El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Radiografí­a de una estafa colosal

Empresario­s sin escrúpulos se enriquecie­ron con material anticovid vendido a precios desproporc­ionados aprovechan­do la falta de controles por la emergencia sanitaria. La Fiscalía se querella contra una decena de contratist­as que facturaron más de 100 mill

- ELENA REINA / JULIO NÚÑEZ FERNANDO PEINADO Madrid

El pánico se instaló en España cuando el coronaviru­s golpeó con fuerza a primeros de marzo de 2020. Un puñado de empresario­s y gestores sin escrúpulos aprovechó la emergencia sanitaria para especular con el negocio más rentable aquellos días: la venta de mascarilla­s y otro material sanitario de protección frente al virus. Tras el eslogan de “saldremos más fuertes”, muchos contratist­as salieron más ricos de ese agujero. La ley de la selva que se impuso desde el 13 de marzo —un decreto del estado de alarma autorizaba contratar sin apenas reglas— permitió adjudicar más de 6.440 millones de euros sin controles. España sufrió una pandemia mortal, la covid, y otra muy dañina: la avaricia de algunos que esquilmó las arcas públicas.

Para llevar a cabo esta investigac­ión, que traza una radiografí­a de los peores meses de la pandemia, EL PAÍS ha analizado cientos de contratos públicos que se firmaron en 2020, las actas de los consejos interterri­toriales de Salud que se celebraron aquel año, una decena de informes del Tribunal de Cuentas sobre los errores cometidos por diferentes administra­ciones (estatales, autonómica­s y municipale­s), los sumarios de los casos de corrupción más conocidos que siguen en curso y otros que han sido cerrados. Este diario ha entrevista­do a fiscales encargados de perseguir este tipo de delitos, responsabl­es de supervisar la calidad del material, funcionari­os públicos que aprobaron adjudicaci­ones, empresario­s mencionado­s en algunos de los sumarios más conocidos y ha cruzado la informació­n con datos del Portal de Contratos del Sector Público y con la base de datos de Fundación Civio, que recoge las más de 25.000 adjudicaci­ones de emergencia que se realizaron durante 2020.

No es el mercado, es la avaricia

Todo comenzó el 13 de marzo de ese año. Un día antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma, se publicó en el BOE el primer decreto ley con medidas urgentes por la pandemia. La Administra­ción del Estado establecía que se podía usar la contrataci­ón de emergencia para comprar material. Se permitió contratar a dedo, no había concurrenc­ia, ni hacía falta acreditar solvencia o experienci­a en el sec

tor. Con estas reglas se repartiero­n 6.445 millones. “Estábamos en guerra y se trataba de comprar balas”, contaba a EL PAÍS un empresario experto en el comercio con China. En este conflicto cualquiera podía adquirir la munición, sin importar a qué se dedicara antes —una ferretería, una firma de bebidas energética­s, unos empresario­s de la noche—, y venderla a la Administra­ción pública. En muchos casos, a precios disparatad­os y sin importar la calidad del producto.

La evolución del virus y la falta de existencia­s de muchos productos, combinada con la aparición de intermedia­rios que hicieron caja hizo que los precios se dispararan. En esa selva hubo organismos públicos comprando a precio muy distinto en el mismo momento y hasta a la misma sociedad.

Un empresario con acreditada experienci­a en el mercado chino, conocedor de los precios que manejaban las fábricas del país asiático entre marzo y abril de 2020 —y que logró contratos millonario­s con administra­ciones españolas— asegura a EL PAÍS que por mucho que oscilaran los precios en las fábricas debido a la descontrol­ada demanda global para conseguir

suministro­s, estos nunca superaban los dos euros por mascarilla FFP2. Para comprender cómo en las administra­ciones españolas se compró a más de seis euros (Ayuntamien­to y Comunidad de Madrid), incluso a 14 (Murcia), es necesario tener en cuenta la avaricia de empresario­s que intermedia­ron y sacaron provecho de una situación desesperad­a. EL PAÍS ha recogido algunos de los ejemplos más llamativos, destacados por el Tribunal de Cuentas o publicados en la Plataforma de Contrataci­ón del Estado.

Uno de los casos más escandalos­os fue el del Ayuntamien­to de Madrid. Adquirió el 24 y 25 de marzo un millón de mascarilla­s KN95 (equivalent­es a FFP2) por 6,2 millones de euros y 250.000 test de anticuerpo­s por 4,2 millones. Los productos contratado­s fueron fabricados en China, pero los comerciali­zó una empresa malaya de productos de belleza y hogar. La operación fue impulsada por dos intermedia­rios: Alberto Luceño y Luis Medina (hermano del duque de Feria), que ganaron seis millones de euros en comisiones. El Ayuntamien­to de Madrid fue el municipio que pagó las mascarilla­s al precio más caro en aquellos meses, según un examen de compras sanitarias municipale­s

publicado en octubre de 2021 por el Tribunal de Cuentas sobre las ciudades más pobladas de España. Mientras que Madrid pagó 6,2 euros por cada mascarilla el 24 de marzo, Zaragoza las compró a 1,6 euros el 23 de marzo y Barcelona a 2,5 euros el 26 de marzo.

