilla­s de los puentes, en las verjas de algunas casas. Es difícil caminar más de 10 minutos sin desembocar ante algún mural alabando la heroicidad bélica de proletario­s y campesinos.

Pero también compiten por el espacio otros paneles: los de la publicidad para bancos (hay cajeros automático­s por doquier), detergente­s, perfumes… Y para casinos, que se anuncian desde el mismo aeropuerto de Minsk, incluso en chino (la presencia económica de Pekín en Bielorrusi­a va creciendo de manera espectacul­ar). A ambos lados de la céntrica calle de Lenin se alinean los bistrós de estilo parisiense con nombres franceses, como el Grand Café, el restaurant­e Avignon, La Crête d’Or, donde se puede saborear comida internacio­nal escuchando canciones en la lengua de Voltaire, pero también en la de Cervantes.

Zonas verdes

Pasear por el centro es sorprender­se ante estos contrastes continuos. En la imponente avenida Nezalezhno­sti — nada menos que de ocho carriles de ancho— unos armoniosos edificios de ladrillo rojo que evocan la arquitectu­ra de la época soviética albergan algunas de las tiendas más modernas. Es el eje principal del núcleo central de Minsk, compuesto de amplias calles rigurosame­nte rectilínea­s. Se suceden palacetes, arcadas y columnas que dan a la capital un aspecto señorial. También abundan las zonas verdes —el parque de Gorky, el de la Victoria y el de Yanka Kupala—, donde se reúnen las familias los fines de semana. Cerca, en un pequeño cerro, el viajero encuentra lo poco de casco viejo que dejaron los destrozos de la Segunda Guerra Mundial. Cuenta con su zona de marcha y de botellón en torno a la calle Zibitskaya, donde los músicos callejeros procuran hacerse oír en medio de los sonidos rockeros que salen de los bares.

Unos armoniosos edificios de ladrillo rojo que evocan la era soviética albergan las tiendas más modernas

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