Récord de casos de sarampión en los últimos 13 años
La OMS advierte del avance preocupante por falta de vacunación o guerras. En el primer semestre hubo más contagios que en 2018
En el primer semestre del año se han registrado más casos de sarampión que en cualquier año desde 2006, según datos provisionales publicados ayer por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En noviembre, el organismo ya advirtió sobre el avance histórico de esta enfermedad viriásica por la caída de la cobertura vacunal, y ayer reafirmó que la prevalencia de la enfermedad, ascendente desde hace tres años, es “preocupante y continuada”. Desde enero, 182 países han informado de 364.808 casos, casi tres veces los contabilizados en el mismo periodo del año pasado. Además, la organización subraya que este número es una subestimación; se calcula que apenas recoge uno de cada 10 casos reales.
“Estas cifras son un toque de atención muy poderoso”, advierte el epidemiólogo Antoni Trilla, del Hospital Clínic de Barcelona. Aunque el sarampión se consideraba eliminado en toda América y en gran parte de Europa, actualmente hay brotes registrados en todas las regiones de la OMS.
El sarampión es una enfermedad vírica que se transmite fácilmente por el aire o contacto personal. Tras un periodo de incubación de hasta 12 días —durante el cual ya es contagioso—, produce fiebre alta y erupciones en la piel. Puede derivar en complicaciones como neumonía, ceguera o encefalitis, una inflamación del cerebro que a veces provoca secuelas muy graves, incluso la muerte.
El aumento más drástico ha sido en África, los casos se han multiplicado por 10 desde 2018. La situación también ha empeorado muy rápidamente en la región europea de la OMS (que incluye países no miembros de la UE, como Israel, Ucrania y Rusia): este año se han registrado cerca de 90.000 casos, más que en todo 2018 (84.462). Los países más afectados son la República Democrática del Congo, Ucrania y Madagascar, azotados por epidemias.
Existe una vacuna segura y eficaz para prevenir la transmisión, pero se estima que el 95% de la población debe inocularse para lograr la inmunidad colectiva y evitar nuevos brotes. 20 millones de niños de todo el mundo —más de uno de cada 10 menores— no reciben la vacuna pertinente cada año, según Unicef. Por eso, todavía es una importante causa de muerte a nivel global, sobre todo entre los más pequeños. En 2017 murieron 110.000 personas.
“Ha aumentado la inequidad y la falta de acceso a la vacuna en países en vías de desarrollo”, explica Amos García-Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología. Él achaca el avance del sarampión, sobre todo, a la pobreza y a la guerra: “En Ucrania, por ejemplo, la situación de conflicto bélico ha desconfigurado la política vacunal del país”. Incluso en Estados ricos, los expertos señalan que puede haber sectores desfavorecidos, como las familias nómadas, más susceptibles a enfermar por su exclusión del sistema sanitario. En varios países, el sarampión también avanza ahora entre adolescentes y adultos jóvenes que se saltaron las vacunas de la infancia.
Los antivacunas —padres y pacientes que rechazan el profiláctico por creencias anticientíficas— son un problema menor a nivel global, según todos los epidemiólogos. Solo suponen un verdadero lastre en algunos países desarrollados, como Estados Unidos, Italia o Francia. “Un problema de las vacunas es su propio éxito: ya no vemos las enfermedades contra las que nos vacunamos”, razona García-Rojas. “Esto hace que bajemos la guardia”. El Estado de Nueva York, que ha sufrido recientemente algunos de sus peores brotes en comunidades de judíos ortodoxos, ahora prohíbe rechazar la inmunización por motivos religiosos. Según la OMS, EE UU sufre este semestre la mayor incidencia de sarampión en 25 años.
El Plan de Acción Mundial sobre Vacunas expone como objetivo eliminar el sarampión en cinco de las seis regiones de la OMS para 2020. Trilla y García-Rojas confirman que la enfermedad cumple los requisitos para la erradicación: no puede sobrevivir fuera del cuerpo humano, existe vacuna eficaz y se diagnostica con facilidad. Pero “claramente” no se eliminará en 2020, lamentan.