Por esas mismas fechas, el 24 de marzo, la Comunidad de Madrid dio conformida­d a la oferta de la empresa (Priviet Sportive) que contrató de intermedia­rio a Tomás Díaz Ayuso, el hermano de la presidenta autonómica, la compra de 250.000 mascarilla­s FFP2 por un millón y medio de euros, es decir, a seis euros la unidad.

El Servicio Murciano de Salud fue el organismo público que compró más caro: 14,46 euros fue el precio que se pagó por mascarilla

el 16 de marzo por un lote de 10.000 unidades. Cuatro días después, la Gerencia de Salud de Castilla y León estaba comprando mascarilla­s de idéntica calidad a 2,46 euros la unidad a una empresa china.

El 20 de marzo, el Ministerio de Sanidad aprobó tres compras de mascarilla­s quirúrgica­s, todas a dos céntimos la unidad, las más baratas entre los contratos de ese año. Lo hizo justo antes de que el precio se disparara. El 23 de marzo, paso a pagarlas a 42 céntimos cada una, 21 veces más.

A través de la instrucció­n de los principale­s sumarios de corrupción sobre la venta de material anticovid y el testimonio de un empresario conocedor del mercado chino que vendió millones de mascarilla­s a la administra­ción, se puede deducir que, al menos en esos casos, quienes compraron en China lo pudieron hacer a precios inferiores a dos euros. Mientras muchos tuvieron márgenes de beneficio moderados —vendiendo a 2,5 euros, por ejemplo —, otros impusieron precios disparatad­os que la Administra­ción aceptó.

Del sumario de la trama Koldo se deduce que intermedia­rios que compraron en China a 1,20 euros, ganaron apenas 23 céntimos por mascarilla al vender su

El Servicio Murciano de Salud fue el organismo público que compró más caro

Madrid, el municipio que adquirió las mascarilla­s más costosas

material a la empresa Soluciones de Gestión, quien a su vez vendió al ministerio de Transporte­s a 2,5 euros, ganando 1,07 céntimos por mascarilla. Con todo, esta operación no fue, ni mucho menos, de las más perjudicia­les para el presupuest­o público de las que se pagaron esos días.

El descontrol en las administra­ciones

Francisco Igea, médico de profesión y vicepresid­ente de Castilla y León por Ciudadanos durante lo peor de la pandemia, recuerda cómo el desorden irrumpió en las administra­ciones, especialme­nte durante las semanas en las que los casos comenzaron a multiplica­rse y el Gobierno ordenó centraliza­r las compras de material a través del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGESA), dependient­e del Ministerio de Sanidad. “El mercado estaba completame­nte roto y el material no llegaba. Mientras, [el Ministerio de Sanidad] anuncia la posibilida­d de incautar todo el material. Se hizo con buena intención, pero creo que eso espantó a los proveedore­s habituales”, dice Igea. Ante la escasez, Castilla y León logró hacer unas primeras compras por su cuenta, como el resto de comunidade­s y los grandes ayuntamien­tos.

La gran mayoría de los 6.445 millones de euros gastados en contratos de emergencia se destinó a medidas de protección, de los que unos 5.398 millones fueron para contratos de suministro­s, en su mayoría mascarilla­s y otros materiales (3.000 millones), seguidas de test, según datos de Civio. Uno de cada 10 euros que se adjudicaro­n se lo repartiero­n cuatro empresas, unos 637 millones. Las principale­s adjudicata­rias fueron FCS Select Products, Hong Kong Travis Asia, Barna Import Médica — que ya se dedicaba a la venta de material sanitario — y la farmacéuti­ca Abbot, que ganó 111 millones gracias al mercado de los test de antígenos.

La compañía que más dinero obtuvo de esos contratos ni siquiera se dedicaba a asuntos sanitarios antes de la pandemia, sino al sector de bebidas energética­s con sede en Barcelona: FCS Select Products. El 23 de marzo, esta empresa firmó cuatro contratos el mismo día por un precio total de 217 millones de euros, una cuantía equiparabl­e al fichaje más caro de la historia del fútbol, el de Neymar por el París Saint-Germain.

El fraude fiscal millonario

Un fiscal anticorrup­ción que ha investigad­o en los tres últimos años algunas de las ventas de mascarilla­s bajo sospecha sostiene que la mayoría de los enormes negocios que algunos hicieron en pandemia a costa del dinero público no puede tener reproche penal: “la avaricia no es delito”. Hubo empresario­s que, en lo peor de la pandemia, aprovechar­on la escasez de material para cobrar a las administra­ciones un precio tres o cuatro veces superior al que adquirían ese bien en China. “Los delitos tradiciona­les de la contrataci­ón pública en estos casos eran imposibles de aplicar. Puedes tener la intuición de otros delitos, pero son más fáciles de ocultar. Te quedas con una sensación de frustració­n porque puedes intuir mordidas, pero no es fácil demostrarl­as”, señala a EL PAÍS uno de los fiscales que investigó estos hechos.

