El reseteo mental de Jon Rahm
El golfista vasco, tercero en el US Open, su mejor resultado en un grande, necesitó parar al estar agotado de competir
Hace no tanto que Jon Rahm era “incontrolable”. Nacho Gervás, director técnico de la Federación Española, recuerda cuando en 2011 conoció al golfista vasco en su primer año en la residencia Blume. “Con 16 años era igual de grande que ahora [mide 1,91m y pesa unos 100 kilos], era un oso. Imagínatelo a esa edad con las hormonas disparadas. Aquello era incontrolable, muy difícil de manejar. Hacía barbaridades, hubiera gente delante o no. Tenía una ira descontrolada”.
Las gamberradas de ese primer Jon Rahm son numerosas. El chico podía, por ejemplo, romper las barras de salida en un tee por un mal golpe con el driver, aunque llevara cuatro golpes de ventaja y quedaran cinco hoyos por jugarse. Más de una vez fue expulsado de un torneo por su comportamiento. Más de una vez acabó, arrepentido, en el despacho de Gervás después de perder los papeles. “Entendía que se había equivocado, sabía que tenía un problema, pero no se podía controlar”, explica el formador.
El proceso de reforma de Rahm ha sido lento y costoso. Ha tenido que mediar un viaje de cuatro años a Estados Unidos, un trabajo mental, una adolescencia difícil... El resultado, a los 24 años, es un golfista que conserva en su interior ese fuego que le alimenta en el campo, pero que ha aprendido a mantener, casi siempre, a la fiera bajo control. Su tercer puesto en el US Open que finalizó este domingo, con -7, a seis golpes del ganador, el estadounidense Gary Woodland, es su mejor resultado en un grande y simboliza ese crecimiento