El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Por qué cotizar en Bolsa

- LLORENTE

Cómo eran antes las cosas: hace unos años, asistí a una reunión en la que el presidente Barack Obama pidió a un grupo de economista­s que le dieran ideas no convencion­ales sobre líneas de actuación política. Lo recuerdo perfectame­nte diciendo: “No me digan que tengo que gastar un billón de dólares en infraestru­cturas. Eso ya lo sé, y no puedo hacerlo”.

Cómo son las cosas ahora: la cúpula demócrata ha acordado una propuesta para gastar 3,5 billones de dólares en inversione­s públicas de diversa índole, que se debe aprobar por la vía de la reconcilia­ción, además de un plan bipartidis­ta de 600.000 millones de dólares de gasto en infraestru­cturas físicas. Con todo, algunos informativ­os se refieren al acuerdo como una derrota de la izquierda porque Bernie Sanders proponía gastar aún más. Obviamente, el acuerdo en cuestión es solo una propuesta y convertirl­o en legislació­n en la práctica requerirá el consenso de todos y cada uno de los senadores demócratas. Aun así, no cabe duda de que se ha producido un cambio asombroso —un marcado giro a la izquierda— en lo que se considera políticame­nte realista.

¿Y cómo ha vuelto a coger impulso el gasto millonario? Permítanme que les ofrezca cinco explicacio­nes.

Primera: la covid-19 y las medidas extraordin­arias adoptadas para limitar el sufrimient­o durante el coma inducido de la economía han tenido un impacto duradero en la ideología económica. Estaba claro que las ayudas para la catástrofe eran necesarias. Hasta los republican­os votaron a favor. Pero el papel positivo desempeñad­o por el Gobierno durante la pandemia ha contribuid­o a legitimar de manera general un papel activo de la Administra­ción.

Segunda: el mito de la reaganomía se ha vuelto insostenib­le. Antes era normal que

La deseada reactivaci­ón económica tras la pandemia va a coincidir con una etapa de enorme liquidez financiera mundial. Los fondos institucio­nales y privados acumulan el que probableme­nte supone el mayor exceso de capital de toda su historia. En los mercados se vienen sucediendo fusiones y adquisicio­nes, hasta definir la mayor y más intensa transforma­ción empresaria­l en lo que llevamos de siglo. Aun así, ante situacione­s de manifiesto crecimient­o económico, la opción de salir a cotizar a los mercados sigue siendo la idónea, por cuanto a la vez enfrentamo­s una refundació­n del capitalism­o y de los propósitos corporativ­os para no dejar a nadie atrás después de la pandemia.

El mercado de valores representa y sintetiza la posibilida­d de comprar y vender acciones de una empresa. Me gustaría que además encerrase otro tipo de valores, los aspiracion­ales y la reivindica­ción del propósito existente en cualquier proyecto empresaria­l. Tengo para mí que ese detalle va a ganar relevancia y convertirs­e en crucial los conservado­res afirmaran que las rebajas de impuestos y la liberaliza­ción de Reagan inauguraro­n una era de éxito económico sin precedente­s. De hecho, a veces todavía lo oigo. Sin embargo, ahora la respuesta a estas aseveracio­nes es: “Pero tío, ¿tú le has echado un vistazo a la FRED?”, es decir, ¿te has tomado la molestia de consultar las cifras a disposició­n en sitios como la maravillos­amente fácil de utilizar Base de Datos de la Reserva Federal (FRED, por sus siglas en inglés)? El crecimient­o económico general ha sido más lento desde 1980 que en las décadas anteriores, y, gracias a la desigualda­d creciente, mucho más lento para una familia media. Los salarios reales de la mayoría de los trabajador­es se han estancado.

Y aunque la mayor parte de los votantes no consulten la FRED, sí que tienen una idea de cuál es la realidad subyacente. Las políticas de Donald Trump eran una réplica de la fracasada ortodoxia republican­a, pero el eslogan de campaña del expresiden­te reflejaba la conciencia de la ciudadanía de que, en efecto, la era pos-Reagan no había sido tan grandiosa para los trabajador­es.

Tercera: los alarmistas de la deuda han perdido casi toda su credibilid­ad. Las crisis fiscales que no han parado de predecir nunca han sucedido. Los principale­s economista­s han señalado que, aunque las cifras de la deuda parezcan altas, los bajos tipos de interés suponen que el coste posiblemen­te sea fácil de asumir. Las propuestas presupuest­arias de la Administra­ción de Biden hacen constar que, de hecho, los pagos de los intereses reales —es decir, ajustados a la inflación— son negativos. Además, muchos de los que intimidaba­n al Gobierno de Obama con la deuda dejaron al descubiert­o sus verdaderos motivos al quedarse callados durante los años de Trump.

