En busca de los barcos de Hernán Cortés
Los arqueólogos estrechan el cerco sobre la flota del conquistador hundida en la costa de Veracruz en 1519. Su esperanza de hallar los pecios se concentra en ocho metros cuadrados
Desde la montaña, los totonacas debieron de verlo mejor que nadie. No es que no lo esperaran. Los españoles llevaban años navegando esas aguas. Pero nunca habían fondeado en su playa, frente a ellos. Tan cerca de casa. Y de repente allí estaban: 11 barcos, entre 600 y 700 hombres blancos, 16 caballos —11 sementales y cinco yeguas—, 14 cañones, 13 escopetas y 30 ballestas. La flota de Hernán Cortés. Parece difícil que los totonacas pudieran prever que aquellos barcos acabarían hundidos en la bahía apenas unas semanas después. Imposible que imaginaran que sería el propio Cortés quien diese la orden de hacerlo.
Por segundo verano consecutivo, un grupo de arqueólogos busca esos barcos en el fondo del mar, frente a la montaña de los totonacas, Quiahuiztlán, en Veracruz. La flota con que Hernán Cortés y sus hombres llegaron al continente hace ahora 500 años. La misma flota que Cortés hundiría para forzar la permanencia de la expedición y evitar que marineros y soldados inconformes volvieran a Cuba.
Armados de magnetómetros y detectores de metales, los arqueólogos peinan el fondo de la bahía de Villa Rica con la esperanza de dar con las naves. A Chris Horrell, uno de los coordinadores de la expedición, la expectativa le tiene en un estado de agradable nerviosismo. Él y los demás, un equipo de 20 profesionales, entre antropólogos, ingenieros, arqueólogos y restauradores, parecen estos días una cuadrilla de adolescentes enamorados.
“Mi esperanza es que haya un buen pedazo de madera allí abajo”, decía Horrell junto a la playa un día a mediados de julio. Doctor en Arqueología, Horrell, de 49 años, es la imagen de un bucanero reformado, un veterano de 100.000 batallas marítimas. Enamorado de la historia colonial española desde que era un crío, el académico la homenajea con dos tatuajes en los gemelos. En uno lleva un guerrero azteca. En el otro, un conquistador y sus barcos.
Este año, los trabajos de búsqueda orbitan alrededor de uno de los hallazgos del año pasado, una vieja ancla que encontraron enterrada un metro bajo la arena. En cuanto la vio, Horrell se dijo a sí mismo: “Es del siglo XVI”. El extremo del brazo del ancla, el mapa, se le hizo