Epson quiere imprimir más verde
El fabricante japonés de impresoras invertirá 753 millones para hacer más sostenibles sus productos gracias a la economía circular
Abril es el mes más cruel, criando lilas de la tierra muerta”. El famoso comienzo de La tierra baldía, del poeta T. S. Eliot, está impreso al revés en Epson. Abril fue un tiempo de afectos para la multinacional de la impresión japonesa. En ese mes de 2020 Yasunori Ogawa, quien lleva unos 32 años en la compañía, fue nombrado presidente mundial, y en abril pasado Yoshiro Nagafusa alcanzaba el cargo de presidente europeo. Y la tierra ya nunca será estéril. Epson significa “el hijo de la impresora electrónica”. En inglés, electronic printer son.
Y los vástagos crecen, se vuelven mayores, se independizan y piensan en el futuro. Uno de los fabricantes más importantes de impresoras del mundo ha puesto la vista en 2050. Ese año sus emisiones de carbono serán cero y no dependerá ni de los metales ni del petróleo. Una revolución verde basada en la economía circular. Este camino de riachuelo, que crece lento, al igual que un bonsái, tiene un presupuesto de 100 billones de yenes (753 millones de euros) hasta 2030 para ir atravesando la vereda. Antes, cuando el calendario descuente 2023, toda la electricidad llegará de fuentes renovables. “Es una nueva visión, que busca la economía circular, mejorar la calidad de vida de los trabajadores y reducir el impacto medioambiental”, resume, por videoconferencia, Yasunori Ogawa, que también es consejero delegado de Epson. Habla en japonés y un ejecutivo lleva las palabras al inglés. Y de ahí viajan al castellano. Por lo que sus frases son cortas y claras: “La pandemia ha tenido un impacto negativo. La prioridad era la salud de los trabajadores. Pero supimos dar la vuelta a la situación. Trabajar desde casa tuvo una repercusión muy positiva en el negocio de impresión doméstica”, detalla. “Además, como tenemos proveedores de tinta en distintos países, pudimos asegurar su distribución”.
Hubo que cambiar la dinámica. La mayoría de las fábricas están situadas en el sur de Asia y Japón y, hasta la crisis sanitaria, enviaban ingenieros de otras plantas japonesas para mejorar procesos, crear nuevos productos. Sin poder viajar, hizo falta desarrollar una estructura digital de comunicación. “Tuvimos que cambiar radicalmente la manera de operar. El contacto con los clientes, empleados y suministradores era online”, recuerda Yasunori Ogawa. El verso