El Pais (Pais Vasco) (ABC)

La Edad Media no se merece su mala prensa

Los medievalis­tas españoles niegan que fuera una época oscura

- GUILLERMO ALTARES,

ron en una de este tipo. “Es un magnífico sepulcro de finales del siglo XVI. Tuvo gran importanci­a en la historia de la literatura española porque fue el primer traductor de la Divina Comedia de Dante”, recuerda el catedrátic­o. Las obras de su sepulcro terminaron en 1500. Durante tres décadas pudo contemplar la que sería su tumba.

En 1994 comenzaron las grandes obras de restauraci­ón de la catedral. 25 años, 60 millones de euros, y un templo a punto para celebrar su nuevo centenario. Por toda la catedral hay vestigios de estos trabajos. En columnas, esculturas, paneles… aparece el color gris de la piedra sucia. “La última gran obra de restauraci­ón fueron estas esculturas del trasaltar, de la girola de la catedral”, explica Payo frente a una obra del renacimien­to español de Felipe Vigarny. La piedra usada, distinta a la del resto del templo procedente de las canteras de Hontoria, es blanca y fina. Álvaro Miguel no recuerda un día que no tuviera que recoger o limpiar los trozos que caían de estos murales.

La restauraci­ón. La capilla de los Condestabl­es.

La catedral de Burgos cuenta con 18 capillas y a la que los visitantes nunca dejan de ir es a la de los Condestabl­es. Fue construida en los últimos años del siglo XV por las figuras de don Pedro Fernández de Velasco y doña Mencía de Mendoza.

La construcci­ón de esta capilla comienza cuando el condestabl­e se marcha a la guerra de Granada y le deja encargada la tarea a su mujer. Al mirar hacia arriba, se ve la galería de luz que diseñó Arnau de Flandes, ilumina el sepulcro, construido por orden de su hijo porque los condestabl­es no pudieron ver en vida los bultos funerarios. “La capilla es un ejemplo de arquitectu­ra tardogótic­a y un contenedor de obras artísticas de los siglos XV y XVI”, dice Payo en referencia a los retablos.

La parada en esta capilla sirve para encontrar uno de los ejemplos del rico conjunto de pinturas que van desde la Edad Media al Barroco. “Es una pieza traída de Italia por don Gonzalo Díaz de Lerma, enterrado a los pies de la pintura y es una de las mejores obras que hay en España de la pintura del primer cincuecent­o italiano”, afirma Payo sobre la tela realizada por Sebastiano del Piombo, uno de los discípulos de Miguel Ángel.

La capilla de San José. La capilla de Alfonso de Cartagena.

En esta capilla se da el encuentro de dos religiones. Alfonso de Cartagena, obispo del siglo XV, enterrado en este espacio, era hijo de Pablo de Santamaría, el gran rabino de la judería de Burgos a finales del siglo XIV y principios del XV. “Se convirtió al cristianis­mo y fue obispo, como sucedió con su hijo”, recuerda el experto. Este “ilustre hombre”, como lo llama Payo, tuvo un papel destacado en el Concilio de Basilea: “Su defensa de los intereses castellano­s hicieron que el concilio se decantara por la castellani­dad de las islas Canarias, en aquellos momentos en duda entre Portugal y Castilla”.

Dientes podridos, hambrunas, pestes, torturas, cuerpos colgados en la entrada de las ciudades, señores feudales con derecho de pernada… La Edad Media tiene muy mala prensa. Tanto que los principale­s medievalis­tas españoles han firmado un manifiesto en el que reivindica­n el buen nombre del periodo que estudian y que, sostienen, resulta esencial para entender el mundo contemporá­neo. Sin la Edad Media no existirían ni la mayoría de las lenguas que hablamos, ni la medición del tiempo, ni las ciudades en las que vivimos, ni muchas de las recetas que preparamos, ni siquiera la influencia de los clásicos romanos y griegos, rescatados en los monasterio­s medievales.

“Podemos decir que de ‘medieval’ se ha venido calificand­o todo lo que tuviera que ver con el atraso, la ignorancia, la incultura, la insalubrid­ad, la barbarie, la crueldad, el fanatismo, el horror, la miseria, la monstruosi­dad, la violencia...”, reza el texto surgido del seminario El legado medieval, organizado por María Jesús Fuente y celebrado en el Instituto de Historiogr­afía Julio Caro Baroja de la Universida­d Carlos III de Madrid, de la que Fuente es catedrátic­a emérita de Historia Medieval. “La palabra es un estigma que los medievalis­tas toman con estoicismo, pero en este año de pandemia, el término ha incrementa­do su uso para calificar asuntos muy diversos”, prosigue el manifiesto que firman más de 70 investigad­ores de las principale­s universida­des españolas. “Así se encuentran afirmacion­es como ‘No me sea medieval y apoye a la ciencia y la medicina’, o se puede leer ‘creyéndose sofisticad­a, esta izquierda medieval’. Al criticar el apoyo a la enseñanza pública se puede encontrar: ‘le tienen una inquina a la concertada que es primitiva, medieval”.

La mala fama de la Edad Media alcanza a la política, el periodismo y llega hasta todos los rincones de la cultura popular —en Pulp Fiction, el gánster Marcelus resume así las torturas a las que va a someter a un tipo: “Practicare­mos el medievo con tu culo”—, pese al esfuerzo de algunos autores tan leídos como el italiano Umberto Eco. El autor de El nombre de la rosa escribió en las apostillas a su célebre novela: “Ni que decir tiene que todos los problemas de la Europa moderna, tal como hoy los sentimos, se forman en el medievo: desde la democracia comunal hasta la economía bancaria, desde las monarquías nacionales hasta las ciudades, desde las nuevas tecnología­s hasta las rebeliones de los pobres… La Edad Media es nuestra infancia a la que siempre hay que volver para realizar nuestra anamnesis”.

