La líder de Hong Kong se aferra al cargo y precipita nuevas protestas
La jefa del Gobierno autónomo hongkonés, Carrie Lam, sigue sin poder, o querer, apaciguar a los manifestantes en Hong Kong. Ayer presentaba su “más sincera” disculpa personal “a todo el pueblo de Hong Kong” por la preocupación que el proyecto de ley de extradición a la China continental ha suscitado pero rechazó dimitir. En una atmósfera de crispación, a quienes llevan diez días en las calles, su disculpa les parece insuficiente y anuncian nuevos actos de protesta.
“Dos días después de que se manifestaran dos millones de personas, Lam se ha limitado a pedir perdón, nada más, y no ha hecho caso de lo que esos dos millones le reclamaban”, respondía el líder estudiantil Joshua Wong en una rueda de prensa en plena calle, frente a la sede del Gobierno central chino en Hong Kong.
Wong advertía que las marchas y los actos de protesta continuarán. Especialmente los días en que se celebra la cumbre del G20 en Osaka (Japón, 28 y 29 de este mes), a la que están invitados el presidente de EE UU, Donald Trump, y el de China, Xi Jinping. Hasta ahora, esa reunión prometía
estar centrada en los acontecimientos en Irán y lo que ambos mandatarios pudieran hacer —o no— por resolver la guerra tecnológica y comercial que enfrenta a ambas potencias. Pero los manifestantes están decididos a meter Hong Kong en la agenda.
“La erosión de las libertades en Hong Kong debería formar parte de la conversación entre Trump y Xi Jinping” en Osaka, opina Wong. Aunque Pekín no lo ha confirmado, es probable que los dos presidentes celebren una bilateral, considerada clave para resolver la guerra comercial. El secretario de Estado, Mike Pompeo, ya ha apuntado que Trump podría sacar a relucir también las manifestaciones de Hong Kong.
Los actos de protesta se intensificarán en torno al 1 de julio, el aniversario de la devolución de la antigua colonia británica a la soberanía china, una fecha que tradicionalmente se celebra con una gran manifestación ciudadana.
Sobresaltada aún por el éxito de la multitudinaria manifestación del domingo, muy superior a los cálculos del Gobierno después de que Lam anunciara un día antes la suspensión del proyecto de ley, la ministra jefe había comparecido contrita ante la prensa para pedir perdón y una “segunda oportunidad” a los hongkoneses. “Durante las marchas de los últimos días, la gente ha expresado de manera pacífica y ordenada su insatisfacción con el proyecto de ley y el Gobierno, especialmente yo… Personalmente recae sobre mí mucha de la responsabilidad en las deficiencias del Gobierno autónomo”, dijo ayer.
Todo sin ceder a las reclamaciones de los manifestantes. Vino a argumentar que, a efectos prácticos, la medida está muerta: no hay tiempo para tramitarla y expirará cuando termine esta sesión legislativa, en julio de 2020. Pero evitando quedar en evidencia. Tampoco quiso ceder en lo que ahora mismo más importa a los manifestantes más jóvenes: la promesa de que no se presentarán cargos contra ninguno de los participantes en las concentraciones.
Ante la falta de concesiones tangibles, el resentimiento contra la jefa de Gobierno no ha hecho sino crecer entre los manifestantes. El pulso entre los ciudadanos y Lam se reduce ya a una cuestión de “confianza” y los residentes la han perdido por completo en su ministra jefe.