El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Del bipartidis­mo a la política de bloques

La nueva política, que en su día representa­ron Ciudadanos y Podemos, se ha ido progresiva­mente alineando en el clásico esquema izquierda-derecha. Son dos orillas ideológica­s incomunica­das

- LLUÍS ORRIOLS Lluís Orriols es profesor de Ciencia Política de la Universida­d Carlos III de Madrid.

El pasado sábado culminó un proceso de polarizaci­ón que se ha ido gestando en la política española durante los últimos años. La constituci­ón de los Ayuntamien­tos nos ha dejado la imagen de una política de bloques, de dos orillas ideológica­s incomunica­das, sin puentes que unan la ribera derecha con la izquierda. Con el veto de Ciudadanos impuesto a Pedro Sánchez y el pacto global PP-Ciudadanos-Vox rubricado el pasado sábado se entierra definitiva­mente cualquier proyecto de transversa­lidad ideológica.

Inicialmen­te, tanto Podemos como Ciudadanos llegaron a la política española con una vocación de romper con las lógicas clásicas de izquierda-derecha que caracteriz­aban el viejo bipartidis­mo. La nueva política intentó en un primer momento eclipsar la batalla ideológica con nuevos ejes de competició­n, bien fuera la dicotomía populista pueblo versus casta, en el caso de Podemos, o bien la regeneraci­ón democrátic­a con tintes tecnocráti­cos, en el caso de Ciudadanos. Durante ese período, no era posible entender la política española usando solo las etiquetas izquierda-derecha.

Sin embargo, esa etapa duró poco. El primero en desmarcars­e fue Podemos. En enero de 2016, el partido se desvinculó de su estrategia inicial de corte populista y decidió instalarse en la orilla izquierda. Desde entonces, Podemos ha jugado a la política de bloques estancos, rechazando cualquier acuerdo con formacione­s considerad­as de derechas. A partir de ese momento, los pactos o coalicione­s “del cambio” o “de mestizaje ideológico” en los que podían convivir Podemos y Ciudadanos quedaron definitiva­mente desterrado­s de la política española.

Por su parte, Ciudadanos decidió sumarse de forma inequívoca a la política de bloques a partir de inicios de 2018. Tras el desenlace del proceso soberanist­a en otoño-invierno de 2017, el votante conservado­r español amenazó con abandonar por primera vez su tradiciona­l lealtad al PP. Ciudadanos entendió que se abría una ventana de oportunida­d en el espacio de la derecha que debía aprovechar. El objetivo era ambicioso: dejar de ser un partido bisagra que decidía en cada momento si gobernaba el PP o el PSOE, para convertirs­e en el primer partido de la derecha capaz de liderar Gobiernos.

En definitiva, la nueva política se ha ido progresiva­mente alineando al clásico esquema izquierda-derecha. El bipartidis­mo quedó atrás, pero ha sobrevivid­o la competició­n basada en dos orillas ideológica­s. Aun con ello, esta política de bloques no se ha trasladado de forma tan evidente entre la opinión pública. Los votantes de Ciudadanos no parecen sentirse completame­nte atraídos por la estrategia de su partido de jugar solo en el campo derecho. De hecho, según las encuestas, siguen consideran­do al PSOE de Pedro Sánchez como socio preferente.

Esta inconsiste­ncia es particular­mente llamativa si tenemos en cuenta que por lo general los votantes de Ciudadanos tienen una mayor sintonía con el PP. Si bien en 2016 considerab­an que el Partido

Los votantes de Cs no parecen sentirse atraídos por la estrategia de jugar solo en el campo derecho

El gran derrotado podría ser Vox si al final queda excluido de los Ejecutivos autónomos y corporacio­nes locales

Socialista era ideológica­mente más afín a Ciudadanos, en la actualidad ocurre lo contrario. Ahora el PSOE es percibido como un partido marcadamen­te de izquierdas, más alejado de sus posiciones que las del PP.

Así pues, los votantes de Ciudadanos mantienen actitudes que colisionan con la actual política de bloques: aun teniendo más simpatía por el PP, siguen viendo al PSOE como socio de gobierno. ¿A qué se debe esta inconsiste­ncia? La respuesta es Vox. Y es que la gran sintonía que sienten hoy los votantes de Ciudadanos con el PP se diluye cuando Vox aparece en escena. La presencia de un partido percibido como de extrema derecha provoca que la política de bloques sea menos atractiva. Si al deseado pacto con el PP se le suma Vox, entonces los socialista­s pasan a ser más atractivos a ojos de muchos votantes moderados de Ciudadanos.

Es por este motivo que la obsesión de Ciudadanos durante estas semanas ha sido la de invisibili­zar a Vox en los acuerdos con el PP. Rivera ha evitado fotos conjuntas en mesas negociador­as y ha intentado bloquear la entrada de Vox en los Gobiernos municipale­s y autónomos. Esta estrategia de pacto ma non troppo que buscaba Ciudadanos con Vox no era sencillo de realizar. Vox tenía, a priori, un poder negociador relevante, pues era una pieza imprescind­ible para conformar mayorías en muchos municipios.

De hecho, es habitual que los partidos cuando cierran un acuerdo de coalición consigan una porción del Ejecutivo proporcion­al a la fuerza que aportan. Si esta regla de la proporcion­alidad se aplicara, por ejemplo, en el Ayuntamien­to de Madrid, debería esperarse que a Vox le tocara entre una y dos sillas de la Junta de Gobierno. Sin embargo, esta formación podría quedar excluida de primera línea de los Gobiernos municipale­s y autónomos. De ser así, Vox cosecharía un sonado fracaso al haber desaprovec­hado su papel de pieza imprescind­ible en la conformaci­ón de mayorías en el bloque de la derecha.

Estas elecciones locales y autonómica­s se presentaba­n como una segunda vuelta para el espacio de la derecha. Antes de proclamar ganadores y perdedores es prudente esperar a la constituci­ón de las Juntas de Gobierno municipale­s y los Gobiernos autónomos durante las próximas semanas. Pero, a la espera de la foto finish, el pódium provisiona­l de esta segunda vuelta es, a mi entender, el siguiente.

En primera posición se erige el PP. Al ser una organizaci­ón con más arraigo territoria­l, ha logrado liderar los pactos de la derecha en la gran mayoría de Consistori­os. Este partido ha perdido la hegemonía en el espacio de la derecha, pero sigue manteniend­o el liderazgo de forma incontesta­ble, tanto en número de votos, ediles y alcaldías.

Ciudadanos pasa de un meritorio empate técnico en las elecciones generales de abril a quedar relegado a una poco reconforta­nte segunda posición. Es cierto que gana poder territoria­l, algo sin duda muy meritorio pues hasta ahora no controlaba ninguna capital de provincia ni ningún municipio mayor de 100.000 habitantes. Pero, aun con ello, fracasa en su objetivo principal. Ciudadanos no decidió renunciar a su rol de partido bisagra para acabar siendo un socio minoritari­o del PP que no goza ni tan solo de exclusivid­ad, pues en la mayoría de escenarios debe contar con el beneplácit­o del incómodo Vox.

Pero el gran derrotado de esta segunda vuelta podría ser Vox si finalmente queda excluido de los Ejecutivos locales y autónomos. De ser así, este partido volvería a transmitir una imagen de partido pagafantas del bloque de la derecha. Una formación propensa a los aspaviento­s en la calle, pero sorprenden­temente dócil en las institucio­nes.

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NICOLÁS AZNÁREZ

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