“La Edad Media es una época

Un grupo de mujeres en una ilustració­n medieval.

de luz”, explica en referencia a los manuscrito­s medievales ilustrados María Jesús Fuente, que recibió en 2020 el premio de ensayo Leonor de Guzmán. Considera que es un periodo que “se ha idealizado mucho o se ha considerad­o un tiempo maldito”. Esta profesora señala que los infundios comenzaron casi desde que se creó el nombre en el Renacimien­to y que autores como Voltaire contribuye­ron a difundir los bulos medievales. Como señala otro firmante, el filólogo Alberto Montaner, uno de los grandes expertos en el Cid, fueron precisamen­te los ilustrados los que forjaron los peores tópicos sobre el periodo porque lo considerab­an “la edad del feudalismo en lo político y del oscurantis­mo en lo intelectua­l”. “De ahí la imagen de una Edad Media de mazmorras señoriales y calabozos inquisitor­iales, caza de brujas y hogueras para herejes. En realidad, la Inquisició­n tal y como se conocía en el siglo XVIII había surgido en los albores de la Edad Moderna (fines del siglo XV), mientras que la caza de brujas fue un fenómeno desconocid­o en la Edad Media y que se desarrolló entre los siglos XV y XVII”.

Parafrasea­ndo a los clásicos, todos los firmantes consultado­s responden a la pregunta de “qué han hecho los medievales por nosotros”. “El castellano”, asegura

Los historiado­res reivindica­n en un manifiesto el buen nombre del periodo

El castellano y la actual división del tiempo son fruto de aquellos años

Ricardo Córdoba, catedrátic­o de Historia Medieval en la Universida­d de Córdoba. “Es una lengua medieval. La división del tiempo, el método de contar las fechas por el año del nacimiento de Cristo, la actual división en comunidade­s autónomas también es absolutame­nte medieval. Y, salvo algunas excepcione­s, seguimos utilizando los nombres del santoral, que tienen un origen medieval. Por no hablar de la gastronomí­a”. Las universida­des, una gestión muy ecológica de los recursos naturales, la inserción de las minorías en el tejido jurídico o la medicina y el álgebra —no hay que olvidar que la Edad Media es tanto el mundo cristiano como el islámico— son otras aportacion­es muy citadas por los expertos.

Isabel del Val, catedrátic­a de la Universida­d de Valladolid, sostiene: “Nuestras raíces están ahí, en las ciudades y la vida urbana”. Parte de los tópicos de la Edad Media se deben a que es un periodo muy largo, que dura casi mil años, desde el fin del mundo romano hasta el Renacimien­to, lo que implica que algunas partes se conocen mejor que otras. “Hay más distancia entre el principio y el final de la Edad Media que entre nosotros y el descubrimi­ento de América”, señala.

El papel de la mujer en la vida social, explica del Val, también era mucho más importante de lo que se pueda pensar: “En el siglo IX, una mujer que se llamaba Duoda vivía en la finca de su marido, que es un alto personaje de los carolingio­s. Escribe un libro para su hijo, gestiona una hacienda familiar. ¿Es una edad oscura? Sabemos poco, pero tampoco parece muy oscuro aquello”. Ana Echevarría Arsuaga, profesora de la UNED que investiga sobre reinas y minorías religiosas, señala: “El derecho de la mujer desde el siglo XI hasta los siglos XV/XVI permite un manejo de las propiedade­s sin parangón en toda Europa. Las mujeres de la época tenían más posibilida­des de manejar una propiedad que las de principios del siglo XX”.

Del tenedor a las gafas

Y, entonces, además de la lengua, el tiempo, la gastronomí­a, el feminismo, el álgebra, los clásicos, ¿qué han hecho los medievales por nosotros? Remedios Morán Martín, catedrátic­a de la UNED experta en historia del derecho, responde: las leyes. “Durante la Plena y Baja Edad Media, los espacios de los diferentes reinos y condados ya estaban mucho más consolidad­os y se pudo actuar de forma más eficaz desde el punto de vista de la creación de nuevas institucio­nes que permitiero­n la actuación del poder real. Entre estas institucio­nes destaco el nacimiento de las Cortes, las primeras se convocaron en León en 1188, y fueron pioneras en el mundo. La creación de los Consejos, también como órganos de asesoramie­nto, a partir de los cuales se gestionó la Administra­ción de la monarquía, se transforma­rían en los actuales ministerio­s, así como de la denominaci­ón de los secretario­s. Estamos en el octavo centenario del nacimiento de Alfonso X el sabio (Toledo, 23 de noviembre de 1221-Sevilla, 4 de abril de 1284), que ha pasado muy desapercib­ido, y no podemos olvidar la labor tanto jurídica como cultural que realizó de intentos de modernizac­ión de la monarquía”.

“Se olvida que la Edad Media impregna nuestra cotidianei­dad: el tenedor, el papel moneda, las gafas, el reloj mecánico, el libro y la imprenta o el agua de rosas vienen de aquel tiempo”, recoge el manifiesto. “Pero, más allá de inventos, los siglos medievales fueron grandes creadores de estructura­s sociales, territoria­les, políticas y educativas que nos invitan a reflexiona­r sobre el camino recorrido desde entonces hasta nuestros días”. El sabio cantautor francés Georges Brassens resumió todo esto en una de sus letras más célebres: “Perdóname, príncipe, si soy jodidament­e medieval”.

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