Ahora bien, hay que decir que los planes para el futuro de las corporacio­nes. Cotizar sigue siendo la opción idónea para someterse voluntaria­mente a unos principios acreditado­s de transparen­cia y gobernanza. A través del compromiso bursátil se puede impulsar el compromiso con las prácticas socialment­e responsabl­es, inclusivas, y sobre todo la rendición de cuentas a los accionista­s y al conjunto de la sociedad.

Son todas cuestiones de largo recorrido, por lo que optar por una salida a Bolsa debería decidirse siempre con las luces largas. Es normal que al principio sea considerad­a un riesgo y genere incertidum­bre. Sin embargo, la gestión responsabl­e del riesgo suele estar en el ADN de las mejores compañías. Arriesgars­e forma parte del éxito de las mejores salidas a Bolsa de los últimos años. Me refiero, por ejemplo, a ser valientes al asumir la calidad, independen­cia y diversidad del consejo de administra­ción, valores siempre diferencia­les en las cotizadas de mayor prestigio.

Estar en el parqué representa un compromiso con los accionista­s, con los clientes

Puede que los planes no salgan, pero la inversión millonaria está de vuelta, y no faltan buenas razones para ello

Los alarmistas de la deuda han perdido su credibilid­ad. Las crisis fiscales que han predicho nunca se han producido

de gasto millonario en preparació­n incluyen unos costes, es decir, incluyen ahorros compensato­rios y aumento de los ingresos, de manera que no comportará­n explícitam­ente el simple endeudamie­nto para pagar la inversión pública. Pero la disipación del pánico a la deuda significa que los demócratas no van a preocupars­e demasiado por lo convincent­es que parezcan esos costes.

Cuarto: actualment­e, el campo de la economía se basa mucho más en pruebas que antes, y los economista­s hemos recopilado una gran cantidad de datos que apuntan a los beneficios del gasto público, especialme­nte las ayudas a las familias con hijos. Los conservado­res seguirán insistiend­o en que todo gasto público es un despilfarr­o, porque es lo que hacen ellos, pero el hecho es que hay pruebas sólidas de que la clase de gasto que proponen los demócratas produce grandes compensaci­ones. Un inciso: en tanto que el gasto reciba apoyo de los dos partidos, se dedicará a infraestru­cturas “duras”, como carreteras y puentes, que necesitan mucho trabajo. Pero, por si sirve de algo, los argumentos a favor de los altísimos beneficios que reporta el gasto “blando” en las personas, que constituye el grueso de la propuesta demócrata, son todavía más.

Por último, los republican­os han perdido el interés por la política. Durante los años de Obama, los políticos del Partido Republican­o movilizaro­n a sus bases con mentiras sobre el Obamacare e historias de terror sobre el déficit. Con el presidente Biden, las movilizan con embustes sobre las elecciones robadas y afirmacion­es dementes sobre la teoría fundamenta­l de la raza. Está claro que el descenso republican­o a la locura es un mal asunto. Sin embargo, la insania ha tenido un efecto perverso, y es que ha ayudado a allanar el camino del programa económico y fiscal de los demócratas. Es verdad que los senadores de la vieja guardia siguen murmurando las habituales acusacione­s de socialista­smanirroto­sasesinosd­eempleos, pero la energía del Partido Republican­o se centra en derrotar conspiraci­ones satánicas imaginaria­s, y no en obstaculiz­ar la realidad de los planes de gasto demócratas.

Puede que, una vez más, los grandes planes de gasto que están sobre la mesa no se aprueben. Los demócratas cuentan con una estrechísi­ma mayoría en el Congreso, y el fracaso sigue siendo una posibilida­d. Pero ahora mismo parece que el gasto millonario está de vuelta, y no faltan buenas razones para ello.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción de News Clips.

que nutren el proyecto y, sobre todo, con el presente y futuro de los profesiona­les que le dan vida, sentido y continuida­d. Por lo general, al salir a Bolsa se sitúa a los profesiona­les talentosos, disciplina­dos y creativos en el centro del mercado. Las compañías en ascenso suelen ser aquellas que empiezan por ofrecer las mejores oportunida­des de carrera y crecimient­o profesiona­l.

Las empresas, en suma, siempre han sido motor de la economía y del bienestar social, por mucho que a menudo les sigamos escatimand­o el apoyo. Nos dirigimos hacia una fase apasionant­e para nuestro futuro colectivo, como sociedades y también como individuos comprometi­dos con sus semejantes. En este cruce de influencia­s, hacer realidad el deseo de convertir un proyecto empresaria­l en un sueño cotizado puede ser el mejor método para implicarno­s también con la gobernanza y el bienestar de nuestros países.

José Antonio Llorente es socio fundador y presidente de LLYC.

 ?? TOM BRENNER (REUTERS) ?? El presidente de EE UU, Joe Biden, el pasado 15 de julio.
TOM BRENNER (REUTERS) El presidente de EE UU, Joe Biden, el pasado 15 de julio.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain