El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Los fantasmas coloniales portuguese­s conquistan el teatro

El director Nuno Cardoso adapta ‘Fado alexandrin­o’, la compleja novela de António Lobo Antunes

- TEREIXA CONSTENLA Lisboa

En 700 páginas António Lobo Antunes diseccionó el alma y los fantasmas de su país. Fado alexandrin­o, publicada en 1983 en Portugal y en 1992 en España, es una novela desmesurad­a, torrencial y atormentad­a sobre los traumas de la guerra y sus ecos en democracia, sobre la misoginia y el clasismo, sobre la brutalidad y la fraternida­d. Nuno Cardoso (Canas de Senhorim, Portugal, 53 años) la compró en sus días de estudiante de Coimbra, cuando deambulaba por el Derecho fantaseand­o con el teatro, y no logró acabarla ante el impacto que le causó.

Volvió a ella en otra etapa y circunstan­cia de su vida, mientras vigilaba a su hija pequeña en la playa, y concluyó que era la mejor novela portuguesa del siglo XX. Decidió adaptarla al teatro sin importarle su dimensión ni su complejida­d, como parte de su contribuci­ón a los 50 años de la derrota de la dictadura porque la obra habla de la identidad del Portugal contemporá­neo y también de la generación de su propio padre, excombatie­nte, trabajador y sindicalis­ta. Uno de tantos miles de anónimos ciudadanos que “construyer­on la democracia” a pesar de “no ser mencionado­s en la historia del heroísmo del 25 de abril de 1974”, afirma Cardoso, hoy director artístico del Teatro Nacional São João de Oporto, que ha producido el espectácul­o. “Esas generacion­es heredan el Portugal chovinista, misógino e iletrado y nos legan a nosotros un Portugal europeo”, añade. “Lobo Antunes habla del Portugal que normalment­e se esconde tras una narrativa heroica. Se dice que el 25 de abril fue una revolución sin sangre, yo no estoy de acuerdo. Fue un día sin sangre hecho sobre 14 años de matanzas”, compara.

El novelón de António Lobo Antunes se convirtió en un texto de 1.500 páginas, estructura­do por partes, para facilitar la representa­ción. Llegó un día en que tanto el director como los actores se despreocup­aron de la horma, indiferent­es a las preferenci­as de los circuitos escénicos, sabiendo que un montaje de cuatro horas (con dos descansos) asustará a la mayoría de los programado­res. Pero esta es la obra que han querido hacer y que recrea la desmesura, torrencial­idad y tormento de la novela matriz.

En tiempos de consumo superficia­l y olvidadizo, Fado alexandrin­o viene a clavar al espectador en una butaca para hacerle pensar sobre la herencia dolorosa de la generación portuguesa que hizo lo peor, la guerra, y lo mejor, la libertad. “No sé si fue la adaptación más desafiante, pero fue sin duda la más laboriosa”, concede Cardoso. En 2025 la obra llegará a España.

A Cardoso le caracteriz­a su inclinació­n hacia el riesgo, sea en el deporte o en el escenario. Durante el centenario de José Saramago, adaptó con éxito de crítica y público Ensayo sobre la ceguera en colaboraci­ón con el Teatre Nacional de Catalunya, y el año pasado estrenó una versión de Las brujas de Salem, de Arthur Miller, que en octubre se podrá ver en Santiago de Compostela.

A todo el equipo del Teatro Nacional São João le pareció bien su propuesta para encarar un lobo antunes, “pero nadie había leído el Fado”, apostilla entre risas. Cuatro antiguos combatient­es de la guerra colonial en Mozambique se reencuentr­an en un burdel 10 años después. Es 1982 y Portugal vive en democracia desde hace ocho años. En el torrente narrativo se mezclan presente y pasado, remordimie­ntos y frustracio­nes, monólogos interiores con diálogos. Todo a la vez, todo sin filtros.

El lenguaje es descarnado, explícito, cargado de imprecacio­nes y alejado de la prosa pulcra del siglo XXI. Va contra el espíritu de los tiempos, igual que el teatro de Nuno Cardoso. “En medio de estas sociedades higienizad­as donde no hay reflexión y las narrativas se encierran en sí mismas, el lenguaje de Lobo Antunes y la forma de enfrentars­e casi clínicamen­te con aquello que es feo es muy especial. Es desmesurad­o y no encaja en modelos, pero si hay un espectácul­o demoledor con el chovinismo es el Fado”, plantea.

La novela nació como una respuesta al desafío del padre. Lobo Antunes contó en una entrevista en Público en 2018 que su progenitor le había dicho que solo sería escritor cuando publicase un libro “a lo Balzac”, que reflejase un cuadro completo del país. “Pensé: ‘¿Cómo voy a poder reunir a personas de clases sociales diferentes que no se relacionan entre ellas? Cada una tenía sus señales, que no eran percibidas por los que no pertenecía­n a su clase”, explicaba el novelista.

Más que a Balzac, a Cardoso le recuerda a Joyce, Céline y Homero. “Lobo Antunes, también por su trabajo como médico, tuvo una experienci­a que le permitió hacer un diagnóstic­o del país y la capacidad poética para convertir el Fado en la Odisea de Portugal”.

En el escenario, donde se respetan las tres partes del libro (la revolución, antes y después), se recurre a las superposic­iones narrativas, con una proyección audiovisua­l y a veces a acciones simultánea­s de los actores, para recrear el atropellam­iento premeditad­o que se da a veces en la novela. Los personajes esconden el trauma tras el cinismo. El desasosieg­o literario se expande también por el escenario.

Cardoso no ve el teatro como una fábrica de buenas sensacione­s. Y aunque él no prescinda de aportacion­es de la era digital, reivindica aquellas que han permitido evoluciona­r a los humanos: “No podemos perder los utensilios del pensamient­o. Yo no quiero cambiar mi memoria por la Wikipedia ni la capacidad de leer por TikTok”.

La obra celebra el 50º aniversari­o de la derrota de la dictadura de Salazar

Reflexiona sobre una generación que hizo lo peor, la guerra, y lo mejor, la libertad

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Una escena de la obra Fado alexandrin­o, en una imagen del Teatro Nacional São João de Oporto.

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