El Pais (Pais Vasco) (ABC)

La venganza de Sherlock Holmes

Del 13 al 29 de agosto Edimburgo celebra el Festival del Libro. Seguimos los pasos de tres de sus escritores más notables

- Por Santiago Velázquez Santiago Velázquez es autor del libro Todos los hombres que nunca seré (Playa de Ákaba).

Edimburgo tiene un aire de fortaleza medieval, de callejón lúgubre y fachadas recubierta­s de verdín. Edimburgo está llena de secretos literarios, de cruces gaélicas y cementerio­s celtas que surgen escondidos detrás de las tapias de los callejones o en los jardines umbríos, tétricos de lápidas y cadáveres góticos. Edimburgo es, en fin, la ciudad en la que nacieron y vivieron algunos grandes escritores como Stevenson. A Edimburgo llegamos con el incierto propósito de dejarnos deslumbrar por sus tonos plomizos y sus leyendas literarias. Y así empezamos nuestro recorrido. Stevenson Según cuentan las crónicas, el autor de La isla del tesoro nació el miércoles 13 de noviembre de 1850, a la una y media de la tarde, en el número 8 de Howard Place, al norte de la ciudad nueva, más allá de la frontera del río Water of Leith. Las pertenenci­as que allí había se pueden encontrar ahora en el Museo de los Escritores, en la mansión de Lady Stair, en una callejuela de Lawnmarket, al final de la Royal Mile.

Ya en New Town, en el número 17 de Heriot Row, está la casa a la que la familia Stevenson se mudó en 1857. Robert Louis tenía entonces siete años y era un niño enfermizo y mimado. Allí vivieron tres décadas, hasta la muerte del padre. Está en una calle anchurosa y muy tranquila, con un magnífico jardín enfrente, el Queen Gardens, donde es fácil imaginarse al adolescent­e Stevenson acudiendo a leer con cierta asiduidad. La casa no se puede visitar, es propiedad privada, pero es magnífico observar los amplios ventanales y los espacios interiores.

A Stevenson le gustaba pasear por Calton Hill, una deliciosa colina que ofrece unas vistas espectacul­ares de la ciudad, adonde también acudían a inspirarse poetas y artistas como Robert Burns, el pintor Turner o Julio Verne en alguna de sus estancias en la capital escocesa.

En la calle Drummond, esquina con South Bridge, está el restaurant­e La Hispaniola, el antiguo bar Rutherford, fundado en 1834, uno de los sitios favoritos de Stevenson para tomar copas e ir de parranda con los amigos. Sitio, por cierto, que también visitaban con frecuencia (aunque nunca coincidier­on) J. M. Barrie y Conan Doyle. Arthur Conan Doyle Encontramo­s a los pies de Calton Hill, en la glorieta en la que desemboca Leith Street, en Picardy Place, la única estatua que homenajea a Arthur Conan Doyle, de manera un poco confusa, todo hay que decirlo. La estatua es un homenaje al autor, como figura en la placa del pedestal, pero la figura en bronce es de Sherlock Holmes. Está claro que el personaje de ficción se comió al autor, cosa que ya vivió en carne propia cuando decidió acabar con él en una de sus novelas. En el número 11 de Picardy Place está la casa donde nació. Un poco más allá, en uno de los chaflanes, está el Conan Doyle Pub, donde se le homenajea desde la fachada hasta el interior.

Recordemos que Conan Doyle era de ascendenci­a católica y que se educó con los jesuitas. Su padre, borracho furibundo y con tendencia a la depresión, acabó rompiendo la familia. Arthur se casó dos veces, fue un padre autoritari­o y un gran defensor de la mujer. Ganó grandes cantidades de dinero gracias a la saga de Holmes y practicó con asiduidad el boxeo y el rugby, sobre todo en su juventud. Estudió Medicina en la Universida­d de Edimburgo y se alojó durante años en lo que hoy es el Edinburgh Centre for Carbon Innovation (en High School Yards), sitio emblemátic­o y de obligada visita, pues allí fue donde conoció al médico forense Joseph Bell, profesor que le inspiraría la figura de su famoso detective.

Walter Scott

Es el autor del romanticis­mo europeo por excelencia, creador de novelas míticas como Ivanhoe o

Rob Roy. Y como tal, por tanto, fue uno de los inspirador­es del movimiento nacionalis­ta escocés.

En la calle Guthrie, esquina con Chambers, está la casa donde nació Scott el 15 de agosto de 1771. Y se conserva también en la que vivió muchos años, en el 24 de George Square, donde la Universida­d de Edimburgo era propietari­a de todos los edificios salvo de este.

En la exposición del Museo de los Escritores hay fetiches de todo tipo: desde una primera edición de Waverley hasta el bastón con el que Scott daba sus caminatas por los campos de media Escocia. Y un rudimentar­io caballito de madera en el que el niño Walter Scott se columpiaba horas y horas. Si uno se fija atentament­e, el lado izquierdo tiene un menor desgaste en el estribo que el derecho, debido a que el ilustre escritor era cojo de su pierna izquierda, fruto de la polio. Es por eso que en el fastuoso y colosal monumento a Scott, que flanquea uno de los paseos laterales de Princes Street, el escritor aparezca sentado.

 ?? / Joe Daniel Pricecor / Getty ?? Atardecer en Princes Street, en Edimburgo, y cartel del Museo de los Escritores.
/ Joe Daniel Pricecor / Getty Atardecer en Princes Street, en Edimburgo, y cartel del Museo de los Escritores.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain