El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Los políticos reconocen la penuria

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Ahora ya ni el Partido Popular, que gobernó los años de mayores recortes en los campus, niega que la Universida­d está infrafinan­ciada. Lo reconoció en un debate anterior a las elecciones generales. Ciudadanos también es partidario de invertir más en educación superior aunque con mayor rendición de cuentas. Y Podemos y los socialista­s aspiran a que el gasto total en Educación alcance el 5% del PIB (4,28% en 2018). externos de investigac­ión liquidados (4,79%) o las publicacio­nes por profesor (3,97%) porque los más jóvenes para hacer carrera tienen que investigar, no centrarse solo en la docencia.

“Hay un efecto perverso, porque al salir de la crisis todos los suministro­s van subiendo. Las empresas se contuviero­n aquellos años pensando que no podían jugar al alza, y ahora creen que sí”, sostiene Elias, presidente de la Associació Catalana d’Universita­ts Públiques (ACUP). “Se ve cuando convocamos un concurso de limpieza o de un suministro. Las empresas creen, con razón, que la economía está mejorando pero no es nuestro caso”. En la Complutens­e, por ejemplo, quedó desierto el concurso del servicio de limpieza por ser muy bajo el precio de salida.

Saldo negativo

La Autónoma de Barcelona, que ha pasado de limpiar todos los días a hacerlo tres veces a la semana, cerró 2018 con un saldo negativo de 3,2 millones, porque su consejo social no ha querido maquillar la realidad, dice su rectora, Margarita Arboix. Ella calcula que sería necesario un mínimo de cinco millones para mantener los edificios y se financia con dos. La falta de presupuest­os autonómico­s —prorrogado­s— impide a la Generalita­t inyectar los 72 millones previstos para los campus.

En este escenario de salvar los muebles, piensa Carmen Pérez Esparrells, profesora de Economía de la Educación de la Universida­d Autónoma de Madrid, los campus son cortoplaci­stas y no diseñan estrategia­s conjuntas de financiaci­ón y sinergias, lo que en su opinión pasa factura en los ranking de calidad internacio­nales. La investigad­ora sostiene que las autonomías deben recordar que la Universida­d es un gran motor de sus economías, pero cree que se deberían buscar otras fuentes de financiaci­ón. “Existen muchos mecanismos y fórmulas, y múltiples maneras para conseguir una financiaci­ón complement­aria (aunque muy marginal al principio) procedente del patrocinio y el mecenazgo”, afirma en un artículo titulado ¡Dejemos de llorar! en Studia XXI. “Pero todas estas”, añade, “pasan por la constancia, la legitimida­d, la reputación de la institució­n y la comunicaci­ón de su valor social”.

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