Viaje a la zona cero de las inundaciones
Schuld, en Renania-Palatinado, es el pueblo más afectado por las graves riadas que han causado al menos 143 muertos en Alemania y 27 en Bélgica
Ha salido el sol en Schuld y dos vecinas octogenarias están sentadas frente a la casa de una de ellas. Las vistas a este lado no son muy agradables: camiones, vehículos de bomberos, retroexcavadoras suben y bajan por su calle empinada sin descanso. Al otro lado, desde la impresionante terraza con vistas al río de Gertrud Trimborn, son desoladoras. “Es muy triste. No queda nada”, dice la mujer mientras invita a pasar para mirar ladera abajo, hacia el Ahr, un río habitualmente inofensivo, casi un riachuelo en algunos momentos del año.
En Schuld, un pueblo de casi 700 habitantes, el Ahr forma un meandro tan pronunciado que casi se cierra sobre sí mismo en un círculo. Era una de las cosas que hacía del pueblo un lugar tan pintoresco. El miércoles por la tarde las aguas embravecidas lo arrasaron. Cuatro casas desaparecieron, como arrancadas de cuajo. De otras dos apenas queda alguna pared. Cincuenta, asegura uno de los bomberos, están tan dañadas que son irrecuperables.
El sol ha secado el barro y el paso de los vehículos pesados provoca unas polvaredas que hacen toser a los vecinos y a quienes han llegado para ayudar. La parte más cercana al río sigue embarrada. Hay montañas de escombros. Dos helicópteros van y vienen constantemente. En las primeras horas muchas personas fueron rescatadas por el aire. Varias de las carreteras de la zona están cortadas. Alguna para facilitar el paso de los vehículos de emergencia, pero en otras el agua ha provocado socavones y desprendimientos que hacen muy peligrosa la circulación. Schuld, en el Estado de Renania-Palatinado, al sur de Bonn y a 50 kilómetros de la frontera con Bélgica, es el pueblo más afectado por las graves inundaciones que se han cobrado al menos 143 muertos en Alemania. En Bélgica hay al menos 27 fallecidos
Schuld quedó prácticamente aislado tras la inundación. Todavía no hay agua corriente ni electricidad, y la cobertura telefónica se ha recuperado este viernes. Pese a la inconveniencia, Margret Gremm, de 82 años, no ha querido irse de su casa, situada justo frente al río pero en una zona un poco más elevada. “Hemos tenido mucha suerte. El agua llegó tan deprisa… No hubo tiempo para reaccionar”, dice, y señala dos mojones de piedra que formaban parte de un puente que cruzaba al otro lado del río. Es lo único que