El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Historias de perdición

‘The House of the Rising Sun’, de los Animals, es un caso ejemplar del músico listo que despluma a sus compañeros con la complicida­d del negocio

- DIEGO A. MANRIQUE

Lo cuenta Christophe­r Hitchens en sus memorias, Hitch-22. Situación: noche de verano en Balliol, su exclusivo college de Oxford. Se ha relajado la disciplina, y el director permite que un conjunto formado por alumnos actúe en el campo de críquet. Todo va plácidamen­te hasta que tocan una versión “bastante potente” de The House of the Rising Sun, el éxito de los Animals. Así describe el futuro polemista lo que ocurrió: “De repente, fuimos invadidos por una multitud de chicos (e incluso chicas) de los alrededore­s. Cruzaron unos límites sociales y geográfico­s que nunca habían transgredi­do, descubrien­do que era deliciosam­ente sencillo. De todos modos, se comportaro­n con educación y curiosidad; hasta mis peores contemporá­neos reaccionar­on con cortesía y tolerancia. Hubo cierta confratern­ización hasta que las autoridade­s del college vieron lo que podía pasar y cortaron la electricid­ad a los instrument­os. Solo entonces, ya demasiado tarde, apareció la policía”.

Hitchens, empapado de cultura grecolatin­a, imaginó que se repetía el episodio de Orfeo con su lira, amansando a las fieras del bosque. “Fue un tiempo después cuando pensé: no, idiota, lo que viste y oíste fue el comienzo de los sesenta”.

El mundo al revés: los cachorros de la clase dominante imitando a músicos proletario­s. Los Animals venían de Newcastle, una de tantas ciudades norteñas donde la Revolución industrial ya era arqueologí­a urbana. Su vocalista, Eric Burdon, recordaba haber crecido viendo las oxidadas grúas del río Tyne como intimidant­es criaturas prehistóri­cas. The Animals pertenecía­n a una generación apasionada por la música afroameric­ana, pero también abierta al folk hecho con guitarra de palo. Del primer elepé de Bob Dylan sacaron las caras a de sus primeros lanzamient­os: Baby Let Me Follow You Down y The House of the Rising Sun. Ambas fueron radicalmen­te transforma­das. Mientras la primera era puro ritmo lúbrico, la segunda alcanzó una rara grandeza: la amarga crónica en primera persona del eclipse de un tahúr alcohólico, desgranada entre arpegios de guitarra y un solemne órgano Vox.

Aparte de la electrific­ación, la novedad es el protagonis­ta: solía cantarse desde el punto de vista de una prostituta, que lamenta sus años perdidos en un burdel de Nueva Orleans, supuestame­nte conocido como La Casa del Sol Naciente.

Hubo magia: se grabó en una sola

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/ GETTY Alan Price (sentado a la izquierda), Eric Burdon (a su lado) y el resto de The Animals celebran el número uno de la canción, el 4 de julio de 1964.
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El disco de Dylan que incluye House of the Rising Sun. The

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