“Ortega repite una dictadura contra la que el pueblo luchó”
Cineasta y disidente nicaragüense
“El conflicto siempre me ha acompañado porque la revolución fue trascendental en mi vida”
Antes de aprender a leer o escribir, la directora nicaragüense Gloria Carrión (Managua, 43 años) ya cantaba “Fascistas, ladrones, amárrense los calzones porque ahí viene la clase obrera con sus batallones”. Hija de los revolucionarios sandinistas Carlos Carrión, quien llegó a ser alcalde de Managua entre 1988 y 1990, e Ivette Fonseca, su vida ha estado marcada por la insurrección que puso fin a la autocracia de Anastasio Somoza y la posterior guerra civil. De niña jugaba en los refugios antiaéreos con sus compañeros de escuela y vio morir a su tío cuando tenía cinco años. La cineasta confronta su memoria familiar con la historia oficial en su filmografía, mayormente de carácter documental y que ha sido proyectada esta semana en Casa de América de Madrid. Tuvo que exiliarse en 2018 a Roma por el régimen de Daniel Ortega. Una paradoja que representa el desencanto de la sociedad nicaragüense con un líder “que se convirtió en lo que juró destruir”, como ella misma señala.
Pregunta. ¿Cuál es su relación con la revolución sandinista?
Respuesta. Soy hija de la revolución, de dos revolucionarios que a edad muy joven se comprometieron con la liberación de Nicaragua. Nací un año después del derroca-* miento de Somoza que trajo una guerra civil y mi infancia estuvo marcada por eso. El conflicto siempre me ha acompañado porque fue un evento trascendental en mi vida y la de Nicaragua, puso fin a años de dictadura cruel somocista pero al mismo tiempo cometió errores que fueron socavando las buenas voluntades.
P. ¿Cómo ha evolucionado esa relación a lo largo de los años?
R. En mi infancia era algo abstracto, era una no entidad con la que tenía que competir por la atención de mis padres. Me acuerdo cuando la revolución perdió las elecciones de 1990 y lo viví como si se hubiera muerto un familiar. Después, en la universidad empecé a estudiar la historia desde otros puntos de vista y cuestioné el discurso oficialista, del cual se hablaba en la familia. Ahora, a la luz de lo que ocurre en Nicaragua, la revolución ha tomado otro significado, es imposible mirarla sin entender lo que pasó en 2018, las protestas masivas que hubo y la represión brutal, que todavía continúa, marcan un antes y un después. ¿Cómo es posible que Ortega y Murillo estén repitiendo una dictadura contra la cual todo un pueblo luchó?
P. En su documental Heredera del viento confronta a sus padres y a sus recuerdos de niña. ¿Le sirvió la película como una especie de reconciliación?
R. Definitivamente. Ha sido un reencuentro con mis padres que nos ha permitido hablar con mayor libertad y mayor afecto en torno a esos años. Reconstruyó nuestro tejido personal íntimo, quería invitar a que eso sucediera también con otras familias, poner sobre la mesa la discusión de los dolores de esa generación.
P. ¿Es su cortometraje Hojas de K, sobre la represión del Gobierno a las protestas de 2018, una continuación de Heredera del viento?
R. Tiene un hilo conductor. Es un reflejo de la situación en Nicaragua, desde la revolución y sus consecuencias de la guerra hasta la transformación del frente sandinista en un partido dictatorial, un régimen que ha cometido crímenes de lesa humanidad. La combinación de ambas películas da cuenta de todo ese trayecto político-social que ha vivido el país y los nicaragüenses. P. ¿Cómo revertir la situación actual? R. Primero necesitamos regresar a un sistema democrático. Después, es imprescindible hacer una revisión profunda de lo que vivimos, incluyendo la dictadura somocista, la revolución y la contrarrevolución, ese conflicto nunca ha terminado. Hay que hacer un examen colectivo de estos legados violentos que se han ido acumulando como capas geológicas y termina constituyendo ese tejido social tradicionalista, violento y profundamente polarizante. Necesitamos una refundación cultural y social para dejar de repetir los ciclos de violencia.