La carretera que simboliza el abismo entre las dos Colombias
El cierre de la Vía al Llano, entre Bogotá y el oriente del país, refleja sus problemas de infraestructuras
Menos de 86 kilómetros unen Bogotá, a unos 2.600 metros de altitud, y Villavicencio, a 470. El salto entre la capital de Colombia y la puerta al oriente del país siempre ha sido más que geográfico. Esa brecha simbólica está representada por la carretera que comunica las dos ciudades y que, sin atascos ni derrumbes, supone un recorrido de unas tres horas. Un tráfico normal es, sin embargo, la excepción. Las lluvias y los desprendimientos de tierra azotan de forma casi constante la llamada Vía al Llano, que lleva décadas en obras de mejora y que ahora, tras el enésimo desplome, permanecerá cerrada al menos tres meses.
El corte de esta autopista, por la que transitan a diario 11.000 vehículos, deja al descubierto una de las asignaturas pendientes de Colombia en tiempos de paz: las infraestructuras. El Gobierno de Iván Duque anunció una inversión de 37 millones de dólares en el tramo más afectado. “Es una intervención bien fuerte por la alteración de la hidrología de la montaña”, dijo la ministra de Transporte, Ángela María Orozco, a Caracol Radio. Además, hay una población, Guayabetal, con al menos 2.000 habitantes en riesgo.
La estrategia del presidente, desde el lunes en viaje oficial por Europa, está dirigida a atraer inversión extranjera también en infraestructuras. Duque presentó en Londres un paquete de 28 proyectos, que van de la primera línea de metro de Bogotá a aeropuertos o carreteras; obras que, en su conjunto, necesitarían más de 15.000 millones de euros.
Las comunicaciones son una prioridad en un país con más del 90% de territorio rural con orografía accidentada y amplias extensiones de selva virgen. Su antecesor, Juan Manuel Santos, puso en marcha tras la firma de la paz con las FARC en 2016 un plan que llamó la “revolución de la infraestructura”, pero dejó el cargo con entre 135.000 y 170.000 kilómetros de vías secundarias y terciarias a menudo en condiciones precarias. Esos caminos no son solo esenciales para la economía, sino también para facilitar el acceso del Estado a zonas golpeadas por un conflicto de más de medio siglo. Detrás de las carreteras está el comercio, la integración, la lucha contra el narcotráfico.
El Meta, el departamento al que ahora se podrá llegar desde Bogotá solo a través de vías alternas y trayectos de hasta 12 horas, es de alguna manera la huerta y la despensa del centro del país. El cierre de la autopista al Llano ya ha provocado una grave crisis del sector agropecuario. Las autoridades locales han solicitado al Ejecutivo que declare la emergencia económica en la región que, según su gobernadora, Marcela Amaya, sufrirá pérdidas de casi 500 millones de dólares.
“Hemos invitado a que tengamos una concertación con todos los grupos de interés, con todos los grupos afectados. Hemos anunciado medidas económicas, hemos aumentado frecuencias aéreas [con el aeropuerto de Villavicencio], pero somos conscientes de la angustia que pueden tener miles de compatriotas”, concedió el mandatario, que para evitar una crisis escenificará un acercamiento al territorio y celebrará un Consejo de Ministros en Meta.
El Gobierno promete que no habrá problemas de desabastecimiento de gasolina. Dentro de tres meses, si no hay más retrasos, la vía volverá a funcionar. Pero quedan casi 80 puntos críticos que requieren una inversión de unos 77 millones de dólares (unos 68,5 millones de euros) que el Estado aún no ha destinado.