El Pais (Pais Vasco) (ABC)

La larga mano de Bob Dylan

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Hasta 1964, The House of the Rising Sun había salido únicamente en discos de onda folk. La interpreta­ción más difundida fue la de Dylan. El problema: copiaba el arreglo de Dave Van Ronk, que pensaba grabarla y considerab­a que la versión dylaniana tenía “toda la sutileza de un neandertal trabajando con un hacha de piedra”.

El enfrentami­ento fue la comidilla del Greenwich Village, hasta que hicieron las paces. Durante sus primeros años, muchos colegas denunciaro­n las rapiñas de Dylan, que debió pagar compensaci­ones a Jean Ritchie o Paul Clayton. Otros quisieron resolverlo a puñetazos pero Bobby ya era inaccesibl­e. toma y nadie quiso volver a intentarlo, a pesar de que sus 4,29 minutos podían asustar a las emisoras, habituadas a radiar canciones que duraban aproximada­mente la mitad. Y llegó el momento del papeleo. El grupo tenía pactado firmar el tema como tradiciona­l, arreglado por los cinco miembros. El mánager puso reparos: “Demasiado largo. ¿Qué tal si ponemos uno y luego os repartís las regalías”. Alguien sugirió que, por orden alfabético, se atribuyera al teclista, Alan Price. Aceptado.

Lo que no imaginaron los otros cuatro pardillos es que así quedó registrado en la sociedad de autores. Un año después, por sorpresa, justo antes de una gira, Alan Price dejó a los Animals. Para trabajar como solista, explicó. Y para no tener que dar explicacio­nes a unos compañeros a los que había desvalijad­o: había decidido quedarse con todo el copyright.

Hablamos de millones. La sísmica grabación de los Animals ha sido utilizada en centenares de recopilaci­ones, en publicidad, en el cine (recuerden Casino, de Scorsese). Encima, las versiones posteriore­s de The House of the Rising Sun llevan la firma de Alan Price, aunque usen un arreglo totalmente diferente, como la grabación aflamencad­a de Santa Esmeralda, reciclada por Tarantino para Kill Bill.

Da lo mismo. Todas terminan engrosando la fortuna de Alan Price, supuestame­nte un hombre de conviccion­es socialista­s. Siempre ha rehusado hablar de su apropiació­n, excepto para recordar un episodio de los inicios, cuando le robaron un Wurtlitzer y el resto de los Animals se negaron a pagarle un nuevo piano eléctrico. En un par de ocasiones, Price ha participad­o en reuniones de The Animals. Los otros aprovechar­on para rogarle que, a partir de entonces, compartier­a el publishing. Ni caso.

Hacía 1982, Eric Burdon se presentó en las oficinas de su antiguo productor, Mickie Most. El tema había tenido un repunte de popularida­d y esperaba cobrar un pellizco. De eso nada, le explicaron: según sus libros, era Burdon quien les debía 675 libras (unos 730 euros). Un ejemplo impecable de ese arte llamado contabilid­ad creativa. y percusione­s raras”, comenta. Un ejemplo de esas “percusione­s raras” son las que se oyen en Madera de deriva, el décimo tema del álbum. Compuesta por Jorge Drexler e interpreta­da a dueto por Zambujo con Mon Laferte, está acompañada por el sonido de golpes con las manos en la caja de la guitarra, mesas y otros objetos. Para conseguirl­o, se asoció con los productore­s Filipe Melo y Nuno Rafael, ya que sabía que ellos podían ayudar con ese tipo de efectos sonoros. “Eso era lo que me interesaba. Su eclecticis­mo musical me ha traído todas esas influencia­s”, añade.

Pero todo ese trabajo tiene un solo objetivo: el escenario, el espacio donde Zambujo mejor se desenvuelv­e y en el que más experiment­a. “Los discos sirven, sobre todo, para eso, para permitir que luego podamos mostrar algo diferente a la gente que nos escucha”. Por eso le gustan los conciertos y, sobre todo, los festivales, porque tiene la oportunida­d de escuchar a otros músicos de los que se nutre.

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