Retrato del país adolescente
los dos creative mediators (nuevo apelativo para los comisarios), la australiana Catherine Nichols en la selección de artistas y el arquitecto turinés Carlo Ratti en la parte urbanística, congregan en 25 espacios de la ciudad a un centenar de creadores (en todos los formatos posibles, desde la pintura hasta obras sonoras, películas, mucho archivo y apenas arte digital), casi el 70% son de la región balcánica y el resto de 30 países de los cinco continentes. Los temas abarcan la ecología, las migraciones, el agua, el capital o el amor, no desde la más pura ingenuidad sino como acto político. La mayoría de las obras se concentran en el decadente Grand Hotel de Prístina, cuyos salones hicieron las veces de pinacoteca situacionista durante los ochenta y noventa, cuando era propiedad del Estado (con la privatización, los cuadros han sido robados o malvendidos, pero se ha mantenido intacta la suite donde solía hospedarse Tito). Solo por visitarlo, ya merece la pena el viaje.
Nichols es escritora y lingüista, y eso le ha permitido activar relatos que traducen la insolubilidad de la memoria en obras que la reimaginan. Su selección es una fábula por capítulos de los acontecimientos, ingeniosamente desmadejados en los trabajos mayoritariamente de mujeres. Destacan los vídeos de Lala Rascic, Driant Zeneli, Abi Shehu y Marta Popivoda, y las pinturas expresionistas de Alije Vokshi. Los trabajos de dos artistas catalanas, Núria Güell y Lúa Coderch, están peor contextualizados; no así el de Luz Broto, que ha ocupado un local de copia de llaves a pie de calle. En otras sedes, como la Biblioteca Nacional, gloria arquitectónica de 1982, destacan los ejercicios ergonómicos para una buena lectura, del colectivo RomaMOMA y Yael Davids. En el Centro para la Práctica Narrativa, antigua biblioteca renacida del abandono para convertirse en uno de los pilares de este evento, el colectivo holandés Werker plantea un archivo expandido de intercambio entre historias marginales y la memoria kosovar inhumada. Más documentos recuperados (Haveit Collective) se encuentran en el interesante repositorio de las luchas libertarias y feministas que ocupa la Galería Nacional de Kosovo.
Otras localizaciones encarnan la paradoja de que, cuanta más poesía (concreta) ponen los artistas, más real es el retrato de este país. Se han restaurado viejos cines de la época socialista y antiguos quioscos, como el que firmó el esloveno Sasa Mächtig en 1967 y que forma parte de la colección del MoMA, rehabilitado por Ilir Dalipi para acoger una estación de radio. Una antigua fábrica de ladrillo es ahora un laboratorio ecourbanístico, por obra del colectivo berlinés Raumlabor. O el Green Corridor, un tramo de 1.300 metros de vías de tren que unía Prístina con Belgrado y que fue camino del éxodo de 1999 cuando miles de personas escaparon de los bombardeos. Sobre cualquier otro símbolo ciudadano, ese pasillo verde proyectado por Carlo Ratti es un poderoso ejemplo de acupuntura urbanística para un futuro incierto en manos de los especuladores. Cuando dentro de 93 días se clausure Manifesta 14, esta bienal itinerante empezará a preparar su siguiente edición en Barcelona, prevista para 2024. Será difícil igualar tanta justicia poética.
La mayoría de las obras se hallan en el Grand Hotel de Prístina, que mantiene intacta la
donde solía hospedarse Tito
‘Telling Stories Otherwise’. Manifesta 14. Prístina (Kosovo). Hasta el 30 de octubre.