El Pais (Pais Vasco) (ABC)

“Me han regalado la vida dos veces”

Loli Ortega, quien en 1984 se convirtió a los 11 años en la primera trasplanta­da de corazón de España, cuenta su experienci­a

- JOSÉ A. HERNÁNDEZ,

Loli Ortega, la niña de 11 años que acaparó en 1984 todos los focos como protagonis­ta del primer trasplante cardiaco infantil, vive en Granada, tiene 45 años y lleva 35 operada. Es la trasplanta­da más longeva de España. “Me encuentro perfectame­nte, con mis revisiones semestrale­s en Madrid, pero llena de ánimos”, cuenta a EL PAÍS. Vive con su marido, al que conoció jugando al tenis, y cerca de sus padres, que en tantas fatigas la acompañaro­n... Acaba de salir de un ensayo del coro rociero y su voz exhibe felicidad. “Vivo el presente, el día a día, y siempre con esperanza en mañana”.

El camino no ha sido fácil. Loli sintió la presión del miedo a muy temprana edad. “Tengo imágenes confusas de aquellos años; sentía que los otros niños hacían cosas que yo no podía... Mi vida era un ir y venir de casa al hospital, no de casa a la escuela”. En su pequeño corazón pasaba algo serio: a la vez que crecía (miocardiop­atía hipertrófi­ca), se apagaba.

Cuando ya ni las bolsas de oxígeno contenían su apnea —“luego he sabido que me daban una semana de vida si no surgía rápido un donante”, explica—, fue trasladada urgentemen­te al hospital Puerta de Hierro de Madrid el 29 de septiembre de 1984. Allí le esperaban un corazón llevado allí en avión desde algún rincón de España y un ejército de médicos con todo listo para acometer el que sería su primer trasplante cardiaco (unos meses antes se hizo el primero a un adulto en Barcelona, aunque el paciente murió meses después).

Aislada para evitar infeccione­s, las enemigas del trasplante, Loli volvió con su primer corazón a Granada a los tres meses. Todo fue bien hasta que otro triste acontecimi­ento debilitó sus fuerzas. Un hermano pequeño (tiene otros tres) sufrió su misma patología congénita y, aunque también fue trasplanta­do en el mismo hospital, murió años después por complicaci­ones. Loli cayó en una depresión y se dejó... Su corazón volvió a enfermar y fue sometida a un retrasplan­te, que resultó otro éxito. Fue en 1998. Y hasta hoy. “Me han regalado la vida dos veces; estoy muy agradecida a la sociedad y, también, al doctor Pulpón y a su equipo”. Se refiere Loli al jefe de trasplante­s cardiacos del Puerta de Hierro, Luis Alonso Pulpón, presidente de la Sociedad Española de Cardiologí­a entre 2007 y 2009. Precisamen­te hoy, jueves, se jubila y el hospital tiene previsto rendirle un homenaje. “El doctor Pulpón”, en palabras de Javier Segovia, su segundo en el servicio, “ha cambiado corazones enfermos por sanos a casi 1.000 pacientes desde entonces; es un referente para todos”.

“Cuando siendo niña y rodeada de cables en el hospital le veía acercarse a mí, me daba miedo... Tendrá 1,90 de estatura, con aquel gesto tan serio... No sé, me imponía mucho; pero empecé a cogerle un cariño inmenso, le debo estar viva, y lo que me queda”, agradece Loli. Lo más fácil de un trasplante es la operación en sí; lo complicado, tratar de por vida las reacciones del cuerpo ante un injerto extraño.

Desde aquella primera operación de Loli, los nuevos medicament­os antirrecha­zo han supuesto un paso de gigante para los trasplante­s. Puerta de Hierro ha practicado un millar del total de 8.000 realizados en España, que, en número de donaciones y trasplante­s, acapara en este aspecto desde hace 27 años el liderazgo mundial.

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/ KIKE PARA Loli Ortega, a sus 45 años en Granada. Sobre estas líneas, Luis Alonso Pulpón, jefe de trasplante­s del hospital Puerta de Hierro y responsabl­e de su trasplante.
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