Venezuela, blindada contra la crisis
La Vinotinto intenta aislarse de los problemas de su país y plasmar el crecimiento de su fútbol en la Copa América “Jugamos para la gente, no para el Gobierno”, dice el central Seijas
Salieron de Puerto La Cruz, en el norte de Venezuela, rumbo a Porto Alegre para ver el sábado pasado el estreno de la Vinotinto en la Copa América, una selección que busca regatear la convulsión político-económica que azota su país desde hace por lo menos cinco años. “No podíamos perdernos esta oportunidad”, comenta Daniel Pino, un aficionado de 30 años. “Somos un pueblo apasionado por el fútbol”. Pero la pasión de Pino nunca antes había sido una fiebre nacional. Venezuela siempre se ha destacado como “el país del béisbol” en Sudamérica. Durante décadas, la selección conocida como Vinotinto se acostumbró a recibir todos los golpes en las competiciones continentales. Sin embargo, a principios de los 2000, la cosa cambió.
En 2002 por primera vez no fue el colista de las eliminatorias del Mundial. El dinero que el Gobierno invirtió en el fútbol aumentó considerablemente durante los mandatos de Hugo Chávez. En 2007 el país se gastó más de 700 millones de dólares para ser la sede de la Copa América. Vio cómo su selección llegaba a cuartos de final y los estadios superaron la media de 40.000 hinchas por partido. El éxito no sirvió para propulsar la liga local, pero ayudó a popularizar el deporte.
El equipo alcanzó sus mejores resultados en las eliminatorias de los Mundiales de 2010 y 2014, además de conseguir un cuarto lugar en la Copa América de 2011. Sin embargo, la fuente de los petrodólares del chavismo se ha secado. Los clubes locales son todavía más débiles y los jugadores han empezado a buscar destinos fuera por la crisis en el país.
¿Cómo no contaminarse con la megacrisis política, económica y social del país? La selección venezolana ha adquirido una especie de “blindaje anticrisis”, como explica el central Seijas, que juega en el Independiente de Santa Fe colombiano. “Dejamos nuestras diferencias a un lado y trabajamos por un objetivo”. Seijas es uno de los jugadores más críticos con el régimen de Maduro, al que califica de “dictadura criminal”. “Jugamos para la gente, no para el Gobierno. No se puede esconder lo que sucede en el país. El cambio es necesario”, dijo tras el empate con Perú en el debut.
El mejor delantero de la historia de la selección, Salomón Rondón, también forma parte del grupo de jugadores-opositores, pero adopta un discurso más comedido. “Antes que futbolista, soy un ser humano que siente mucho la situación de nuestro país. Todo lo que queremos es que la gente se distraiga por unas horas”, afirma el atacante del West Bromwich, inglés. “Jugar para los venezolanos” es la respuesta más común entre los integrantes de la Vinotinto al hablar de la crisis del país, especialmente el seleccionador, Rafael Dudamel.
Exportero de la selección, se puso al frente del equipo en 2016 y ha tenido que apagar varios incendios internos, como la relación entre los jugadores insatisfechos con el Gobierno y la federación, dirigida por partidarios de Maduro. También coordina las selecciones de base. En el Mundial sub-20, en 2017, condujo a los venezolanos a una final inédita, en la que fueron derrotados por Inglaterra. Tras la semifinal, Dudamel se desahogó contra el presidente, exigiendo un alto el fuego en la represión de las protestas.
Tras la repercusión que tuvieron sus declaraciones, el entrenador evita criticar públicamente al Gobierno. En marzo de este año, cuando Venezuela derrotó a Argentina en Madrid, Dudamel criticó el intento de utilizar políticamente la visita de un embajador vinculado a Juan Guaidó, reconocido como presidente por decenas de países, recriminando a la oposición por intentar aprovecharse de la selección para promocionarse. Durante la Copa América, ajeno a las disputas por el poder, el exportero se esfuerza para convencer a sus jugadores de que es la Vinotinto quien tiene que ser la protagonista.
Optimismo
Los últimos resultados invitan al optimismo. En el estreno, contra Perú, a pesar de la expulsión de un jugador, consiguió mantener el empate. “Tener a muchos jugadores que están en equipos extranjeros nos da confianza y, también, tranquilidad, ya que no vivimos tan de cerca los mismos problemas cotidianos que nuestros compatriotas”, apunta Seijas.
A pesar de la distancia, los venezolanos dicen que se sienten muy bien representados por los jugadores. Eran una minoría el sábado en Porto Alegre, pero era clara su emoción. “Es un equipo que se identifica con el pueblo”, dice José Jaramillo, poniéndose la mano en el escudo. Para el defensa Mikel Villanueva, que juega en España, el sentimiento de representatividad tiene que ver con el hecho de que la selección no asume ninguna bandera política. Y de que se entrega en el campo como si fuera no hubiera tantos problemas. “Es un honor todavía mayor representar a nuestro país en este momento de dificultades. Queremos dejarnos el alma por los venezolanos”.