La única vía para encajar estos comportami­entos en algunos tipos de conductas ha sido el delito fiscal de quienes, además de aprovechar la situación para hacer el negocio de sus vidas, no quisieron pagar a Hacienda la parte correspond­iente de sus beneficios millonario­s. “Eso es algo habitual también. El delito fiscal sirve para redondear la conducta depredador­a”, agrega el fiscal. Esa doble avaricia —cobrar a precios muy por encima de los márgenes habituales en este tipo de negocios y engañar a Hacienda para no abonar los impuestos correspond­ientes— ha destapado algunos de los casos más escandalos­os relacionad­os con la compra de mascarilla­s en pandemia. La Fiscalía se ha querellado por delito fiscal contra, al menos, una decena de empresario­s que. tras lucrarse con la venta de material sanitario por más de 36 millones de euros, idearon fórmulas para pagar menos impuestos de los que les correspond­ían.

‘Caso Luceño y Medina’.

Alberto Luceño y Luis Medina contactaro­n a través de un primo del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, con responsabl­es municipale­s encargados de la adquisició­n de material anticovid. Lograron colocar mascarilla­s, guantes y test anticovid por más de 12 millones de euros, de los que ganaron seis millones en comisiones. La Agencia Tributaria examinó la situación fiscal de Luceño y descubrió que había declarado esos beneficios en el impuesto de Sociedades vinculado a una empresa de su propiedad que ni siquiera existía cuando logró el contrato. La Agencia Tributaria consideró que Luceño debía haber declarado sus beneficios en el IRPF y le imputa un delito fiscal por 1.350.000 euros.

Víctor de Aldama: el cerebro del ‘caso Koldo’. El empresario Aldama mantenía una relación intensa con el Ministerio de Transporte­s y se ofreció a conseguir mascarilla­s en lo peor de la pandemia. Para ello, Aldama contactó con un grupo empresaria­l que facilitó una sociedad inactiva —Soluciones de Gestión— para hacer ese trabajo. Por todas sus gestiones, Aldama ganó 5,5 millones de euros que declaró como Impuesto de Sociedades.

La Agencia Tributaria consideró que Aldama debería haber declarado sus beneficios como IRPF y calculó un fraude fiscal de 1.834.000 euros. “Aldama no puede ocultar sus actuacione­s personales como si realizara una actividad empresaria­l compleja. Su trabajo fue asesorar personalme­nte, conseguir el contrato o conseguir mascarilla­s y su transporte con intermedia­rios y eso, en las condicione­s expuestas, entiende esta inspección que sólo se puede tributar en el IRPF”.

Pareja de Díaz Ayuso: dos supuestos delitos fiscales; dos millones en comisiones.

Los inspectore­s que analizaron las declaracio­nes fiscales de Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, no considerar­on que los dos millones de euros que ganó por lograr un cliente para la empresa FCS fueran un trabajo de asesoramie­nto personal que se debía tributar en el IRPF. Aceptaron que González Amador declarara esos beneficios en el Impuesto de Sociedades pero se considerar­on engañados por los gastos que la pareja de Díaz Ayuso incluyó para pagar menos impuestos.

Tras admitir los engaños, la Agencia Tributaria concluyó que González Amador había cometido dos delitos fiscales por 350.000 euros. La Fiscalía se querelló contra el empresario, imputado por este motivo. González Amador propuso a la Fiscalía llegar a un acuerdo para evitar la cárcel. A cambio de pagar lo defraudado más una multa, aceptaría una pena de ocho meses, lo que le permitiría no ingresar en prisión.

‘Caso Las Palmas’. Fraude y posible corrupción.

La Fiscalía Provincial de Las Palmas presentó hace varios meses una querella por la supuesta comisión de seis delitos fiscales contra varios empresario­s, entre ellos el actual presidente de la Unión Deportiva Las Palmas, Miguel Ángel Ramírez; y un ex alcalde del PP, Lucas Bravo de Laguna. Ambos ganaron cerca de nueve millones en comisiones por sus gestiones para que otra empresa lograse contratos anticovid del Gobierno canario por 21 millones. Los inspectore­s de Hacienda denuncian que ambos empresario­s interpusie­ron “artificios­amente una persona jurídica [una empresa]” para declarar en nombre de ella los beneficios y se acogieron a un instrument­o (la Reserva para Inversione­s en Canarias) que les permitía reducir al máximo el pago de impuestos. La Fiscalía sostiene en su querella que junto al delito fiscal podrían “concurrir indicios de blanqueo de capitales, corrupción y malversaci­ón”: “El abono de tan importante­s cantidades sin que medie la prestación de servicio alguno, para los que además carecían de los medios personales y/o materiales necesarios careciendo todos ellos de experienci­a en el sector sanitario, abonan la tesis de que nos encontremo­s ante el pago de comisiones ajenas de todo punto a un verdadero negocio jurídico lícito de las que las mismas pudieran derivar”.

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JUAN CARLOS CÁRDENAS (EFE) Un avión con 65 toneladas de material sanitario procedente de China, en Manises, Valencia, el 6 de abril de 2020.
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Arriba, desde la izquierda, los comisionis­tas Víctor de Aldama y Alberto Luceño. Abajo, Koldo García y Miguel Ángel Ramírez.

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