La línea chunga de ‘El Víbora’ se cuela entre las joyas del Románico
El Museo Nacional de Arte de Cataluña celebra sus 40 años con el legado de la revista que consagró el cómic contracultural de Nazario, Max, Mediavilla o Gallardo
La idea vino de fuera, pero el talento estaba dentro. Cuando el editor Josep Toutain vio el potencial de Barcelona, encargó a su amigo Josep Maria Berenguer que montara una revista para editar las creaciones de jóvenes underground que habían echado los dientes en publicaciones marginales como El Rrollo enmascarado o La piraña divina y se mantenían como podían en proyectos entonces agónicos como Star, Butifarra! y Ozono. A finales de 1979 salió a la calle el primer número de la revista El Víbora. Iba a llamarse Goma-3, en referencia al explosivo que empleaba ETA en aquellos años del plomo, pero el Gobierno lo prohibió. La cosa quedó relegada al subtítulo: “Es goma-3 para el coco”.
Su primer editorial prometía atentar “contra el muermo y las pirañas, el apalanque de los supervivientes de esta aburrida, autoritaria y, lo que es peor, descangallada y estúpida sociedad”. Y no defraudaron. El Víbora no solo sacó de sus cloacas al cómic underground, también encarnó a la perfección el sincretismo cultural que se vivía en la Barcelona del cambio político. Aquella operación ácrata y modernizadora es desde ayer también materia digna del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). La institución, que reivindica así su papel como promotor del cómic, dedica una muestra (hasta el 29 de septiembre) para recordar la publicación en su cuarenta aniversario.
Las críticas mordaces de sus dibujantes (Gallardo, Mediavilla, Max, Montesol, Martí, Nazario, Alfredo Pons, Roger o Sento, hoy consagrados) tenían como dianas a la iglesia, la monarquía, el ejército, la política y la cultura oficial. Todo ello sazonado con fuertes dosis de droga, sexo y sátira en un producto rompedor de estética y contenido. Las viñetas, que se publicaron mensualmente entre 1979 y 2005, estaban siempre al límite. Como en el número aparecido a los 15 días del 23-F. El Víbora salió riéndose de los golpistas, en un gesto que les sirvió para aumentar su penetración en el público progre.
“Como nadie nos hacía caso, hacíamos lo que nos daba la gana”, explicó en su momento Berenguer. “Era una revista no domesticada”, afirma Max, uno de esos creadores que se autoinscribían dentro de una “línea chunga de la viñeta”, en contraposición a la “línea clara” de revistas como Cairo, surgida poco después. “Había un editor, pero, normalmente, todo se hacía de forma asamblearia, aprendíamos unos de otros. Mes a mes nos superábamos dentro del pique amistoso”.
Los comisarios de la muestra, Antoni Guiral y Àlex Mitrani, han reunido 100 portadas de las 300 publicadas. Entre ellas, la primera, con dibujo original de Nazario y que se quedó por el camino, víctima del control gubernamental. “Pese a eso, fue una revista que no sufrió la censura ni los