Nueva York dará carnés de conducir a sin papeles
Es una campaña de reelección, una batalla de un vencedor frente a un aspirante, pero tiene aroma de revancha. Donald Trump anunció el martes por la noche formalmente su candidatura a las elecciones presidenciales de 2020 como un mártir que ha hecho frente a la adversidad, entendiendo por esta la investigación en torno a la trama rusa y la prensa que le critica. “Lo único que estos políticos corruptos entenderán es un terremoto en las urnas”, clamó rodeado de miles de seguidores en un pabellón de Orlando (Florida).
El Comité del Partido Republicano anunció ayer que el mandatario había recaudado 25 millones de dólares (22,3 millones de euros) en menos de 24 horas. Cuando se presentó hace cuatro años, Trump era un outsider; las cifras de ayer revelan que ya no lo es. Y más del 80% de los republicanos, de hecho, le apoya. Pero la noche de Orlando evocó 2015, 2016, incluso hizo protagonista a la demócrata Hillary Clinton, que ya está fuera de la ecuación.
La cola impresionaba a las cinco de la tarde. Recorría varias manzanas, sugiriendo que algunos quedarían fuera del estadio —con capacidad para 20.000 personas— y seguirían el espectáculo en pantallas gigantes en los jardines exteriores. Al final, casi todo el mundo pudo entrar y afuera, la cosa murió en cuanto empezó a llover. “¿Usted ve esta fila que espera para entrar? A la gente le molesta que la gente se la salte y eso es lo que está pasando con la inmigración. Mis abuelos vinieron aquí haciendo todos los papeles”, decía a la entrada Juan Chacón, de 38 años, nacido en Los Ángeles y de origen mexicano.
No resulta tan exótico como parece encontrarse a un nieto de inmigrantes con nombre hispano en un mitin del republicano. Los mítines son precisamente ese momento en el que siempre aparece alguien con un cartel que dice “Hispanos por Trump”, “Veteranos por Trump”, “Afroamericanos por Trump”, “Mujeres por Trump”, “LGBT por Trump”... El martes solo faltaba el de “Demócratas por Trump”. A cualquiera que se le preguntara por qué iba a votar de nuevo, lo primero que señalaba era la creación de empleo, y lo segundo, algo más gaseoso: “Es un gran presidente” o “este país estaba muy mal antes”. ¿Qué quiere decir exactamente? Y entonces salía la inmigración.
Ataque a los demócratas
Trump sacó pecho por la buena marcha de la economía, pero los miedos movilizan más que las satisfacciones, así que demonizó la inmigración irregular. Acusó a los demócratas de “traicionar a la clase media americana” con su “política de fronteras abiertas”. Aseguró que los inmigrantes irregulares provocan que los trabajadores estadounidenses vean mermados sus salarios por la competencia que suponen y que los niños en las escuelas “viven amenazados por los miembros de bandas como la MS-13 [mara Salvatrucha]”. Nombró el muro que prometió construir en México, aseguró que se estaba haciendo, pero presumió poco de ello, bloqueado como está el proyecto por el Congreso.
El discurso fue especialmente hiperbólico. La victoria de 2016 había sido “la mejor de la historia”: el lema electoral, Make America great again (“Haz América grande de nuevo”), el más redondo del mundo; y la investigación del fiscal especial Robert S. Mueller sobre la trama rusa (la injerencia electoral del Kremlin y la posible colaboración del equipo de Trump), el peor ataque contra un presidente.
Todo es superlativo en los mítines del neoyorquino. Mueller consideró probada la injerencia, pero no halló pruebas de connivencia entre su círculo y Moscú. El presidente acusó a la oposición de no aceptar la derrota: “A nuestros opositores demócratas radicales les mueve el odio y la rabia. Quieren destruiros y quien destruir nuestro país tal y como lo conocemos”.
Entre los seguidores, el ambiente era una mezcla de euforia y orgullo. Más que un mitin, la noche se convirtió en una especie de autohomenaje del trumpismo. “Haz que los liberales lloren de nuevo”, llevaban como lema algunas camisetas. “Trump es el puñetero presidente”, decían otras. Los miembros del grupo ultra Proud Boys gritaban con megáfono a los manifestantes antiTrump que este es su presidente y lo iba a ser cuatro años más. Estos respondían con acusaciones de corrupción y llamamientos al impeachment (destitución).
Hace cuatro años, cuando lanzó su campaña a la presidencia Los inmigrantes sin papeles que residen en Nueva York podrán obtener un permiso de conducir. El Legislativo del Estado adoptó el martes la conocida como Green Light Bill con un estrecho margen. El gobernador, el demócrata Andrew Cuomo, se planteó vetarla, aunque finalmente firmó la norma. Una docena de Estados ya permiten que los indocumentados tengan carnés de conducir.
La nueva legislación, que entrará en vigor en 180 días, dará acceso al permiso de conducir a más de 265.000 sin papeles, según la New York Immigration Coalition. La legislación se adoptó solo unas horas antes de que el presidente, Donald Trump, amenazara con deportaciones en masa. Cuomo, de hecho, cuestionó que se diera ese paso por el temor a que la información al obtener el permiso de conducir sea utilizada por la policía migratoria para realizar detenciones. Los republicanos se opusieron porque, a su juicio, premia a personas que violan las leyes migratorias.
en Nueva York, ya agitó la bandera contra los indocumentados, acusando a México enviar a sus “violadores”. Pero entonces era Trump, el showman, el presentador de programas de telerrealidad, el rico fanfarrón, el famoso estridente. Una decena de republicanos con muchas más probabilidades entonces —un Bush (Jeb) o un senador muy consolidado en Washington (Ted Cruz)— se habían presentado a las primarias y la intentona de este constructor parecía el gran chiste de la campaña. La era Trump no solo es una realidad hoy, sino que tiene opciones de durar dos mandatos.
Ahora son los demócratas los que tienen un jardín de 20 aspirantes para la candidatura. Así que Trump, a falta de un rival concreto, dejó caer alguna puya al “dormilón” Joe Biden, y al “loco” Bernie Sanders, que lideran las encuestas. Pero el grueso del ataque, aunque parezca sorprendente, se lo llevó Hillary Clinton, a la que derrotó en 2016. Trump recordó varias batallitas de la campaña anterior, desde la metedura de pata de la excandidata cuando llamó “deplorables” a los trumpistas, hasta el caso del uso de un servidor privado de correo cuando era secretaria de Estado.
El republicano lanzó algún guiño a los conservadores cristianos, prometiendo prohibir el aborto “en últimos estadios de gestación” en un momento en el que este derecho se ha convertido en una batalla nacional. Por lo demás, todo parecía un déjà vu. Hasta el lema solo ha variado a “Mantengamos América grande”. Un remake.
Más que un mitin, el acto fue un autohomenaje del trumpismo
El mandatario demonizó de nuevo la inmigración irregular