Colau vuelve a colgar el lazo amarillo en el Ayuntamiento
cón del Ayuntamiento les da la razón. “Ha hecho lo mismo que habría hecho el señor Maragall. Nos reiteramos en nuestro criterio de no votar a Colau. La diferencia entre ambos es muy poca”, justificó.
Hace meses que Rivera y Valls habían dejado de hablar. El último acto que compartieron fue en febrero, en la manifestación en la madrileña plaza de Colón. Esa protesta ya supuso un importante choque entre ambos. Valls acudió a la concentración convocada por PP, Ciudadanos y Vox para pedir elecciones anticipadas, pero no quiso compartir foto con la extrema derecha. Las desavenencias quedaron claras durante la campaña del 26-M, en la que Rivera evitó aparecer junto a Valls.
“Fiasco”
Sí lo hizo Arrimadas, que ha mantenido una buena relación con el político. La exlíder de la oposición de Cataluña se reunió con él para tratar de evitar la división de voto en la investidura de la alcaldesa de Barcelona, pero el ex primer ministro francés tomó la decisión firme de votar gratis a Colau. Si no lo hubiera hecho, hoy Barcelona tendría un alcalde abiertamente independentista.
En la cúpula de Ciudadanos hablan de “fiasco” de la operación Valls, la primera en la que Rivera admitía a un barón no sujeto a su jerarquía, y citan dos detalles que molestaron en las últimas horas especialmente. Uno es el mensaje que Valls dedicó en Twitter a Javier Lambán este domingo, en el que agradecía al socialista sus palabras de apoyo por darle los votos a Colau y decía que Aragón le “necesita como presidente”. El otro no partió del regidor, sino de uno de los fundadores de Ciudadanos, Arcadi Espada, que ha animado a Valls a disputar el liderazgo a Rivera (aunque no forma parte del partido). En la dirección había también reticencias ante las especulaciones de que Valls vaya a lanzar un nuevo partido en Cataluña, una posibilidad que el entorno del concejal ha descartado.
La ruptura de Rivera con su alcaldable envía otros dos mensajes, hacia afuera y hacia adentro: que el líder se reafirma en su estrategia, a pesar de la cascada de críticas —las de Valls a los pactos con Vox han caído en saco roto—, y que no es momento de disidencias. Arrimadas insistió ayer, otra vez, en que el partido no investirá a Pedro Sánchez.
una confrontación de bloques polarizados, hay que seguir preguntándose por qué lo hizo. ¿Qué aconsejó a Rivera dejar de ser un centrista para pasar a confluir y congregarse con los ultras y los herederos del franquismo? Sospecho que lo hizo por puro arribismo clasista. Albert es una especie de Pijoaparte desclasado, o de Bel Ami hispano catalán, que aspira a huir de sus orígenes y sus raíces populares, como esos antihéroes de Marsé o Maupassant, para medrar escalando hacia las espléndidas alturas donde habitan las élites inaccesibles. Que le responden aceptando sus servicios con displicente cortesía pero sin reconocerle a cambio como uno de los suyos. Aún hay clases, Albert. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, estrenó ayer su segundo mandato colgando en el balcón del Ayuntamiento la pancarta con el lazo amarillo en solidaridad con los políticos separatistas presos por presunta rebelión. El lazo llevaba desde diciembre
El sábado pasado, en su discurso de investidura, Colau ya anunció su voluntad de reponer el lazo y dijo que lo consultaría al resto de grupos. Cuando se colgó por primera vez se debatió en una Junta de Portavoces, pero ayer el gobierno lo llevó a una reunión en la que el secretario municipal planteaba cuestiones formales y de calendario de inicio de mandato. Fue al final cuando el equipo de Colau planteó la cuestión de la pancarta.
La segunda teniente de alcalde, Janet Sanz, señaló tras la reunión la voluntad de colgar el lazo tras “constatar que las posiciones de 2017 en el balcón, pero se retiró por orden de la Junta Electoral durante la campaña. La alcaldesa lo restituyó ayer, una decisión que fue consultada a los grupos políticos en una reunión informal. Solo ERC y Junts per Catalunya apoyaron la iniciativa de Colau, que no comparten sus futuros socios del PSC.
de los grupos no han cambiado” respecto a la Junta de Portavoces que decidió colgarlo en 2017. Entonces, colgar el lazo tuvo el apoyo de Barcelona en Comú, ERC y Junts per Catalunya. En este mandato estos tres partidos suman 25 concejales de 41. El PSC, Barcelona pel canviCiudadanos y el PP, que se oponen a colocar el lazo amarillo porque consideran que vulnera la neutralidad de la institución, suman 16 ediles.
ERC y Junts per Catalunya celebraron la reposición, pero señalaron que evidencia la primera discrepancia entre los dos partidos
que gobernarán: Barcelona en Comú y el PSC. Republicanos y neoconvergentes manifestaron además que el lazo podría haberse repuesto el día siguiente a las elecciones. “Colau ha esperado hasta ahora para que no interfiriera en sus conversaciones [sobre la investidura] con el PSC”, entendió la número dos de Junts per Catalunya, Elsa Artadi.
En plenas negociaciones por el reparto de carteras del ejecutivo municipal, la socialista Laia Bonet recordó que la postura de su partido siempre ha sido la misma: “El Ayuntamiento debe poder representar a toda la ciudadanía y la neutralidad”, dijo sin entrar en mayor polémica. El jefe de filas del PSC, Jaume Collboni, se limitó a decir que es un “error” volver a colgar la pancarta. “Cualquier símbolo que se cuelgue debe hacerse con el consenso de todos, y este actualmente divide a la sociedad catalana”, dijo.
Quien se mostró muy crítico fue el concejal Josep Bou, del PP. “Barcelona no puede estar sometida a estos vaivenes, el lazo dice que en España hay presos políticos y esto es una aberración. España es una democracia y en una democracia no hay presos políticos”, afirmó. Y pidió a Colau “que recapacite y gobierne para todos los barceloneses”. Bou advirtió de que hará “todo lo posible” para quitar la pancarta.
Los dos concejales de Ciudadanos que acudieron a la reunión, Paco Sierra y Mariluz Guilarte, no hicieron declaraciones. Ambos se enteraron en ese momento de que la dirección de su partido decidía romper con Manuel Valls por su apoyo a la investidura de Colau, y salieron a toda prisa de la reunión sin comentar la cuestión de la pancarta.