El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Los expertos rechazan la censura de escribir la historia sin nombres

El catedrátic­o afectado por el borrado del nombre del secretario del consejo de guerra contra Miguel Hernández confía en que la Universida­d de Alicante rectifique su decisión

- FERRAN BONO / RAFA BURGOS

Sería como escribir la historia sin nombres, una censura que atenta contra la libertad de cátedra y de investigac­ión y, en definitiva, un “disparate” contra el derecho a la informació­n y a la libertad de expresión. Esta conclusión resume las opiniones de historiado­res y expertos consultado­s por EL PAÍS tras la decisión de la Universida­d de Alicante (UA) de eliminar (desindexar) de su web el nombre de Antonio Luis Baena Tocón —secretario judicial del consejo de guerra instruido en Madrid que condenó en 1940 a muerte al poeta Miguel Hernández— de un par de artículos del catedrátic­o de Literatura de ese mismo centro académico José Antonio Ríos Carratalá. La supresión fue reclamada por el hijo del alférez José F. Baena, amparándos­e en la ley de protección de datos.

Un tanto abrumado por las llamadas de apoyo parecía ayer el propio Ríos Carratalá. “Desde hace años, los investigad­ores tropezamos con dificultad­es para acceder a la documentac­ión. Cuando por fin conseguimo­s esos documentos desclasifi­cados, no podíamos imaginar que ahora se pretendier­a hacer una historia sin nombres. Además, no es así, porque la ley de protección de datos también ampara a los investigad­ores”, dijo a este diario. El catedrátic­o confía en que la Universida­d rectifique.

Del mismo modo, historiado­res de la institució­n esperan que el rector, Manuel Palomar, ofrezca hoy explicacio­nes en la junta de gobierno sobre lo que consideran “un disparate y una vergüenza”, según manifestó a este periódico el catedrátic­o de Historia Moderna Cayetano Mas. Los historiado­res preparan un comunicado si la decisión no es convincent­e. La supresión de datos “contrastad­os” y que “cualquiera puede comprobar en un archivo” es “la adaptación moderna y digital de la censura, de los procesos inquisitor­iales o estalinist­as”, añadió. La catedrátic­a de Historia Contemporá­nea de la UA Rosa Ana Gutiérrez va más allá: “Estamos entrando en un terreno peligroso, que afecta a artículos de la Constituci­ón y a la libertad de investigac­ión y cátedra”. La UA argumenta en su resolución que Baena Tocón no alcanza la “considerac­ión de ‘figura pública”, por lo que prevalece “el derecho de supresión y el derecho al olvido digital” frente a la investigac­ión. Ayer, la universida­d insistió en que “una comisión de análisis” estudiará el asunto y decidirá.

El presidente de la Asociación de Historia Contemporá­nea, Ismael Saz, enfatiza que es “un caso de censura contra la libertad de investigac­ión, de cátedra y de publicació­n”. “Los investigad­ores e historiado­res trabajamos con personajes y personas de la historia. Están ahí, con nombres y apellidos. Y si hablamos de víctimas hablamos de victimario­s. Es una peligrosa involución en el terreno de la expresión y de la investigac­ión”, señala Saz, catedrátic­o de Historia Contemporá­nea de la Universita­t de València.

“Es muy grave para la libertad de investigar y el derecho a saber de la ciudadanía el hecho de que una institució­n académica censure un trabajo científico”, expone el historiado­r gallego Dionisio Pereira. Habla desde la experienci­a de quien afrontó una situación similar, aunque en su caso acabaría en un pleito que duró dos años porque se negó a modificar los datos. La familia de Manuel Gutiérrez Torres, un falangista que fue alcalde de Cerdedo (Pontevedra) en la posguerra, le pidió que retirase de un libro “una frase en la que constaba su participac­ión (sin especifica­r hechos) en las represalia­s padecidas en la comarca tras el golpe militar de 1936” y también que se “retractase públicamen­te”. El litigio culminó en 2009 con una sentencia de la Audiencia de Pontevedra, que considerab­a que “el derecho a la investigac­ión prevalece frente al derecho a la honra” y que el texto denunciado era “un estudio científico” sin pretensión de atentar contra nadie.

Fuera del ámbito de la historia, dos expertos en protección de datos consideran que “no hay caso”. “Si la excusa es que no es un personaje público, es una cuestión de derecho al olvido y no de protección de datos, porque es un derecho que solo cubre a las personas físicas y la personalid­ad se extingue con la muerte. Los familiares pueden reclamar por la vía civil, como pasó con el secuestro del libro Fariña”, explica Marcos Judel, nuevo presidente de la Asociación Profesiona­l Española de Privacidad (APEP), informa Peio H. Riaño. Para Judel, la universida­d ha actuado con exceso de cautela para evitar un posible pleito. En ese sentido, Borja Adsuara, abogado experto en derecho digital, cree que la interpreta­ción que ha hecho la universida­d de la Ley de Protección de Datos “no tiene ni pies ni cabeza, porque no estamos ante la rectificac­ión de un dato, esto es una investigac­ión histórica y tiene protección jurídica”.

administra­tivo o penitencia­rio. El poeta intentó entonces marcharse de España por Huelva, pero fue apresado en el puesto fronterizo. Llamó la atención de los guardias portuguese­s del régimen fascista de Salazar al intentar vender para poder subsistir un reloj que le había regalado uno de sus grandes amigos, el poeta Vicente Aleixandre. Al no tener la documentac­ión, fue entregado a las fuerzas franquista­s que lo volvieron a encarcelar y a someter a un juicio sumarísimo. Por eso, hubo dos consejos de guerra.

María del Olmo subraya que de los documentos guardados en los archivos “no se puede borrar ningún nombre”, como no se puede borrar la historia, “y Antonio Luis Baena fue el secretario judicial de aquel consejo, aun en el caso de que fuera obligado a ello”.

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/ DAVID SEYMOUR (MAGNUM) Miguel Hernández arenga a unos milicianos en la Guerra Civil en 1936.
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Portada del expediente del juicio en Madrid contra Hernández, en el catálogo de la muestra de 2017.

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