“En Disney mandaba un emperador, ahora hay un comité de emperadores”
El responsable de ‘La sirenita’, ‘Aladdín’ y ‘Vaiana’ estrena un cortometraje
Cuando Steven Spielberg dijo en 1989 a Disney que la película de John Musker (Chicago, 70 años) iba a recaudar 100 millones de dólares, algo que no había logrado ningún filme animado, no le creyeron. El nuevo proyecto no era el clásico cuento de Cenicienta, y se tocaba música reggae bajo el mar. ¿Era eso lo que iba a sacar al estudio de su larga travesía del desierto? “Trabajamos en la película que nos gustaría ver, y esperábamos que otros sintieran lo mismo. Pero los antecedentes no ayudaban”, recordaba Musker en el festival Animayo Gran Canaria. Con La sirenita, superaron efectivamente los 100 millones, cambiaron Disney para siempre y, de rebote, la historia de la animación y de Hollywood. “Nació de la ingenuidad, sin imitar nada. Fue liberador. Luego todo pasó a ser: ¿va a ser tu nueva película como la anterior?”, contaba.
En Animayo, donde EL PAÍS acudió invitado por la organización, Musker impartió clases magistrales y dirigió el jurado internacional que preselecciona un corto animado que optará a la carrera al Oscar. “En mi interior sigo siendo un niño de ocho años”. Durante cuatro décadas ha codirigido con Ron Clements proyectos con equipos enormes como Basil, el ratón superdetective, Aladdín, Hércules, Tiana y el sapo y, su salto al digital, Vaiana. Ahora, en su nuevo corto, I’m Hip, protagonizado por un gato cantante de jazz, ha vuelto a sentarse a pintar. No lo hacía desde hace tres décadas.
Recuerda que antes de que la sirenita Ariel llegara las salas, el entonces presidente de Disney, Jeffrey Katzenberg, les decía que no se ilusionaran, que “las películas de chicas” no funcionaban. “El día clave fue un pase de prueba en el que recibió récord de puntuación entre todo tipo de públicos, incluido el adulto. Entonces, Jeffrey cambió la estrategia de marketing y la dividió en una para niños, cómica, y otra, más elegante, para adultos. Buscábamos la emoción, ese anhelo y la melancolía de sentirte extraño que describía Hans Christian Andersen”, explica. El legendario Katzenberg también les hizo una peculiar petición con esa película. “La jungla de cristal había sido un taquillazo. Así que entró a la oficina diciendo: ‘Necesitamos que La sirenita sea más Jungla de cristal’. Así nació la última secuencia de acción, con una Úrsula tan gigante como el edificio de Nakatomi Plaza”.
Asegura que prefiere aquellos años con Katzenberg que lo que vino después: “Vaiana fue un proyecto muy difícil. Era nuestra idea, pero con Pixar y John Las
seter, nuestra historia fue cambiando de manos. En los noventa, en Disney mandaba un emperador, pero ahora hay un comité de emperadores, porque se juegan mucho. Tuvimos 15 directores diciéndonos cómo hacer la película. Por suerte, mucho resultó satisfactorio. Incluso mejoraron el final”, apunta conciliador. No en vano, Vaiana es cada año la película más vista en las plataformas de streaming, según Nielsen.
Musker, alto, sonriente, de tez brillante y camisas floreadas, podría
pasar por otro jubilado en Canarias. Dejó su puesto en Disney en 2018, pero él no es un retirado cualquiera: no en vano creó Aladdin y dirigió a Robin Williams en una de las mejores encarnaciones animadas del cine. “Trabajar en sus cientos de tomas improvisadas es uno de los momentos memorables de mi vida. Eso y las canciones de Howard Ashman”, recuerda. Ashman murió de sida antes de estrenar La bella y la bestia. No vio la influencia que tuvieron sus composiciones. “Nos dijo que estaba enfermo cuando ya estaba en sus últimos meses”, apunta sobre el hombre con quien creó secuencias como Bésala o No hay un genio tan genial.
Quizás esa musicalidad es lo que le faltó al gran fracaso de su carrera: “El planeta del tesoro
(2002) es hoy un clásico de culto, pero el fin de semana del estreno fue devastador. Ya no nos querían en Disney. Perdimos la credibilidad. Era otro momento y empezaban a olvidarse de la animación a mano”. Luego llegó la proposición indecente: “Tras Toy Story,
nos ofrecieron convertir todas las películas clásicas a animación digital. Yo les dije que antes me hacía el harakiri”, asegura.
Críticas a la diversidad
Como pasó con los actores que desaparecieron cuando llegó el cine mudo, Musker podría no haber vuelto jamás a la empresa donde incluso conoció a su mujer, que era bibliotecaria en las oficinas del ratón Mickey (quizás el empleo más atípico en un estudio de cine). Pese a todo, lo recuperaron en 2009 para modernizar a las princesas Disney, otra vez, en Tiana y el sapo. Y lo logró. “Nunca intentamos ser woke. Pero entiendo las críticas que recibe Disney por explotar la diversidad. Como ha explicado el presidente, Bob Iger, la prioridad de los clásicos Disney no era lanzar un mensaje, quieren sumergirte en los personajes, su mundo…, ese es el centro. No digo que excluyas la política, pero primero debes crear a los personajes. No dejes que el mensaje se interponga. Creo que hay que corregir el camino de las películas recientes y volver a poner el mensaje como algo posterior a la emoción”, argumenta el animador, que recuerda que ya en
Aladdín, estrenada en plena Guerra del Golfo, tuvo que disfrazar el nombre de Baghdad con el anagrama Ágrabah.
Tampoco le gusta del todo cómo sus ideas están siendo trasladadas a carne y hueso: “Una empresa siempre quiere reducir riesgos, así que vuelven a copiar lo mismo. Y paradójicamente cambian cosas que funcionaban. En
La sirenita se olvidaron de que el centro emocional era la difícil relación entre padre e hija. Y Sebastián luce extrañísimo, sin emoción en su rostro, igual que El rey león. Si quiero ver animales realistas, voy al zoo. Incluso allí tienen más expresividad”. Musker se conforma con seguir haciendo cortos para divertirse y aprender nuevas técnicas alrededor de su pasión: la caricatura. Aún tiene la esperanza de adaptar Mort, libro del Mundodisco de Terry Pratchett y la espina que lleva clavada toda su carrera. Nadie quiere comprársela por ser “demasiado oscura”. Musker avisa: “Cada vez se busca más el éxito seguro. Solo gastan dinero en lo ya probado. Tanto control mata a los proyectos”.
“Cada vez se busca más el éxito seguro. Tanto control mata los proyectos”
Su nuevo trabajo, ‘I’m Hip’, está protagonizado por un gato cantante