El esfuerzo de los voluntarios devuelve la vida al Cementerio Inglés de Málaga
El camposanto protestante más antiguo de España llevaba cerrado desde febrero
Un hoyo en la playa. Así enterraba Málaga, a principios del siglo XIX, a los fallecidos que no fuesen católicos. A medianoche, bajo la luz de antorchas, los sepultureros excavaban la arena junto a la orilla, ponían el cadáver en posición vertical y rezaban para que a la mañana siguiente el mar se hubiera llevado el cuerpo. El problema es que no siempre lo hacía, con consecuencias que es mejor ni imaginar. El entonces cónsul británico, William Mark, escandalizado, se quejó porque la mayoría eran súbditos ingleses anglicanos, así que solicitó un terreno a las afueras para un enterramiento digno. Lo consiguió, y en 1831 se realizaron los dos primeros en el denominado desde entonces Cementerio Inglés. Uno de ellos fue el de Robert Boyd, fusilado en la playa de Huelin tras apoyar el pronunciamiento del general Torrijos. El sitio se abrió más tarde a otras nacionalidades y cultos y fue declarado bien de interés cultural en 2012, pero fue decayendo progresivamente hasta que la crisis sanitaria obligó a clausurarlo. Este mes vuelve a abrir a diario para las visitantes gracias al trabajo de un incansable grupo de voluntariado y al apoyo económico de la Fundación Unicaja.
Bruce McIntyre es el faro de este espacio. Cónsul británico en Málaga entre los años 2000 y 2008, ahora está jubilado. Asciende con parsimonia la cuesta que accede a las primeras tumbas bajo el potente sol del verano malagueño. Repasa los difíciles últimos meses. “En febrero tuvimos que cerrar. No había dinero ni